La ciencia ficción y el coronavirus.
Bicho creado por Mar Cordellat Almela
La llegada de un virus criminal, de carácter casi bíblico, que permite Spike Lee saludar una nueva era, la tecnológica, iniciándola con la irrupción de este bicho asesino, y para algunos justiciero, que le ha hecho el trabajo feo a los nuevos capitalistas, (ahora hablaremos de eso), que no son los que deslocalizaron las empresas y nos han dejado sin tiempo de plantar el algodón idóneo para fabricar las mascarillas para algunos, tapabocas para otros, porque no es solo una cuestión de coser telas y poner dos cintas, como ya hemos aprendido en carne propia. El cineasta activista de Brooklyn marca el inicio de esta nueva era,ya no basada en líderes religiosos (Jesucristo, Mahoma...), sino en los nuevos dioses tecnológicos y su Mesías: Antes del Coronavirus/ Después del Coronavirus. Esto explica que los que se han librado de la debacle en las crisis anteriores no quieran ni oír hablar de la nueva realidad, y esperen volver a sus conciertos de música clásica o moderna indie, y a las novelas que escriben sus muy ilustrados hijos formados en pseudouniversidades, en las que aprenden inglés, y economía ortodoxa ( la mayoría se denominan consultores), en la que el suelo, las pensiones o las rentas básicas universales son gastos y los beneficios empresariales constituyen el bien común y generan producto interior bruto, dicho esto grosso modo y sin pretensión científica, por no caer en el fallo de quienes olvidan que la demanda es un elemento básico de la economía de mercado, y si no hay ingresos no hay posibilidad de gastar. Claro que ahora los que fabrican chorizos, peinetas, trajes de low cost y otros artículos del orden son los nuevos pobres, que no se pueden relacionar con las élites tecnológicas, por mucho que aparezcan en las listas de la revista Forbes. Las personas mayores han tenido que hacer cursos acelerados para abandonar el dinero y empezar a usar las tarjetas electrónicas; algunos piensan que un golpe de estado los devolverá a la peseta.
El cine tiene como función entretener -Orson Welles decía que el era el mejor tren eléctrico con el que le habían dejado jugar-, pero también abrir nuevas ventanas al mundo. La ciencia-ficción y el terror (muchos llaman a los covids zombies, porque no están vivos ni muertos y andan como pollo sin cabeza buscando un huésped, y lo suelen encontrar en la 'pelota' más hueca mientras ríe a carcajadas en una terraza en cuya mesa descansa una cerveza bien fría. Otros permanecen en la trinchera infinita de su casa, siguiendo el consejo de Juan José Millás, que propone unas salidas por franjas de edad: primero los que todos hemos visto que no tienen miedo a la infección y sus consecuencias, después los más jóvenes, más tarde los de mediana edad, y por fin, cuando el coronavirus haya acabado su faena (no sabemos cuánto le costará implantar una inmunidad de 'ganado', a los más vulnerables, por cualquier causa, a los que todos dicen proteger, mientras los ignoran por completo. La observación del fenómeno ha inspirado muchos sustantivos y adjetivos peyorativos: covidiota. convidente, terraplanista...
Dicho ésto, si no hay industria cinematográfica que de salida a los que se han formado en las nuevas tecnologías, que ayudan a los guionistas y realizadores a desarrollar sus proyectos (la mayoría de ellos han demostrado que también saben hacer cine de autor con cuatro perras y simular una gran explosión con una caja de cerillas, como hizo George Lucas en THX 1138, 1971, '''atención!!! entonces no era rico ni había triunfado con su famosa saga), y el alma mater de los productos indie evita pronunciarse sobre el contexto en el que inscribe su historia y se mueven sus personajes, limitándose a elucubraciones y abstracciones filosóficas y metafísicas, sin pretender en ningún momento abrir nuevas ventanas al mundo, de acuerdo con la receta de la Nouvelle Vague, ¿Cuál es, pus, su aportación a la comprensión de lo que nos está sucediendo? ¿La fórmula matemática para viajar en el tiempo, para ir de excursión o ganar en la bolsa? Ahora que todos vuelven su mirada a un género que ha acertado en la predicción (había datos: deterioro del medio ambiente, empobrecimiento de las masas en cuyos cuerpos débiles arraiga la enfermedad, -ancianos, enfermos, negros y blancos depauperados, dejando de lado eufemismos, que nos impiden llamar al pan, pan, y al vino, vino), eldiario.es cree que enriquece la comprensión del mundo recomendando cuatro películas indie que, en su momento, me dejaron fría, a cuyo frente estaba Shane Carruth (Primer y Upstream color), Darren Aronosfsky (Pi), o Usted está aquí, (no he tenido el gusto de verla) que publica la Editorial Cinebinario, en su colección Sci-Fi Cults. Reconozco que tengo serias dificultades para asociarla con el relato de terror más duro y amargo que podía imaginar: el covid-19, que te ataca , de manera invisible cuando sales a la calle y, como si vivieras en el universo de John Carpenter en 'Están vivos', si bien no tenemos las gafas para distinguir quien es un extraterrestre y quien no, aunque sí hay aplicaciones informáticas que, antes de entrar a un local o acercarte a una terraza te avisa de que uno de ellos está allí tomándose alegremente una copa, aunque también te ataca indirectamente, como los alemanes en Dunkerque, con otro tipo de males asociados a su simple existencia.
Hoy, los amos del universo nos quieren teletrabajando en casa, mientras los creadores de contenidos les suponen un coste marginal cero, y no pagan sus impuestos en los diferentes países en los que tiene implantación. Una de sus grandes víctimas es la sala de proyecciones, que ya había evolucionado hacia pequeñas multisalas. Si en tiempos pasados A más de uno le pasó por delante, sin que se percatara, el cine mainstream y lo desdeñaron con un simple palabro: blockbuster, que se anden con cuidado no sea que, de nuevo, la nueva ralidad que ya ha comenzado los deje en la era pre-industrial a causa de su desprecio por lo que se está haciendo en las plataformas (Netflix, Filmin, HBO, Diney...), a las que se van incorporando los guionistas, cineastas y actores de primera línea, conscientes de que ir a un cine dejando butacas vacías y situando a los espectadores en filas de asientos alternas, es ua imposición del nuevo 'imperator' que rompe gran parte de la magia que tuvo la sala oscura, que sirvió, además de para ver buenas películas, para establecer todo tipo de relaciones humanas, incluso acercamientos físicos entre los espectadores.
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