Roma.Alfonso Cuarón. Crítica




APARIENCIA DE CINE DE LOS MÁRGENES CON RECURSOS HOLLYWOODIENSES AL SERVICIO DE UN AUTOHOMENAJE EN FORMA DE AUTOFICCIÓN.


Ficha técnica, sinopsis, Premios, lo que se dice (Pinchad aquí)

Crítica:



Es difícil nadar contra corriente y poner alguna objeción a un  film que ha sido alabado por la mayor parte de críticos y un gran número de espectadores y que ha triunfado en los certámenes de cine más importantes. Ya metidos en Netflix, nos encontramos con una película realizada con espectaculares recursos de todo tipo: máquinas, (Arri Alexa 65, cuyo valor el superior al de un piso en una ciudad española, y todos los que se interesan por ella hablan inglés), especialistas en cualquier modalidad fotográfica, enormes equipos de post-producción y efectos especiales, y, eso sí, una fachada constituida por un elenco formado en gran parte por actores desconocidos locales, blancos ( la clase dominante)  o indígenas (generalmente siervas o mucamas), un decorado alternativo al cine que aborda con mayor tosquedad historias de amor (o desamor) y lujo. Sin embargo este oximorón (recursos ricos, actores modestos)  constituye el auténtico background del film que dirige Cuarón y que, si bien adopta la modalidad de la autoficción, que asocia dos  tipos de narraciones opuestas: un modo de autobiografía (el director o autor es a la vez el narrador y, aquí, un personaje secundario) y una narración ficcionada; el espectador ignora hasta qué punto todo lo que se le cuenta es real, ya que la protagonista es una sirvienta  que cuidó al director y sus hermanos en el hogar materno, una casa que abandonó el padre para formar una nueva pareja y se llevó todas las estanterías que cubrían las paredes, dejando los libros en el suelo de los pasillos por los que debían corretear sus hijos.

Una exhibición de medios espectacular con la que consigue bellísimos resultados, una imagen limpia pulcra, clásica, académica y elegante, que desdibuja el lenguaje paternalista y demagógico con el que el director de Gravity evoca su infancia, el tiempo perdido en el que vivía con sus hermanos, Cleo, su madre y su abuela, en un país que apalizaba a sus obreros y estudiantes, sufría tragedias naturales y los nativos constituían una dúplica de los negros en América del Norte, y servían a los blancos que habían llegado al nuevo continente como altos funcionarios del estado o comerciantes. Cuarón consigue una crítica favorable, sin fisuras para un relato que, curiosamente, es muy político. Los oriundos del lugar forman parte no sólo de la servidumbre privada de la clase media alta, sino que engrosan cuerpos paramilitares, entrenados duramente, que oprimen a la población que se manifiesta descontenta en las ciudades, cuya participación fue sonada en la Matanza de Corpus Christi el 10 de junio de 1971, llamada 'El Halconazo' por la participación de un grupo autodenominado los 'Halcones', en la que mataron a 120 jóvenes estudiantes entre 14 y 22 años. Uno de estos matones es el novio de Cleo, el responsable del embarazo de la chica.

El film que comienza con una exhibición de un travelling realizado con una lente gran angular, cuyo resultado es un plano largo muy espectacular que da paso a un relato que se ensimisma en la búsqueda de una estética académica y convencional, sin música, para disfrute de los que odian las bandas sonoras estridentes, negándose a sí mismo la posibilidad de utilizar este recurso con valor narrativo, animado por el interés de abrirse a un público amplio determinado, pausada, sin planos aberrantes ni extravagantes picados y contrapicados. En el contraplano, el realizador cierra su narración con un plano fijo que capta la casa natal de Cuarón filmada con un fuerte contrapicado, una imagen en la que integra los créditos finales. Una exhibición de su savoir faire, de su dominio del modo de representación cinematográfico, pero que narra una historia más satisfactoria para esa clase media burguesa internacional, a la que pertenece Cuarón, que quiere a su servidumbre pero se presenta como su patrón o patrona, un nombre que viene del pater-patris (padre) latino, de amplio uso en el mundo hispanoamericano para referirse al que o a la que manda, que pertenece a un universo estable en el que estas desigualdades de origen se contemplan como normales, un medio en el que los de abajo muestran su sumisión, ya sea de forma pacífica o violenta.

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