Dumbo. Tim Burton. Crítica





UN CHUTE DE EMOCIONES BURTONIANAS QUE ESTÁBAMOS NECESITANDO


Ficha técnica, sinopsis, intérpretes (Pinchad aquí)


Crítica:


Es conocida la diatriba de Lisardo Rubio sobre ciertos linguistas que parecían querer 'enmendarle' la plana a los antiguos en relación con el adjetivo relativo que no ha perdurado en algunas lenguas romances, y, ante la dificultad de traducirlo por ejemplo al castellano, algunos otros lingüistas, enemigos del estructuralismo, decían que este relativo había atraído hacia su oración y su caso a un sustantivo que debiera estar en otra oración y cumpliendo en ella la función que le correspondiera. Siempre me divirtió la ironía del viejo profesor hacia aquellos que estaban dispuestos a corregir a los que se expresaban, hablando o escribiendo en latín. Ahora, cuando uno de los cineastas más peculiares e 'inclasificables' de la  historia del cine, una 'rara avis', cualidad a la que contribuye un aliado imprescindible, Danny Elfman, que entiende bien dónde su partitura debe exaltar la emoción, relajar las tensiones y crear esa imagen de icono y recortable que nadie más ha sido capaz de producir, dice Miguel Ángel Palomo, con el que estamos de acuerdo en algún que otro post, que Burton hace indudablemente una película bonita, algo que podía haber hecho cualquier otro, pero no las que hace el director de 'Eduardo Manostijeras', un cineasta impregnado de magia. Cualquier otro podía haber hecho una película bonita, pero no esta, porque para hacer esta hay que ser Tim Burton, un cineasta que hace lo que quiere hacer, unas obras no aptas para 'todos' los públicos, ya sean niños, adultos y hombres y mujeres maduros, y hoy ninguno de estos colectivos tiene las mismas creencias que las de la época en que se colocaba una cigüeña que llevaba en el pico un hatillo con un niño (en este caso un elefante), porque muy pocos lo entenderían en la actualidad; Miguel Ángel Palomo (Filmaffinity) reclama un remake con todas las de la ley, no un reboot o una actualización tomando como referente el icono de Disney, y por lo tanto echa de menos que Burton no incluya la escena de la borrachera del elefante volador, que comience a volar muy pronto y otros detalles que no reproducen literalmente el texto original, y no se conforma con la única novedad de actualizarlo tecnológicamente.

Este es el reproche más generalizado. Boyero se queja de que no hay sorpresas, y Quim Casas de que se parece poco al original, e incluso, tras afirmar que Burton no es un cineasta de subtextos, cree el crítico que abre una brecha para la reflexión sobre los nuevos cauces del discurso audiovisual (cine, plataformas, Netflix, Grandes compañías, independientes...); más bien parece que defiende el carácter mágico del cine, una característica que acompañó, desde el primer momento, a la representación de la realidad en cámaras oscuras, iluminadas de tal forma que producían la sensación de movimiento, desde la caverna de Platón, pasando por la linterna mágica, las cajas de óptica, el daguerrotipo, la máquina de fotografiar, el cinematógrafo,,, y todas aquellas innovaciones que acompañan a la evolución de la ciencia y la tecnología que, en un primer momento se asociaron con algo sobrenatural.  Tim Burton hace un bonito homenaje al cine, en uno de los contextos de su nacimiento como espectáculo para las masas, una nueva forma de representación que incluía el movimiento a la que Nöel Burch denominó el teatro de los pobres en 'El tragaluz del infinito': el circo; niños como Millie Farrie asisten al parto de animales, en este caso de de Dumbo, y son testigos de su peculiar aspecto, buscan interpretaciones racionales a cualquier hecho cotidiano o no, como ocurre con la mayor parte de los escolares actuales, a los que se inicia, desde muy pequeños, en los rudimentos de la especulación científica , aunque no falta quien considera de buen gusto que en vísperas de la adolescencia sus hijos crean que los reyes magos les traen sus juguetes desde oriente, que las cigüeñas traen los niños de París, y el cine es obra de la magia. Algunos no tan niños ya miran de reojo al modo de representación más libre de la actualidad, y la forma de censurarlo. no sería la primera vez.

Se ha dicho del film, y no cualquiera, sino aquellos a los que se designa como críticos profesionales, que se trata de un remake que se olvida de detalles que fueron importantes para los frikis de su infancia ( y esto se lo saben bien, no así sagas retorcidas, que no se han molestado en seguir, como Star Wars o El señor de los anillos, Juegos de tronos y otras, que como les ocurrió a ellos marcaron la infancia de sucesivas generaciones). Probablemente 'Dumbo' es una simple excusa; la película un reboot en el que los auténticos protagonistas son los humanos, que, al igual que su referente orejudo, que presenta una rara anormalidad, ellos tienen la suya propia: Dany de Vito es más bajo de lo normal; Collin Farrel es manco, Michael Keaton un tanto simple, pero todos ellos son respetables y respetados a pesar de sus diferencias; la aparición del pequeño Dumbo potenciará la reflexión a un lado y otro de la pantalla. Todos forman parte de una gran familia que verá como se tambalea la paz reinante y el equilibrio con la aparición de los villanos, que no están adscritos a una clase social determinadas, sino que se mueven por diferentes estamentos y  con distintas motivaciones (envidia, resentimiento, rencor, desprecio de los más humildes). Su entrada en acción acelera el ritmo y las tensiones del relato, estableciéndose  la lucha convencional entre el bien y el mal, de la que saldrá triunfante la gran familia agrupada en torno al viejo y modesto patrón de circo, constituida por el melting post de latinos, indios, ingleses de procedencia..., un concepto que sustituye a raza, término que no acepta la antropología aplicado a la especie humana, al considerarla el producto de un prejuicio social; el nuevo circo, que basa su fuerza en la unión de todos los que forman este pequeño universo, esta célula social representativa, surgido de las cenizas del imperio de Vandevere, abandona el pomposo nombre de Hermanos Medici, que no existen, por el de Familia Medici, después de derrotar al empresario explotador, tramposo y sin escrúpulos y destruir su espectacular Dreamland, ubicado ficticiamente en Coney Island. De este modo, sustituir a los animales por hombres, no es un cambio baladí, aunque se hubiera mantenida el lenguaje de animación precedente. Hay quien ve en Dumbo un trasunto del Burton friki, sensible  talentoso, que en su juventud formó parte de la familia de Disney.

A este canto a la diferencia que Burton realiza sin ambages, eliminando del primer plano a cualquier individuo que se ajuste a los parámetros vulgares de la normalidad, añade el mensaje minimalista, al hacer salir de su circo ideal cualquier forma de animal vivo, sustituyendo a éstos por hombres que los representan: El propio mono de Medici libera a las ratas enjauladas que protagonizan un número del circo. La paternidad/maternidad, concebida como un concepto universal que atañe a hombres y animales y la autocrítica de Disneyland son bastantes temas que subyacen a secuencias en las que la conjunción de la imagen, la música y el movimiento trepidante nos evocan al mejor Tim Burtom, al que estábamos esperando, que ha hecho una bonita película, adaptada a nuestro tiempo, que se inscribe en el discurso transversal dominante, en el  que la diversidad y la diferencia forman parte de lo cotidiano y en el que se respetan a los animales en un  contexto en que se considera delito su maltrato.

Yo me lo he pasado muy bien, como el Shazam mayor que lleva una niña dentro. Y la aconsejo a los niños de cualquier edad, sin problemas.

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