Tyler Rake. Sam Hargrave, Crítica.




UNO NO SE AHOGA POR CAERSE AL RÍO, SINO POR QUEDARSE SUMERGIDO EN ÉL



Ficha técnica, sinopsis, lo que se dice (Pinchad aquí).


Un fantasma recorre el mundo, el fantasma del coronavirus, que ha conseguido en tan solo mes y medio lo que no han logrado guerras y revoluciones desde que se deslocalizaron las empresas, en busca de economizar gastos, aunque ello supusiera la precarización de los trabajadores del orgulloso Occidente, y se concentraron entre otros lugares en Wuhan, centro de la industria manufacturera global, de donde, al parecer salió el terrible virus, a lomos de empresarios congregados en reuniones multinacionales y de turistas, que aprovechaban el low cost;  una especie de muerto viviente que se mueve como pollo sin cabeza, y que pilla a una comunidad Eloi, que se preocupa especialmente de cuándo abren las peluquerías, los bares, los restaurantes y los lugares de ocio, sin percatarse de que la reclusión de la mayor parte de la población, en gran medida asustada, ha dejado desiertas las calles, las tiendas, y los cines. Estas circunstancias han obligado a los organizadores de los Premios Oscar a considerar que las películas estrenadas en streaming, revisando sus propias reglas, van a consentir que entren en juego películas que  no se hayan estrenado en salas, una excepción que sólo regirá en la edición de 2021. (Emilio Doménech, Vogue, 29 de abril de 2020).

En este contexto, Netflix lanza un film de acción que está teniendo mucho éxito en las plataformas, Tyler Rake, una película dirigida por Sam Hargrave, que aborda el tema de la guerra sucia en el mundo del narcotráfico en Oriente (entre la India y Bangladesh ),en el que los de arriba y los de abajo están sumidos en la misma podredumbre, una basura de la que surgen líderes infantiles, a los que se enfrenta un héroe, que algunos define como un macho-facho, según terminología de Cristina Morales, para liberar al hijo de uno de los traficantes que luchan por controlar el negocio, que, a diferencia de los niños de la calle cuya esperanza de vida es más corta que la de un octogenario, acuden a colegios caros, como el protagonista, cuyo padre mueve los hilos del negocio desde la cárcel.

Tyler Rake es un film de acción, un género en el que las tecnologías más avanzadas se convierten en protagonistas, y los directores artísticos, de efectos especiales, informático, y otros técnicos son decisivos en el resultado final de un producto en el que el destrozo material compite con los músculos de sus héroes, en este caso representados por Chris Hemsworth, uno de los actores en nómina de las adaptaciones de Marvel, grandes superproducciones que, de seguir las cosas así, acabarán incorporándose a las plataformas de streaming, muchas de las cuales han surgido de las grandes compañías del viejo Hollywood, como Disney  +. A pesar de lo dicho, da la impresión de que no hemos aprendido nada, y de que no nos hemos percatado de que no podemos salir de una crisis con los mismos actores que nos han traído hasta aquí, con locutores de radio y presentadores de televisión estrellas, que desaparecían de sus programas tan pronto llegaba una fiesta o un periodo vacacional (dos meses en verano y más de medio en fin de año), dejando en manos de becarios inmaduros la información de graves crisis económicas, políticas sociales, y también culturales (estas últimas las de más difícil solución).

Algunos críticos de cine, como Luís Martínez (diario 'El Mundo'), no entiende que la sociedad que defiende ya no existe, que el arriba y el abajo de siempre han sido barridos por algo que no está vivo ni muerto, y que se aloja en  seres endebles como los que presenta Bong Joon-ho en la multigalardonada 'Parásitos', y que películas como Tyler Take no sólo entretienen, sino que también adoctrinan, ya que, no es lo mismo hablar del collar de María Antonieta en épocas de prosperidad, que en pleno ciclo de la muerte. La película que dirige Sam Hargrave es una orgía de sangre con textura de muerte, que diezma a una sociedad exangüe, cuyas calles populosas están llenas de niños que, como ya ocurriera en los comienzos de la sociedad industrial, son mano de obra barata y carne de cañón de los poderosos, una crónica que realizaron escritores del siglo XIX que denunciaron la explotación infantil y el desarrollo de las 'Cortes de los Milagros, como las que forman el contexto del film.

Para algunos, es probable que el caos si es exótico, sea más atractivo, porque, lo cierto, es que si ocurre en casa propia es insoportable. Pero nadie puede ignorar que los narcotraficantes están en cualquier parte, y desde luego en nuestro propio país, si bien nadie se atreve ni a denunciarlos ni a  ellos ni sus relaciones con funcionarios del estado. Una hipocresía que denunciaban las hermanas Brontë, especialmente Emily. El film no defraudará a los amantes del género, porque cuida todos los elementos del mismo, incluido un héroe con un lado humano, un hombre que llora, y que a la vez cuida sus músculos que le dan la apariencia que envidian los macho-fachos del mundo. Pero a la vez demuestra por qué estamos aquí y quién nos ha traído, junto con otros que se sitúan en off visual.

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