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El día 12 de junio, Spike Lee, el cineasta-activista, luchador contra la gentrificación de Brooklyn, estrena película en Netflix. Da 5 Blood. Su nuevo 'joint' o cuelgue, como llama el cineasta a sus películas, tiene de nuevo como protagonista a su pueblo, y cuenta, ahora, las aventuras de los soldados negros enviados como carne de cañón a primera línea de Vietnam, en una proporción desmedida respecto a la población de EE.UU.
Desde su casa en Upper East Side de Manhattan, un piso que perteneció al pintor Jasper Johns, nos pide una pequeña licencia que consiste en ponerse biblico y establecer un nuevo calendario: Antes del Coronavirus /Después del Coronavirus, situando la pandemia como el pistoletazo de salida de una nueva era, la tecnológica, que no se puede permitir el lujo de dejar en la cuneta a unos trabajadores que van a realizar sus tareas en casa, y necesitan ser provistos de todo el material de última generación para realizar sus programas en la televisión y en la radio, sin dar la imagen prehistórica de teléfonos que se colapsas, que sufren interferencias, reuniones telemáticas y videoconferencias, privadas de todo calor humano. Un universo que ni Wells, ni Orwell ni todos los escritores fantásticos y de ciencia ficción, así como los cineastas que adaptaron sus novelas y guiones fueron capaces de imaginar. La humanidad ya sabe que se equivocó con su receta suicida para curar la crisis financiera de 2008, que ahogó a los países menos desarrollados y les obligó a hacer recortes en ¡¡¡SANIDAD!!!
Muchos rieron cuando se denominó a la nueva era como 'la nueva realidad'; ahora ya sabemos que lo que viene no son los viejos tiempos y la cultura que los cohesionaba (a muchos los ha matado el virus que está ordenando el paso de un modo de producción a otro),sino una nueva forma de crear relacionada con el universo que imaginó Andrew Stanton en Wall-E, un viejo y oxidado robot que amontonaba chatarra inservible, mientas la humanidad tecnologizada caminaba hacia una obesidad mórbida inmovilizante en un planeta recientemente colonizado y adaptado a sus nuevas condiciones de vida; el propio y miserable autómata se enamora de una robotita blanca, nueva y reluciente. El cine y la literatura,obra de verdaderos observadores del mundo que los rodea, se han adelantado, como ya ocurriera con los socialistas utópicos Fourier, Owen y otros en vísperas de las revoluciones industrial y política, al menos cincuenta años a los acontecimientos que estaban por venir.

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