La posesión. Andrzej Zulawski. Ficha técnica y crítica





¿DE QUÉ POSESIÓN HABLAMOS? SEA REAL O INTEGRADA EN UN RELATO DEMONÍACO LITERARIO O CINEMATOGRÁFICO FICTICIO ACABAN ENCONTRÁNDOSE Y SON IGUAL DE INQUIETANTES. ¿CÓMO QUERÉIS QUE ACABE ESTO? PREGUNTA EL PROTAGONISTA.


Ficha técnica:


Título original: Possesion
País: Francia/Alemania
Año: 1981
Duración: 124 minutos

Dirección: Andrzej Zulawski
Guión:  Andrzej Zulawski
Dirección de Fotografía: Bruno Nuytten
Música: Andrzej Korzynski
Edición: Marie Sophie Dubus, Suzanne Lang-Willar
Dirección artística: Holger Gross

Diseño de Vestuario: Ingrid Zoré
Maquillaje: Ronaldo Abreu

Productor: Marie-Laure Reyre
Compañías productora y distribuidoras: Gaumont,


Intérpretes:


Isabelle Adjani: Anna/Helen,
Sam Neill: Mark,
Margit Carstensen: Margit Gluckmeister,
Heinz Bennent: Heinrich,
Johanna Hofer: madre de Heinrich,
Carle Duering: detective,
Shaun Lawton: Zimmermann,
Michael Hogben: Bob,
...


Sinopsis:


Isabelle Adjani y Sam Neill protagonizan esta obra de culto de los años 80 que causó una gran conmoción en su proyección en el Festival de Cannes. Cuando Marc regresa de viaje, encuentra cambiada a su esposa Anna. Muy nerviosa y perturbada, ésta lo abandona y acaba confesándole que tiene una aventura. Marc cae en una profunda depresión que lo lleva al borde de la locura. Para seguir a Anna,  contrata un detective privado que será asesinado brutalmente. La verdad de la aventura secreta de Anna se revelará monstruosa...

Crítica:

La posesión es un film del director polaco  Andrzej Zulawski que está disponible en Filmin, un título muy aconsejable, diferente, incisivo, que cultiva diversos estilos y se inscribe en temáticas de género, pero también de ciencia-ficción, una decisión que permite distintas lecturas según la formación y la capacidad del que mira, inclinándose por el drama que se aproxima al cinéma vérité con un lenguaje audiovisual que pretende acercarse a una realidad acotada, caminando por derroteros torcidos hacia un final que no es del todo original, que han ensayado con anterioridad los maestros del terror, pero que tiene connotaciones que permite extrapolar su escuálida excursión por el imaginario de Wolcraft, dejando un final abierto a la sensibilidad del espectador, invitado por su protagonista que apela al público y le pregunta cómo quiere que acabe esta historia, que permite interpretaciones diferentes, más o menos próximas a los dos géneros dominantes. Una dicotomía que funciona en el propio título del film.

El director polaco, fallecido en 2016, oriundo de un territorio que hoy controla Ucrania, sufrió los avatares políticos de un país que paso del área comunista a la zona de libre mercado occidental, transitando de una y otra en función de sus éxitos, sus fracasos o las condiciones que se daban en una zona u otra para un creación fecunda; esta situación y su propio fracaso matrimonial  tienen una fuerte presencia en el film, que comienza ubicando su historia en una ciudad contemplada en su decadencia, herida en la materia que forma sus muros, sus ventanas desvencijadas y faltas de pintura, que advierten de que en ese escenario se va a desarrollar una trama distópica. Cuando Mark regresa precipitadamente a su hogar, presintiendo que algo no va bien en su familia, a la que está obligado a abandonar durante largos periodos a causa de su trabajo, una situación que se da con frecuencia en una sociedad que no concibe que sea la esposa la que se encargue de llevar al hogar los recursos necesarios para su supervivencia,  lo más habitual, en líneas generales, -las excepciones confirman la regla, de acuerdo con una máxima popular -,  es que cuando una mujer se independiza lo hace de forma completa. En ausencia del esposo, Anna busca refugio emocional en otro hombre, un individuo culto y refinado que vive ocasionalmente con su madre, una mujer muy liberal, que acepta que su hijo, casado y con descendientes, tenga otra pareja con la que se ve en su casa. El conocimiento de esta situación despierta el orgullo herido del marido y el sentimiento de una posesión que vive como legítima y por cuya satisfacción está dispuesto a cruzar de la forma más radical las líneas de la ley. Tenemos, pues, creadas las condiciones de la violencia de género, que en esta ocasión es recíproca.

Pero es aquí cuando entra en juego lo ficticio, lo imaginado, que se puede interpretar como una metáfora, o incluso como una sinécdoque, en la que las heridas del cuerpo se trasladan al alma  despertando los viejos demonios que todos llevamos dentro. El problema radica en determinar que hecho condiciona al otro, que se produce antes la posesión infernal que revienta un matrimonio joven, feliz y con un niño precioso, o es el maltrato físico el que genera el monstruo. Mark, interpretado por Sam Neill (Parque Jurásico, 1993; Thor: Ragnarok, 2017; Peter Rabbit, 2018), deja esta elección al público, aunque la actitud del niño en la secuencia final parece muy elocuente.  Andrzej Zulawski domina el arte de la deconstrucción de la imagen, que se traduce en el tratamiento fílmico y visual del contexto en el que se mueve Anna; si publicamos una fotografía de nuestras vacaciones sin personajes que oscurezcan el trozo de realidad captado por nuestra cámara, es posible que la imagen resultante de más información sobre nosotros mismos que si incorporamos dentro del encuadre los individuos que quedan fuera de campo. Sorprende el lugar en el que el detective que ha contratado Mark encuentra a su mujer, y más aún la naturalidad con la que el hombre vive los acontecimientos que suceden a continuación. La Rusia de Tarkovski invade la Polonia de Zulawski, y en los restos, en la oscuridad de la antigua sociedad parece buscar refugio el mal, ya sea intrínseco o extrínseco de una realidad sobre la que la modernidad ha esculpido un tiempo nuevo. Muy interesante.

Un momento muy oportuno, una vez se ha disfrutado de las escasas películas que están en la cartelera de las salas de proyección, para husmear por plataformas, tiendas especializadas o de ocasión; el film es de 1981, su director ha muerto ya, y Sam Neill es todavía un joven atractivo, pero el film es mucho más moderno, sugerente y actual que muchos que se han realizado este año, y Zulawski, siguiendo el consejo de Van Gogh, que quizá no conocía, consigue introducir más de una idea en su relato.

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