La enorme decepción de los Premios Goya.




PREMIOS GOYA


34 EDICION





La enorme decepción de la 34 edición de los Premios Goya, celebrada en la periferia del país, en Málaga, un hecho más simbólico que cargado de contenido, es la ausencia de una política cinematográfica clara de sus conductores que, en realidad, no sé a qué obedece, pero que ha obligado a los directores de los periódicos más importantes a camuflar la 'humillación' a que se ha sometido a los mejores directores españoles, Alejandro Amenabar y Benito Zambrano, a colocarlos en la lista de los ganadores, cuando se les ha burlado algo que nunca nadie les podrá arrebatar: su talento innovador y su capacidad para contar historias con un lenguaje cinematográfico exquisito que da forma en la pantalla a la idosincrasia del pueblo español, -la de verdad -, y los grandes acontecimientos a que los españolitos han sido arrastrados por su atribulada Historia. Nunca se nos olvidarán esas banderas que ondean y que marcan las diferentes etapas de nuestra historia, ni esos campos resecos por los que se arrastran los perdedores de cualquier lugar en cualquier tiempo y que equiparan el doloroso caminar de los andaluces por los mismos teatros por los que se arrastraron los personajes de Pasolini, Jodorowsky o Sergio Leone. Siempre tendrán nuestro reconocimiento; las películas de ambos, 'Mientras dure la guerra' e 'Intemperie', figurarán en un lugar destacado de nuestra videoteca, junto a otros cineastas destacados oriundos de cualquier latitud de nuestro planeta.

Comenzábamos diciendo que echábamos de menos una política clara de la Academia de Cine de España. Ahora la premiada con las máximas distinciones que puede recibir un director, en este caso Pedro Almodóvar, tendrá que medirse con la selección que han hecho los norteamericanos de películas que algunos clasificarían como cine de los márgenes, indie, independiente, realizado en países como Polonia y Macedonia, o barrios como los conflictivos de la Banlieu parisina, películas premiadas en los festivales de cine independiente, entre ellos Sundance, o en los más prestigiosos de Cannes o Venecia, productos que el director manchego clasificó como cine de autor (yo no confundiría siempre cine de autor con pocos recursos), y osó pedir al Presidente del país, que por primera vez, desde la última que lo hizo Rodriguez Zapatero acudía a estas citas, más ayuda para los de su grupo. Casi la única ocasión en que las cámaras enfocaron a Pedro Sánchez, en contraposición a lo ocurrido en los Premios Odeón que enfocaron constantemente al Ministro de Cultura. Pero entre los nominados a los Oscar hay una excepción, un hueso duro de roer, el coreano Bong Hoon-jo que tiene la capacidad de convertir cada una de sus películas en una obra de arte, perfectamente integrada en el contexto global actual (The Host, Mother, Okja...). Habrá que ver cómo resuelven  los americanos la lucha entre la nostalgia y la modernidad. (me refiero sólo al cineasta manchego y al coreano)

Dicho esto, nos parece estupendo que Oliver Laxe, que podría entrar en el mismo grupo de Almodóvar, (en su caso no por temática -¿la autoficción?-, sino por la financiación menor de su película, lo que no lo convierte en el 'pretendido autor' que defiende Almodóvar, pero si en un director relevante, situado hoy en los márgenes, que en este momento lucha por abrirse camino), recibiera dos galardones, uno de ellos muy importante, el de 'Mejor Fotografía' para Mauro Herce, y otro de menor rango como el de Mejor Actriz Revelación para Benedicta Sanchez. Lo felicitamos y prometemos ver su película. El resto se podría definir como una serie diseminada de premios de consolación sin mucho fundamento.

Si recurrimos al meollo observamos que la 34 Edición de los Goya proclama a Almodóvar  como el realizador español por excelencia, el mejor director que hace la mejor película desde hace muchos años, el deux ex machina, el autor del guión, que no se responsabiliza del montaje, (hay que escuchar la voz del que concede el Goya a la montadora), que  delega en Teresa Font (olvida la lección de Frank Capra que se hizo montador, consciente de que cortar y pegar es el sujeto de la enunciación) esta fundamental tarea. La mejor música original la deja en manos de Alberto Iglesias, y la de encabezar el reparto a un actor que lo ha acompañado desde la adolescencia, Antonio Banderas, que hizo sus pinitos como realizador, (El camino de los ingleses) y el público patrio le pagó con el desprecio y la indiferencia.

Quien se detenga y se fije un poco en los créditos iniciales y finales de un film, comprobará que se ha dejado en manos de Amenábar el premio a técnicos que el público no conoce muy bien, a pesar de la importancia que tienen en la construcción de la diégesis. De los cinco galardones que le han otorgado sólo uno figura entre los que abren el film: el diseñador de vestuario, que ha recaído en Sonia Grande, cuya labor es fundamental para la construcción de personajes,aunque no se ha hecho pedagogía sobre este aspecto del cine, ese gran desconocido, porque hasta ahora, como señala Noël Burch ha sido el espectáculo de los pobres y muy pocos se han tomado en serio su estudio. Los otros cuatro aparecen en los créditos finales, cuando la sala ya se ha quedado vacía, y los trabajadores barren las palomitas  diseminadas por el suelo de la platea (ahora algunos directores intenta evitar esta discriminación poniendo todos los créditos al final): el director artístico, para Juan Pedro de Gaspar, que muchos confunden con el diseñador de producción o el director de producción (Carla Pérez de Albéniz), y el de Mejor Maquillaje y peluquería para Ana López-Puigcerver, Belén López-Puigcerver y Nacho Díaz , tan importante como el de Vestuario, pero a la vez tan despreciado por desconocido por los espectadores. Aunque hay que reconocer que nos enseñaron el ojo de Eduard Fernandez, convertido en el de Millán Astray, un acento por el que siento vergüenza ajena, convertido en mejor actor de reparto, más por deferencia a su presencia en las pantallas españolas que por su papel en el film. También competía por 'La hija del ladrón', de la galardonada Belén Funes. Los periódicos se atreven a decir que se han repartido los premios entre los dos realizadores más importantes. Todos sabemos que no.

Me gustaría señalar que se ha concedido un premio (uno) a Mario Campoy e Iñaki Madariago por los efectos especiales de la película 'El Hoyo' , dirigida por Galder Gaztelu-Urrutia, la única de ciencia-ficción que ha logrado ser exhibida en el Festival Internacional de Cine de Toronto, el Festival de Cine de Terror de Sitges, donde se consagran grandes cineastas de todo el mundo,  y el Festival de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián. Siento una profunda alegría de que algunos jóvenes empiecen a entender la importancia de un género en el que predomina el uso trasladado del lenguaje, cinematográfico y literario. No he tenido la oportunidad de verla, pero queda, junto con O que arde en la lista de mis prioridades.

El resultado de esta nueva edición de los Goya es que deja el cine español donde estaba, y mientras los espectadores del país no reaccionen, como me dijo una persona que ya no está con nosotros, muy lúcida y de la que guardo un gran recuerdo: se comportan como 'si los besaran durmiendo'. Por cierto, podéis ver 'Dolor y gloria' en Netflix  ¿Recordáis la polémica del manchego con esta plataforma cuando era Presidente del jurado de la competición oficial de Cannes? París bien vale una misa. No entiendo bien qué significa lo que le dijo Almodóvar a Penélope Cruz cuando le entregaba 'el cabezón a Antonio Banderas.¿Y vosotros?

Respecto a la mejor película extranjera, les ha faltado el coraje de haber optado por  la sueca, dirigida por Ali Abbasi, Border, un film que reacciona con dureza contra la xenofobia que provoca el movimiento de los pueblos que huyen de zonas inhabitables de la Tierra y lo hace con un lenguaje que potencia la reacción. La misma que lo que representa. Mala suerte; demasiado atrevida y dolorosa de ver.





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