Un castillo alucinante (Castle Freak). Stuart Gordon. Crítica



LA PAREJA BERGMANIANA, UN LUGAR DONDE RESIDE EL TERROR


Ficha técnica, sinopsis, lo que se dice (Pinchas aquí)


Hay que evitar que los esfuerzos por orillar el spoiler nos inviten a distorsionar el entorno, el contexto en el que el maestro del terror, Stuart Gordon, sitúa su reflexión acerca de las graves contradicciones que se producen en el seno de las familias, con independencia de la modalidad que adopte la forma de unión elegida por los progenitores, que incide necesariamente en el bienestar y equilibrio psicológico de su descendencia. Desde el primer minuto se hacen patentes los elementos retóricos del análisis posmoderno, larvado por el psicoanálisis freudiano y aportaciones de deconstructivistas como Derrida y Lacan, materializadas en alguna ocasión por medio de la presencia de un viejo espejo que, no sólo resuelven la duda de si lo que se sitúa frente a ellos es de naturaleza sobrenatural o no, sino que devuelven la imagen de un monstruo que no se reconoce a si mismo, y que da cuenta en los fragmentos del cristal que nacen como consecuencia de la destrucción de su frágil superficie por la reacción provocada por rabia de quien no se reconoce ni se acepta a sí mismo, de la doblez de los reflejados. Una multiplicidad de egos que reproducen sus diferentes imágenes en cada uno de los cristales en que se ha convertido la superficie original, preservada a lo largo del tiempo, ahora hecha pedazos.

La primera secuencia, previa a los créditos, es una introducción al discurso que revela, no sólo la influencia del cine italiano en el género  en el que cineastas relevantes como Dario Argento, Lucio Fulci, Mario Bava y otros realizadores del país que militaron en el giallo,y que alcanzan su mayor notoriedad en la secuencia previa a los títulos de crédito, en la que un cuchillo, un trozo de chorizo, una vieja decadente, un gato y un ser encadenado en los sótanos de un palacio crean el clima gótico necesario para generar tensión, dan algunas claves de lo que veremos en el desarrollo del film; una secuencia en la que se imponen los planos aberrantes, los planos-secuencia muy significativos, con una gran carga de información, un avance de un trabajo de los fotógrafos que van a confundir el ojo del monstruo con el de sus cámaras, e irán alternando diferentes posiciones  de observación de los intrusos que invaden su hogar, de quien ostenta el papel de narrador visual, el citado monstruo, con independencia de su naturaleza, que no articula palabras. Una forma de trabajar que ha permitido a algún crítico decir que es la primera vez que el monstruo se convierte en narrador de su historia.

En el background tres tipos de familia desestructurada, en cuyo seno los hijos son las víctimas principales: la formada por la Duquesa de Orsino (interpretada por Helen Stirling), abandonada por su marido norteamericano que huyó con su hermana, dejándola sola con su hijo, en el que ejercerá su  cruel venganza; la de John Reilly (Jeffre Combs), su mujer y su hija ciega, atrapados en un infierno provocado por la adicción del hombre al alcohol que ha acabado en tragedia, y la del policía  Grimaldi (Tunny Piras) y la prostituta Sylvana (Raffaella Offidani), padres de un niño pequeño. Las heridas que los progenitores provocan en sus descendientes, entre los que predominan los hombres, con sus enfrentamientos y contradicciones,  son profundas, y  protagonizan las escenas más duras y truculentas del film, en el que el cuerpo de la mujer se exhibe y adopta relevancia, con independencia de su edad y su estatus social.

La susceptibilidad de cada cual para aterrorizarse más o menos es muy subjetiva. Stuart Gordon reune todos los elementos necesarios para causar pavor al contar una historia del propio Lovecraft, 'The Outsider', y, en una época en la que el tratamiento de la imagen digital mediante la incorporación de efectos especiales estaba en una fase primitiva, a pesar de que Lucas y Spielberg habían utilizado con talento los medios técnicos a su alcance, revolucionando la forma de hacer del cine, que nunca volvería a ser lo que había sido hasta el momento, excepto en algunas producciones nostálgicas del pasado y pseudoartísticas; el monstruo de Gordon es impactante, cubierto con frecuencia con telas desgastadas que le dan un aspecto fantasmal, y proporciona algunos momento en los que, a la manera del cine de serie B, combina la violencia con la expresión de una sexualidad primaria y destructiva, de la que es en parte responsable Raffaella Offidani. 

El trabajo del departamento artístico y de decoración crea ese ambiente gótico que emula los relatos de Poe, unos espacios en los que la acción conduce a un sótano que evoca 'La caída de la Casa Usher', el altar del terror del que logra escapar la bestia y extender, a modo de catarsis, el pavor por una casa dominada por su señora madre, poniendo al descubierto la crueldad de la que la aristócrata, venida a menos, había hecho gala en su único hijo. Un epitome del cine de género precedente en el que la decisión del cineasta unida a una limitación de recursos, a los que se ha sacado gran provecho, proporciona al fan del género imágenes de gran fuerza poética que contribuyen a la creación de una obra especialmente inquietante, que a muchos espectadores y críticos parece no haber gustado.

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