El Ángel'. Luís Ortega. Crítica









LA GENTE ESTÁ LOCA. ¿NADIE CONSIDERA LA POSIBILIDAD DE SER LIBRE? ANDAR POR DONDE SE TE CANTE, COMO SE TE CANTE. TODOS TENEMOS UN DESTINO. YO SOY LADRÓN DE NACIMIENTO; NO CREO EN ESTO ES TUYO Y ESTO ES MÍO.




Este fin de semana podéis encontrar en los quioscos una obra singular, una película de Luís Ortega, un joven guionista y director de cine argentino de 38 años, 'El  Ángel', que se estrenó en España a finales de 2018, un film que  milita en varios géneros, -biopic, drama psicológico, thriller -, caracterizado por un estilo multireferencial, que bebe con mucha dignidad del trabajo de otros autores, especialmente de Gus Van Sant e incluso de François Ozon en el ensimismamiento de su cámara ante jóvenes extraordinarios que caminan por el borde del precipicio, fascinada ante la gracilidad del cuerpo del adolescente Lorenzo Ferro, y el erotismo que emana de un rostro, enmarcado por rubios rizos y adornado con unos labrios gruesos y carnosos. Un buen ejemplo de cinema du corps (François Ozon, Gaspar Noé, Claire Denis...), y del cine de acción violenta de Quentin Tarantino, aunque más lírico y erótico que explícito. La exaltación de lo joven frente a la decrepitud de la vejez se pone de manifiesto en varias ocasiones, especialmente cuando el padre de Ramón (Chino Darín, hijo de Ricardo Darín) muestra parte de su sexo viejo; roza el surrealismo cuando este joven participa en un programa de televisión y Carlos, 'El Ángel', se desliza desde su butaca hasta el plató de televisión y aparece junto a él en la pantalla, en una imagen en blanco y negro, realizando una de las actividades que lo apasionan: bailar. Ya antes se había puesto de manifiesto la atracción que sienten ambos jóvenes, que tendrá funestas consecuencias.







Luís Ortega, el apadrinado de Almodóvar, no sólo convierte los cuerpos adolescentes en el objetivo de su cámara, a la manera de Gus Van Sant, como hemos dicho antes, un autor que funciona como una fábrica de ídolos adolescentes, que encarnan 'espíritus jóvenes bellos', parafraseando el título de un ciclo de conferencias que contempla la filmografía del cineasta, (River Phoenix, Keanu Reeves, Matt Damon, Brad Pitt...), o del propio Almodóvar, que lanzó a un joven Antonio Banderas, que se erige en su alter ego en su última película, 'Dolor y gloria'. Lorenzo Ferro se erige así en el símbolo erótico transexual, que Ortega se refuerza no sólo con el título del film, sino con los diálogos y la música, -versiones españolas de piezas muy conocidas de la década de los 70 y un  Soundtrack de Moondog, exquisito-, que nos azota como una bofetada, emulando a Quentin Tarantino y elevando la música española de ese momento a un lugar donde no la había llevado antes nadie. En estos aspectos 'El Ángel' se revela como una biografía muy bella e inspirada en el criminal más famoso de Argentina, un adolescente cuya orientación sexual no estaba definida, aunque se apartaba del grupo cisexual.


Ortega mezcla diferentes texturas para contar esta historia, entre ellas la imagen televisiva, en la que un criminólogo reaccionario define a Carlos como "un especimen que contradice las teorías que vinculan al asesino con la fealdad, -pelo negro, orejudo ; ahora habrá que ver si su presunta orientación sexual influye en sus actos; la sociedad busca responsabilizar a los padres del invertido por no ponerle límites ni controlarlo." De hecho, el padre, como muchos otros padres hacen, entre el horror de los  hechos que se le imputan y el gran amor que tiene al hijo que todavía es un niño que empieza a crecer, entierra un bolso con parte del botín que él les ha confiado, acumulando a lo largo de su trayectoria 'profesional', un psicópata o un sociópata, o ambas cosas a la vez, que no busca el lucro, sino el ejercicio de lo que él entiende como su absoluta libertad de desplazarse por donde le apetezca, sin que las vallas o los hombres supongan un impedimento. Un obstáculo que liquida sin plantearse ningún problema ético, moral o ideológico consciente. Lo único que pretende es moverse con libertad y tomar todo lo que le apetece, emulando una imagen que no es insólita, sino que define a los privilegiados; no busca un botín que, con frecuencia, regala una vez que se ha jugado la vida por obtenerlo. ¿Es este el perfil de un sociópata?


Un buen testimonio es la conversación que mantienen Carlos y su padre, cuando éste le da ese bolso de mujer cargado de billetes:"¿De dónde sacaste toda esta plata?", pregunta el padre. "De donde la saca todo el mundo" responde  el adolescente. ·No se de dónde la habrás sacado, pero la tendrás que devolver", le espeta el progenitor. Pero el hijo no se queda callado: "No te dejan, no se puede volver hacia atrás, hay que ir para  adelante". "Lo mío también es un trabajo,bastante arriesgado"..."Sos mi padre, pero yo gano más"..., responde ese oscuro objeto del deseo que es el 'Ángel', un sentimiento que potencia constantemente una cámara que escudriña los rincones más sobresalientes del cuerpo del  joven, y lleva con frecuencia al primer plano sus carnosos y jugosos labios, convirtiendo este todo en una verdadera provocación al que mira. El realizador no interpone obstáculo alguno, ni el más ligero velado entre el deseo en estado puro y la acción derivada, el discurso visual y el discurso literario. El resultado es una imagen más dura, no necesariamente más explícita, y  la representación más punzante de la subversión más radical. Todo lo que encuentran a su paso en este mundo le pertenece y puede hacer uso de ello.

Un oximorón continuo entre la acción incontenible y la parálisis de la víctima impotente: "es una a ofensa para nosotros que nos jugamos la vida, ver a la gente someterse así, ser un empleado; tienes que hacer valer tu vida.", le dice Miguel (Peter Lanzani) a un camionero durante un atraco. Una joya, no sé si grande o pequeña, obra de arte que no te puedes perder. Muy pocos se han atrevido a introducir matices  a una película inteligente y crítica que no juzga, solo cuenta una historia a sus espectadores, con un barniz lírico y estético trufado de erotismo.

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