V06. Un lugar al que ir. Iria Márquez. Modesto comentario.




Modesto comentario:


He decidido llamar a este espacio, al que, generalmente,  los que escribimos sobre historias ficticias o reales llevadas al teatro y con mayor frecuencia al cine, designamos con el pomposo nombre de crítica, como 'modesto comentario', ya que no me atrevo a hacer otra cosa que narrar mis sentimientos, mis emociones y todo lo que en cuarenta minutos ha sido capaz Iria Marquez de trasladar a su público, espectadores que, como señalaba Marshall McLuhan acuden a la cita verdaderamente interesados por esta forma de representación, sus contenidos y las interpretaciones de unos actores ya conocidos, -la propia Iria y Juan Carlos Garés-, por su larga trayectoria  en el medio valenciano. A medida que me acercaba al pequeño teatro ubicado en el barrio gentrificado de Russafa en Valencia, sabía que iba a experimentar unas sensaciones nada cotidianas, una impresión que se ha visto reafirmada tan pronto como hemos cruzado el umbral que separa un pequeño bar del lugar en el que se iba a desarrollar la historia,y en el que los elementos que contribuyen al extrañamiento eran sobresalientes. Me parecía estar en una ciudad europea, en concreto alemana, y que desde cualquier rincón nos observaba Brecht.

Nada más comenzar la función hemos comprobado que el sujeto de la enunciación, el lenguaje convertido en deus ex machina, era más complejo de lo que podíamos esperar, fragmentado en una serie de 'secuencias alternas' que se producían en el mismo espacio del pequeño escenario, a las que daba cohesión un material muy particular, documentales de la época en la que se ubica la narración,  que iban adentrado al público en la idiosincrasia de un pueblo español impotente, resignado, que, carente de toda oportunidad, emigraba al extranjero en busca de la posibilidad de trabajar y que era considerado aquí como un emigrante de primera categoría si mandaba dinero a casa y venía de vacaciones con coches que ni los más ricos del país se podían permitir; una apariencia que escondía una realidad bien distinta.

Con este procedimiento que aproxima el teatro al cine, Iria construye una ficción solo en apariencia autobiográfica, en la que disemina aquí y allá elementos de alejamiento, como el tono ronco y actual de canciones muy significativas en las décadas que precedieron a la muerte del dictador que mostraban la tragedia del emigrante español en tiempos de Franco. Pero hay algo que me ha tocado en lo más profundo. Galicia era un país del que huían los hombres en busca de fortuna tanto a Europa como a América, especialmente del Sur y el único nexo de unión con sus mujeres que quedaban en tierra,- madres, hermanas y esposas-, eran las cartas que se intercambiaban con ellas. Mas muchas de estas mujeres  eran analfabetas, -como lo eran muchos de ellos -, y necesitaban  'ilustrados' que les escribieran y leyeran estas cartas,razón por la que adquirían un gran poder sobre ellas. Iria lo cuenta de manera sincera y entrañable, la propia de quien conoce el lugar en que ha nacido, y deja temblando a los asistentes.

Me rindo ante una mujer que, hasta este momento había demostrado que era una buena actriz, y ahora se revela como una autora profunda, sensible y a la vez dura, que no oculta la realidad sino que la contextualiza con una puesta en escena brechtiana y a la vez muy actual, muy cercana al cine, el más fuerte competidor del teatro, que obliga a este género literario a renovarse, como en otro momento ocurrió con la fotografía y el cine, contextualizando de tal forma su relato que no nos permite que olvidemos de dónde venimos y que debemos esforzarnos por crear un lugar 'donde estar' coherente con nosotros mismos.  

Una oportunidad que los valencianos no pueden perder y que esta ciudad les ofrece hasta el día 29. No dejéis pasar esta oportunidad de conoceros mejor.

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