Las dos inglesas y el amor. François Truffaut. Comentario.
LA BRECHA DEL CANAL DE LA MANCHA
Estos días anda Europa alborotada porque Inglaterra (no tanto Escocia e Irlanda) se ha refugiado de nuevo en su aislacionismo de un continente con el que sólo ha formado una unidad cuando los romanos se la impusieran a la fuerza. Tras su ingreso en la Unión Europea conservó la conducción de automóviles por la izquierda, su sistema métrico decimal y su moneda, buscando siempre el amparo de sus hijos en las potentes colonias de la recientemente descubierta América del Norte. Cuando sus soldados quedaron arrinconados por los alemanes en Dunkerque todo aquel que tenía un barco, por pequeño que fuera salió al rescate de los suyos, que se estaban jugando la vida contra el nazismo. Por todo ello hay que preguntarse que pesa más en la conciencia de muchos británicos, la tradición o los beneficios de una Europa unida, de la que les separa el Canal de la Mancha. De momento parecen haberse impuesto los sentimientos de quien no hace mucho poseía un gran imperio, la Mancomunidad de Naciones, British Commonwealth of Nations, cuya bandera ha izado mientras arriaba la europea, aunque ya no represente la misma realidad, pero le ayuda a vender la idea. Sería interesante ver el film de Truffaut, una metáfora de la idiosincrasia que diferencia las islas del continente.
Ficha técnica:
Título original: Les deux anglaisses et le continent.
País: Francia:
Año: 1971.
Duración: 130 minutos.
Dirección: François Truffaut.
Guión: François Truffaut y Jean Gruault, basado en la novela homónima de Henrri-Pierre Roché.
Dirección de Fotografía: Nestor Almendros. Eastmancolor, 35 mm.
Música: George Delerue.
Montaje: Yan Dedet y Martine Barraqué.
Sonido René Levert.
Director artístico: Michel De Broin.
Diseño de Vestuario: Gitt Magrini.
Peluquería: Simone Knapp.
Productores : Marcel Berbert y Claude Miller.
Dirección de Producción: Marcel Berbert.
Productor ejecutivo: Claude Miler.
Compañías productoras :Les Films du Carrosse, Cinetel; distribución video: DeAPlaneta.
Intérpretes:
Jean-Pierre Léaud: Claude Roc,
Kika Markham: Ann Brown,
Stacey Tendeter: Muriel Brown,
Silvia Marriot: Señora Brown,
Marie Mansart: Madame Roc,
Philippe Léotard: Diurka,
Mark Peterson: Señor Flint,
Irène Tunc: Ruta.
Georges Delerue: agente de Claude.
Sinopsis:
"Casi diez años después de "Jules y Jim", Truffaut vuelve a Henri-Pierre Roché, el autor del libro en que se basó aquella película, para adaptar ahora "Les deux anglaises et le continent". Truffaut accedió a las propias notas manuscritas del autor, un diario que le serviría después para construir la novela, rindiendo una vez más un homenaje a la literatura y su creación. Además, se inspira lejanamente en las vidas de las dos hermanas Brönte para dar parte de sus características a las protagonistas del filme: como Emily Brönte, Muriel es una puritana apasionada, mientras que Anne es un mujer llena de sentido común y muy avanzada para su época, como lo fue Charlotte..." (Apuntes)
A comienzos del siglo XX, Claude, un joven escritor francés, conoce en París a Anne, una chica británica, que se encuentra estudiando en el continente. La joven lo invita a pasar unas vacaciones en Inglaterra, con su madre, y es allí donde conoce a Muriel, la hermana pequeña de Anne. Entre los tres surge una estrecha amistad, que desemboca en un triángulo amoroso. Pasiones encontradas, rupturas, ilusiones e infidelidades se van sucediendo a lo largo de veinte años.
Crítica:
Jacques Lacan asegura " que el lugar de lo real se desplaza siempre del 'trauma al fantasma'. Ello es así porque - desarrollando criterios freudianos - lo real se presenta bajo la forma que tiene de lo inasimilable - bajo la forma del trauma". El desplazamiento cumple entonces una función defensiva: delante de la herida se coloca una pantalla, se cambia el nombre, se fabula con metamorfosis de dolor, cuya raíz queda oculta; de este modo actúa la virtualidad metafísica de la apariencia interpuesta ante el conocimiento. Es el campo del fantasma, el juego de las pantallas, la alteración en las manifestaciones de lo real, que sin embargo siempre estaba ahí, no se ha movido, subyace al conflicto implícito en la cualidad de un ser que (...) considerándose fiel a la materia, se constituye ya sin memoria . (Miguel Casado )
Las dos inglesas y el amor (Les deux anglaises et le continent, 1971 ) es una adaptación de una novela, de tinte romántico de Jean - Pierre Roche, que narra la historia de un triángulo amoroso, que incluye otro en su seno: amistad, sexo y amor. Historia contada por un narrador omnisciente, voz en off, y otros que operan en el interior de la diégeis, las voces de sus protagonistas leyendo cartas y diarios. En la metadiégesis la penetración psicológica en el personaje de Muriel, la más presente en la narración y la más ausente en el film. La excusa inicial, el Macguffin, es la complicación implícita de un matrimonio internacional. Dos mujeres, unidas por una gran amistad, una inglesa y otra francesa, ponen en contacto a sus hijos para completar la formación francófila de las dos muchachas galesas: Anne y Muriel Brown. Aunque atraída por Claude, Anne lo empujará hacia su hermana Muriel, mujer de múltiples facetas y que vende cara su presencia. Este amor inducido, que conduce al matrimonio, estará teñido desde el principio por los tópicos que acompañan a los distintos pueblos que forman la nación europea: los franceses son más abiertos pero mienten más, los ingleses son más lógicos y fantasiosos, dice ellas; los ingleses son discutidores, poco sensibles y sin imaginación... responde él. Un muro de prejuicios se levanta desde el primer momento. Pero también habrá recriminaciones personales, consecuencia de la pertenencia a distintas tribus y diferente educación ( ingleses más puritanos ).
Claude, hijo único, es acusado por Muriel de ser un malcriado y un francés, no en el mejor sentido de la palabra. Las puritanas muchachas le interrogan sobre partes de la vida que les han sido ocultadas, argumentando que toda elección impone un sacrificio, pero para elegir bien ¿vicio o virtud ? hay que conocer. Se interesan por los burdeles y su funcionamiento, en aquellos momentos regidos por madames burguesas, que se consideraban a sí mismas como funcionarias municipales, con un papel útil para la sociedad. El fetichismo de Claude se revelará en los distintos paseos con las jóvenes, en los que reflexionará acerca de la gran atracción que siente por las nucas, que puede mirar sin ser visto (voyeurismo). Pero Claude, obsesionado por lo que cree el amor de su vida, decide abandonar la literatura, aunque no puede oponerse a su sentimiento edípico, al dominio de una madre que se opone a un matrimonio que le priva de su hijo, al que somete con argumentos intimidatorios, como : "No temo perderte, temo que te destruyas. Cuando murió tu padre me hice cargo de tI, te nombré mi monumento y te levanté piedra por piedra". Él la justifica pensando que no había sentido jamás el amor físico y por eso se mostraba firme y hostil. Un mediador impone la condición de que los jóvenes no se vean durante un año, colocando todos los triunfos en manos de la madre de Claude.
El joven, aunque no cumple el deseo de su madre de dedicarse a escribir, se hace crítico de arte y comienza a frecuentar múltiples mujeres, lo que no desagrada a su progenitora porque esta situación no pone en peligro sus intereses. Le ata más a ella haciéndole su administrador, y consigue en sólo seis meses aquello para lo que habían puesto un plazo de un año. Pero, como hemos dicho, hay dos mujeres más en la vida de Claude, Anne y Muriel Brown, escondidas detrás de una máscara que oculta su auténtica naturaleza. Muriel, al colocarse constantemente delante del espejo ( que nos devuelve una imagen invertida de nosotros mismos), produce un desdoblamiento especular, hace surgir un tercer Yo, teatral, en el que realiza una reflexión sobre sí misma, vista como otra, que va construyendo en un diario o unas cartas. No es la Muriel que conoce Claude, ni su imagen invertida y reflejada, sino otra surgida de ambas en la escritura, quedando las tres unificadas. Pero la una dará lugar a esa cadena procesual de seres distintos, en los que las perfecciones iniciales se irán degradando, a la vez que elude su propia identidad y genera un extrañamiento propio en diversos personajes. La formación de su ego ideal con el que se compara, produce una represión constante, y se irá desdoblando en máscaras, pantallas, (gafas oscuras, vendas en los ojos, vista recuperada... ), que dialogan entre sí, que deforman su propia realidad.
Estas confesiones inspirarán a Claude y le convertirán en el escritor deseado. Anne, que marcha a París tras la separación de su hermana y de Claude, tampoco es la mujer puritana que representa. Comienza una vida presidida por la práctica del amor libre que, junto a su trabajo como escultora y admiradora de Rodin, constituyen su auténtica personalidad. Su vida desenfrenada acabará matándola de una enfermedad letal en aquella época: la tuberculosis. Entre sus múltiples amantes se encuentra el joven Claude, cuyos encuentros y desencuentros amorosos con las hermanas, unidos a la distancia física, a la brecha del canal de la Mancha, produce un extrañamiento una alienación desconcertante entre los tres, que alimentará las fantasías. De hecho ellas le llaman el continente, apelativo que aparece en el título original y que extrañamente se cambia en la traducción española.
El protagonista se lamenta de que no es el amor lo que perturba la vida, sino la incertidumbre del amor. Muerta la madre, muere con ella la mujer más exclusiva de su vida, y ya no sabe qué hacer con su libertad; Muriel aparece inesperadamente para cumplir su propósito personal: iniciarse con Claude y dejarlo después, atormentándolo con la idea de la posibilidad de tener un hijo con él. Claude verá a ese niño en todas partes. Es su castigo. En Truffaut es constante el uso del término eureka, asociado a Balzac en Los cuatrocientos golpes y a Edgar Allan Poe en Las dos inglesas y el amor. Pero ¿ qué ha encontrado ? ¿ Se ha encontrado por fín a sí mismo ? La cuestión queda abierta. Muchos progres de la época reniegan de sí mismos, de Truffaut y su criatura, Jean Pierre Léaud, su alter ego, porque quizás aún estén en ese camino de su propia búsqueda; nosotros seguimos viendo en el autor algo fresco, aunque también lo disfrutamos en su momento, (algunas), otras son felices con su descubrimiento, porque están viendo sus películas por primera vez, aisladas del contexto de su obra. Esto tiene su gracia.
Una curiosidad: el creador del score musical . Georges Delerue,desempeña un papel en el film: agente de Claude.
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