Annabelle vuelve a casa. Crítica







FILM ESTILÍSTICAMENTE ECLÉCTICO CON HOMENAJES AL CREADOR DE LA SAGA DEL MATRIMONIO WARREN Y LOS GRANDES MAESTROS DEL TERROR: CARPENTER Y CRAVEN.




FICHA TÉCNICA, SINOPSIS, LO QUE SE DICE (PINCHAD AQUÍ)



'Annabelle vuelve a casa' se erige en la última aportación de lo que ya se ha dado en llamar 'Warrenverso', o universo de los Warren, que se dedica a la recientemente desaparecida demonóloga Lorraine, y que, ahora, incorpora un elemento más: la soledad de los adolescentes que se enfrentan a peligros muy serios lejos de la mirada de los adultos, por lo que no resulta arriesgado establecer una conexión con las sagas de los creadores que nacieron de la imaginación de dos grandes maestros del terror: John Carpenter y Wes Craven, sin la presencia de las grandes hojas de acero inspiradas en el giallo de Dario Argento. A esta novedad, que no es menor, Gary Dauberman intenta contentar a una parte del público y de la crítica evitando sustos que descansan en golpes estridentes a cargo del score musical, dejando para el tramo final, en el que se produce el climax del film, este tipo de recursos, de tal veracidad que, cuando se produce el primer impacto, más de un espectador mira al suelo buscando su teléfono móvil. 

Dauberman, guionista de las dos primeras entregas del spin-off y de 'La monja'  (2018), realiza, ante todo, un gran homenaje a James Wan y sus sagas de Insidious y los Warren, y especialmente a su capacidad para la creación de imágenes poeianas, menos efectivas que sus predecesoras, probablemente por la limitación de unos recursos que reducen la acción a unos pocos sets, decorados de una forma muy familiar para los fans de la saga, en los que figuran elementos reconocibles por los habituales asistentes a estas proyecciones. No se le puede negar al guionista y director malayo su creatividad y el impulso renovador de un género que hace del uso trasladado y poético de sus relatos su propia esencia y que ha enriquecido la iconografía del terror, asociada a unos pocos actores reconocibles por el público. En esta nueva entrega es evidente que abandona el tema de las casas encantadas, que practica Ari Aster en Hereditary, un nuevo cineasta con el que se ha querido relacionar a Dauberman, y se centra en el protagonismo de los juguetes que, por razones que a nadie se le escapan, se convierten en receptáculos idóneos de espíritus que buscan un 'alma'.

La muñeca 'Annabelle' tiene una gran ventaja a la hora de generar terror: es enorme, como aquellas a las que tenían acceso las niñas de las clases pudientes, que ya no están con nosotros, y un enorme handicap: precisamente su carácter de gran pepona, desproporcionada y feota, por mucho que se muestre vestida como una pequeña de principios del siglo XIX, un fenómeno que provoca gran inquietud y que es capaz de captar a la mayor parte del público , es incapaz de generar la menor inquietud y goza, sin embargo del desprecio de la mayor parte de los espectadores, por lo que su eficacia depende de la creación de un contexto lo suficientemente aterrador para que cada una de sus apariciones provoque inquietud, un aspecto en el que acierta Dauberman y su recurso constante a la aparición en la penumbra, a través de espejos, o moviéndose sigilosamente y flotando por estancias contiguas a las que habitan los vivos, con sus ojos cubiertos por las monedas designadas a pagar a Caronte, el barquero del Hades, sus  servicios en el traslado de las almas a su destino final. 

La trama principal tiene como fundamento la muerte, un tema que preside el género, con derivadas como la culpabilidad de una adolescente que se acusa a sí misma de la muerte de su padre en un accidente, en el que la chica conducía el vehículo, lo que la convierte en una presa fácil de quienes buscan robarle su alma dolida, y a la que la imagen de la muñeca sólo le produce curiosidad, no más que el resto de objetos que contiene la habitación de los horrores que, al modo de Poe, se encuentra en el sótano de la casa, donde se hallan encerrados espíritus malignos que aspiran a  ascender a las partes superiores de las casas, para instalarse en el cerebro de sus ocupantes; ese será el movimiento constante de muertos y vivos recorriendo la casa de abajo a arriba y de arriba a abajo. No se le puede negar a Dauberman el éxito en la mirada a un cine menos lovecraftiano, que ha tenido un gran impulso con el desarrollo de las nuevas tecnologías, al que vuelve en la segunda parte con cierta eficacia. Donde su discurso resulta más débil  es en la representación del miedo a aquello que no se ve, o no se muestra con precisión, una opción en la que triunfó John Carpenter en 1982,  La cosa (un film al que dedicamos uno de los primeros posts del blog, el 5 de Noviembre de 2010), o Sidney Furie , ese mismo año en  'El ente' .

En lo que sí podemos estar de acuerdo con un grupo importante de críticos, que esta sea la entrega del spin-off mas afortunada, que la primera parte del film, sin llegar a lo escatológico y escabroso es efectiva e incluso elegante, pasando la antorcha a nuevas generaciones, y demostrando la fácil que puede llegar a ser, si lo intentamos entre todos, acabar con el bullying, basado generalmente en la diferencia del acosado. En este caso el diferente lo es por pertenece a la saga de los Warren.

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