La hija de un ladrón.Belén Funes. Ficha técnica y crítica


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Ficha técnica:

Título original: La hija de un ladrón
País: España
Año: 2019
Duración: 102 minutos

Dirección: Belén Funes
Guión: Belén Funes, Marçal Cebrian
Casting: Irene Roqués
Dirección de Fotografía: Neus Ollé
Música: No hay
Edición: Bernat Aragonés
Dirección artística: Isona Rigau

Diseño de Vestuario: Desirée Guirao
Maquillaje: Elisa Alonso

Productores: Antonio Chavarrias, Alex Fuentes
Diseño de producción: Marta Bazaco
Compañías productoras: B-Team Pictures, Oberón Cinematográfica; distribución B-Team Pictures


Intérpretes:


Greta Fernández: Sara,
Eduard Fernández: Manuel,
Àlex Monner: Dani,
Frank Feys: Marcel


Sinopsis:


Sara ha estado sola toda su vida. Tiene 22 años y un bebé; su deseo es formar una familia junto a su hermano pequeño y el padre de su hijo. Su padre, Manuel, tras años de ausencia y al salir de la cárcel, decide reaparecer en sus vida. Sara sabe que él es e principal obstáculo en sus planes y toma una decisión difícil, alejarlo de ella y de su hermano.



Crítica.


Belén Funes  construye un relato audiovisual, que los críticos han relacionado con el cine de los Dardenne, limitándose a parafrasear con un lenguaje literario lo que el espectador ha aprehendido durante la visualización del film, por lo que apenas los escritos sobre 'La hija de un ladrón', película protagonizada por Eduad Fernández, y, sobre todo, por su hija Greta Fernandez, premiada con la Concha de Plata a la Mejor Actriz durante la edición del Festival de San Sebastián del año en curso, aportan nada a la comprensión del trabajo de Belén Funes, que ha convivido en diferentes lugares de confinamiento con jóvenes privados de libertad, y su guionista Marçal Cebrian, presentes ambos en el coloquio que, como cada lunes, se celebra el cine-club del Cine Lys de Valencia.

No carece, en absoluto, de interés el estilo en el que ambos jóvenes (realizadora y guionistas) militan a la hora de construir el relato visual de esta historia, en la que van construyendo el personaje deconstruido de una joven, Sara (Greta Fernández), que va dibujándose mediante recursos cinematográficos muy relacionados con todo  tipo de metonimias, sinécdoques o metáforas visuales, ya sea a través de la contigüidad espacio-temporal, su forma de relacionarse con las tareas propias del oficio que desempeñe en cada ocasión, el cuidado de los niños, su propio hijo y su hermano, o la relación con el sexo opuesto, ya sea su ex-pareja, el padre de su criatura, o su progenitor, cuya compañía busca desesperadamente para no sentirse sola y choca con la indiferencia o el desamor de ambos. Lo cotidiano adquiere la categoría de excepcional, tanto da que se trate de fregar unos vasos que olisquea después sin que el público entienda la razón, barrer una calle, volver a casa con el niño, o mostrar, mediante tomas absolutamente claustrofóbicas  su espacio vital,  que evidencian la estrechez de estos espacios, repletos de aquellas cosas imprescindibles para la vida cotidiana de dos mujeres y sus niños, que ocupan ocasionalmente pisos de acogida subvencionados para aquellas mujeres que no disponen de recursos para financiar su propia intimidad.

Belén Funes y Maçal Cebrian dejan que sea el espectador el que reconstruye el relato y deduzca que el padres ha estado en la cárcel, - no importa la razón -, que ni se pregunte si Sara tiene madre, ni cuál es la relación exacta de Manuel con la mujer con la que convive, a la que vemos tumbada en la cama, a través de la puerta entreabierta de su habitación frente a un televisor, que forma parte de un piso en absoluto depauperado. El hombre se dedica a vaciar pisos, dando a su hija la opción de  quedarse con aquello a lo que encuentre cierta utilidad. No importa el contexto, (sólo en alguna ocasión vemos alguna vista exterior de la casa que ocupa la chica), ni social, ni económico, ni cultural, que no se define por grandes planteamientos históricos ni culturales; a pesar de ello, la protagonista  deja más de una pista, que, al no ser resuelta, parecen esconder un lado muy oscuro en las relaciones paterno-filiales, y que finalmente sólo guardan relación con la soledad de una joven que busca llamar la atención de sus seres queridos y conseguir su cariño.

¿Cinéma vérité?  Al menos cine prosaico, privado de toda poesía, que, como se encargo de demostrar Woody Allen en 'La rosa púrpura de El Cairo', no suele darse de esa forma en la vida de cualquier persona, porque, aún en la más grave contrariedad, el hombre suele buscar en la utopía unos instantes de la felicidad que la vida le niega. El personaje de Sara no es empático, no logra comunicar con el público, por lo que más de un creador de opinión, entre los que se encuentra Carlos Boyero, termina afirmando que el lenguaje del film no lo conmueve. Ni tan siquiera en la muy alabada secuencia final de la película.

Fiel a la tendencia posmoderna, joven, que huye de la grandilocuencia y la épica, la realizador y su guionista insisten en dar relevancia a lo personal, consistente en subsistir cada día sin derrumbarse,  desestimando la narración de una gran historia en su búsqueda de lo que interpretan como real,con un lenguaje propio de un estilo al que se ha designado como 'sin estilo' (el indie), cultivando una especie de adanismo que acaba creando otra poética en la que lo cotidiano se aproxima a lo novelesco y ficticio, (poética de lo pobre, materializada en un atrezzo que pone de relieve el bajo costo de todo lo que interviene en la celebración de la comunión del hermano de Sara). En todo caso, y como es habitual, Belén Funes manifiesta su 'rebeldía', su 'juventud' deliberadamente diferenciada, en la elección de la imagen de una joven madre y hermana en la que busca el esteticismo de las chicas de las nuevas generaciones, en el caso de Sara desvalídas, mientras su cámara se embelesa en la búsqueda de una imagen que se adapte mejor a la política de encuadre que a la de montaje, al cine de autor que al de género, que resulta subsidiario, sin  la denuncia social que hubiera caracterizado el cine de los Dardenne o de Ken Loach de una marginalidad que se extiende y que 'muerde' a cualquier generación sujeta a la precariedad y el subsidio; en su relato todo es posible, que su situación sea producto de la injusticia del reparto social o de una forma de vida claramente antisocial.Todo cabe en la narración de esta historia. Como ocurre habitualmente, el cine indie pierde el pulso frente a una realidad que, esta sí, se muestra contundente, y es emocionalmente mucho más rica vivida que narrada.

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