Cautivos.Atom Egoyen. Crítica




DELITO EMOTIVO: VER A LAS MADRES DERRUMBARSE Y DISFRUTAR DE SU DESESPERACIÓN, UN NUEVO NICHO DE EXTORSIÓN FINANCIERA QUE ACOMPAÑA AL SURGIMIENTO DE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS.


Crítica:


Más allá de que nos guste la forma de estructurar los relatos , el acierto en el control del timing, la brillantez de los giros y otros aspectos que caracterizan la narración cinematográfica canónica y convencional, Atom Egoyan, el director de Ararat, un film que debíamos ver antes de formarnos una idea del espíritu que lo anima, un cineasta armenio de consciencia dolorida por el abuso, la violación y el asesinato que padecieron sus antepasados a manos de los turcos, a comienzos del siglo XX en el que se humilló  a las mujeres delante de sus propios hijos, asesinados con ellas después, víctimas de la deportación y el asesinato masivo que sacrificó a más de un millón de personas. Estas tristísimas circunstancias lo convierten en un hombre especialmente sensible, que tienen un fiel reflejo en unos personajes solitarios que han perdido la fe respecto a la tecnología, la iglesia, la policía, el ejército, los jueces, los abogados o cualquier otra forma de poder, y en los que tiene un gran peso la familia; este es el perfil de su protagonista, Matthew Lane (Ryan Reynolds), un hombre solitario, sospechoso para algunos, que no cree en nada ni en nadie y, que a pesar de la debilidad que le provoca su aislamiento, decide resolver en solitario la tragedia que ha roto su familia.

Atom Egoyan se enfrenta de modo muy diferente, y con una idiosincrasia muy alejada del 'American Way of Life' y su forma de fabular, al relato que podría hacer un estudiante de cine de clase media que aprende académicamente como crear tensión, terror, ternura, y otras emociones que se encasillan en diferentes géneros. El armenio te da las piezas del puzzle, ya sean temporales o argumentales, revueltas, desestructuradas, y como espectador tienes que recomponerlas, aunque, cuando quiere que un mensaje no resulte ambiguo lo formula explícitamente. En este film plantea una nueva forma de provocar sufrimiento sirviéndose de las nuevas tecnologías; una gran nación en la que su presidente prefiere relacionarse con los ciudadanos vía twitter sin necesidad de contrastar sus argumentos y propuestas con las de otros políticos, creando una realidad virtual que repercute en las encuestas sobre intención de voto que favorecen a quienes tienen mayor información sobre el perfil y las inclinaciones personales de los jóvenes.

Ergoyan está en 'guerra constante' con estas mareas colectivas que atrapan a los más jóvenes. La niña secuestrada, la hija de Matthews,  que ha pasado ocho años en cautiverio delante de un ordenador, no parece desdichada, y, desde luego no ha sido prostituida, sino utilizada por una organización económica, organizada en círculos, que se esconde tras una fundación filantrópica sin ánimo de lucro, y no existe un tour de force  entre progenitor y secuestrador que recuerde otros thrillers en torno al robo de menores, rompiendo con la tradición de individualismo americano que sirve de modelo a Denis Villeneuve en 'Prisioneros'. La ausencia de linealidad cronológica, con frecuentes y paralelos flashbacks, no tiene una funcionalidad explicativa, sino que actuan como elemento de extrañamiento para estimular la reflexión y descubrir la 'verdad' que el autor oculta.

Un film interesante que nos permite conocer mejor al director de Ararat.

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