Érase una vez en Hollywood. Quentin Tarantino. Crítica







TARANTINO PONE SU FOCO EN UN CAMBIO DE ERA EN EL CINE, EN UN MOMENTO EN EL QUE LA IMAGEN ANALÓGICA ESTÁ A PUNTO DE SUCUMBIR ANTE LA DIGITAL.





Ficha técnica, sinopsis, lo que se dice (Pinchad aquí)




De todas las sensaciones que me ha provocado el film de Quentin Tarantino, y no es poco, quiero poner de relieve una especie de ensimismamiento que ha impedido que me incomodara el permanecer durante casi tres horas inmovilizada en una butaca viendo discurrir imágenes ante la pantalla e intentando averiguar qué quería hacer y transmitir el enfant terrible que conmocionó al mundo con dos películas en la década de los 90, Reservoir dogs y Pulp Fiction y si es posible superar el reto por parte de quien hizo de su forma de construir un relato prácticamente un género que tiene un efecto de llamada importante. En su novena película, la penúltima si hacemos caso de su confesión de que no quiere realizar más de 10, se decanta por un relato de metaficción, un análisis de lo que late detrás del engaño a nuestros sentidos que es el cine, que ubica sus historias en estudios de cartón, -así se trabajaba en la década de los 60 -, cuyas partes fragmentadas se interponen con frecuencia entre el espectador y los actores, un relato que comienza con un homenaje al spaghetti western y al actor norteamericano más emblemático que trabajó con frecuencia bajo las órdenes del gran Sergio Leone, Clint Eastwood ('Este es el hombre por el que ofrecen una recompensa de 200 dólares y aquí está el que los va a cobrar', dice Rick Dalton, el protagonista de una serie televisiva, encarnado por DiCaprio), y en el que no falta alguna referencia a sus propias películas, como el recuerdo de la célebre broma de los 'bocadillos de chucrut' de 'Malditos bastardos'. Pronto harán presencia sus dos protagonistas de esta buddy movie , que pretende emular a la pareja formada por  Robert Redford y Paul Newman, en la que DiCaprio es un actor en decadencia, que ha protagonizado series de bajo presupuesto y que no parece tener muchas posibilidades de alcanzar la cima de su profesión, y su doble, un especialista que se encarga de las secuencias en las que Dalton corre riesgo, una actividad en la que el personaje tiene dificultades por problemas que nada tienen que ver con su trabajo y que forman parte de su pasado, que justifica una secuencia en la que este  hombre de joven apariencia,  Cliff Booth , interpretado por Pitt, tiene un enfrentamiento con un ficticio Bruce Lee y que ha provocado, fuera de las pantallas, en la extradiégesis del film un conflicto del director con la hija de la 'leyenda de las artes marciales', porque en ella se ridiculiza al  luchador y se le presenta como un gilipollas pretencioso y arrogante  al que el doble de Dalton da una lección. Tarantino se reafirma en su versión del personaje en una batalla que se sigue dando en la 'realidad', fuera del marco de lo fingido, donde también se produce una confusión entre lo real y lo imaginado.

Brad Pitt representa en la diégesis del film el papel de ayudante y amigo de Dalton y no el de su doble, en un momento en el que sus servicios no se solicitan por parte de los productores por diferentes razones. Como buen conocedor de las posibilidades que tiene el cine para construir un discurso y hacerlo llegar sin ruidos al espectador, Tarantino ubica su historia mediante breves irrupciones de noticias sobre Vietnam en la época de Nixon que emite la radio del coche del actor que conduce Cliff, un vehículo que se convierte en una especie de discoteca ambulante tan pronto como el sirviente-amigo-especialista se queda solo en el automóvil, cuyo deambular por las carreteras evoca un film emblemático de George Lucas: American Graffiti. Además, el director de 'Pulp Fiction', que selecciona con cuidado la música que contribuye en gran manera a la construcción de esta diégesis, hace una exhibición de lo que entiende por lenguaje audiovisual, especialmente en la entrevista que DiCaprio mantiene con el productor interpretado por Al Pacino, en la que todas las líneas de diálogo están parafraseada por un lenguaje construido tan solo por imágenes, con las que nos habla de las intenciones de un inversor de exprimir el limón que él mismo ha cultivado, -las limitaciones del actor quedan ocultas detrás del artificio, que solo muestra pero no explica -, vendiendo sus fichajes a otros estudios, norteamericanos o europeos, como hacen los amos del fútbol con sus estrellas.

La entrada en juego de Sharon Tate, (Margot Robbie), cuyo asesinato supuso el fin del movimiento hippie, sirve de catalizadora de la reconstrucción de la estructura social que imperaba en el Hollywood de la década de los 60, una especie de mini-país, una célula en la que pululaban especialistas, actores secundarios, actores en decadencia, obreros de todo tipo, técnicos y directores que se hallan en la cumbre de la ola, en cuyos márgenes deambulaban los excluidos, restos de la 'revolución del amor',  integrados en sectas llenas de rencor hacia quienes consideraban triunfadores, aunque no siempre lo fueran, que protagonizaron hechos criminales por todos conocidos, y hacia los que el realizador no muestra ninguna simpatía, e incluso los ningunea recurriendo al tópico de la justicia poética, mediante el cual confunde deliberadamente la realidad y la ficción de acuerdo con sus percepciones. Para construir su discurso alternativo, para dar respuesta a la pregunta más posmoderna, y si queremos, líquida  ( ¿y si hubiera ocurrido tal o cual cosa de otra manera?) el director recurre a todos los soportes posibles por los que circula la información (carteles de cine, salas de proyección privadas y públicas, -la privada del productor y la pública a la que acude Sharon Tate para ver un film en el que participa, 'La mansión de los siete placeres-', televisores, a la sazón de tubos catódicos que vomitan seriales de la época, e incluso libros pulp de intenso significado referencial en el cine de Tarantino), consciente de que el mundo que contempla ya no existe, excepto en el recuerdo y la nostalgia de sus fans.

Un film que no debes dejar de ver.

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