The Silence. John R. Leonetti. Ficha técnica y crítica.





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Ficha técnica:


Título original: The Silence
País: Alemania
Año: 2019
Duración: 90 minutos

Dirección: John R.Leonetti
Guión: Carey Van Dike, Shane Van Dike, basado en una novela de Tim Lebbon
Casting canadiense: Jenny Lewis, CDC, CSA, Sara Kay, CDC, CSA
Dirección de Fotografía: Michael Galbraith
Música: Tomandandy
Editor: Michele Conroy
Director artístico: Andrea Kristof
Supervisores efectos visuales: Dennis Berardi, Matt Glover

Diseño de vestuario: Lea Carlson
Jefe de Departamento de maquillaje: Dorota Mitoraj
Jefe de Departamento de peluquería: Lydia Pensa

Productores: Alexandra Milchan, Scott Lambert, Robert Kulzer
Productor ejecutivo: Martin Moszkowicz, Bernard Thür
Productor en línea:Hartley Gorenstein
Diseño de producción: Bob Ziembicky
Compañías productoras: Constantin Film, Emjag Productions, Netflix

Intérpretes: 


Stanley Tucci: Hugh Andrews,
Kiernan Shipka: Ally Andrews,
Miranda Otto: Kelly Andrews
John Corbett: Glenn,
Kate Trotter: Lynn,
Kyle Breitkopf: Jude Andrews,
Dempesey Brick: Rob,
Nilly MacLellan: el reverendo.


Sinopsis:



Al tratar de llegar a un refugio para escapar de unas terroríficas criaturas que detectan a sus presas por el sonido, una joven y su familia se encuentran con una secta


Lo que se dice:



Es conocido, por muy analizado por los semiólogos, desde McLuhan, pasando por Roland Barthes, Umberto Eco, Gayle Rubin, Laura Mulvey y tantos otros, que la diégesis se construye con la experiencia, la sensibilidad y la formación, entre otras muchas cosas, del que mira, el espectador, y puede cambiar con el contexto. Cuando esta película se estrenó a comienzos del año pasado, estábamos en la 'vieja normalidad' y , más de uno que, como es habitual en la crítica, en el género de terror y de ciencia-ficción sólo ven bichos y hombres volando, pasando por alto el uso de cualquier recurso cinematográfico al alcance del cineasta para transmitir un mensaje o abrir nuevas perspectivas a la reflexión de su público. Ahora, ante una pandemia de alcance desconocido (no tenemos ni idea de cuántos millones de personas están infectadas), el bicho más repugnante se torna inofensivo, porque, a diferencia de lo que ya supo ver Bong Joon-ho que nos habló de un parásito invisible para la víctima, el 'nuestro', el que hemos alimentado con todo clase de agresiones al ecosistema, está ahí, entre nosotros, y no sabemos ni podemos combatirlo, porque no lo vemos. Más de uno, que escribió indignado en su momento, cuando hoy relea su crítica, si tiene criterio, se sentirá avergonzado. Ahí lo dejo.

La página española Filmaffinity suspende claramente la película que dirige Leonetti, con una nota media de 4,4, basada en una participación de 3,199 usuarios, una nota que Imdb, basándose en una muestra bastante más amplia, 33,891 lectores, eleva a 5,3. Los críticos del momento, todos norteamericanos, dieron argumentos del tenor de que: era un sacacuartos espantoso (Charles Bramesco, The Guardian); copia barata de 'A quiet Place' ( Brian Tallerico. rogerebert.com);un film que no aporta nada nuevo (Alec Bojalad, Den of Geek); aburrida (Brad Miska, Bloody Disgusting); aporta un nuevo punto de vista, respecto a 'A Quiet Place' y Bird Box' (Alison Foreman, Mashable)...


Crítica:



Si hay algo que me ha empujado, definitivamente, a ver el film que dirige John R.Leonetti, el realizador que se la jugó con una 'muñecota', Annabelle, que no podía dar miedo debido a su enormidad y rigidez de movimientos, que contrastaba con el muñeco de plástico con cara de mala leche, Chucky, el es el comentario de Pablo González Taboada, periodista freelance, especializado en videojuegos y cine, crítico de Filmaffinity, que, despreciando el corpus que están montando fuertes compañías orientadas a la televisión, hasta ahora impulsoras de la producción de series, desprecia a los realizadores de cualquier parte del mundo que se van incorporando a ellas, con independencia de la ideología y la política del cineasta, ya se incline por el cine de género o de autor, entre las cuales Netflix cuenta con películas de  Bong Joon-ho, Park Hoon-jun, Yeong Sang-ho, norteamericanos como Spike Lee, Martin Scorsese, Antonine Fuqua..., sudamericanos como Alfonso Cuarón, y tantos otros que se van incorporando, a través de diferentes plataformas a la nueva era tecnológica, una nueva realidad que no acaba con la sala oscura, pero va a ir generando un público más exigente demandante de productos tan excepcionales como para animarlo a pagar el precio real de su oferta, como ocurrió con el teatro cuando fue desplazado por la representación de imágenes a través de un proyector. Agotada, en principio, toda la bilis de quienes se consideraban los amos del cotarro, dirigiendo a los espectadores de acuerdo con sus intereses, etiquetas como mainstream o blockbuster huelen ya a naftalina; ahora el nuevo enemigo son las plataformas de cine en streaming. Pero que nadie lo olvide, los ricos van a seguir disfrutando de la sala oscura, aunque sea en sus mansiones sin riesgo a ser contagiados como ocurría con Bill Murray en la película de Ruben Fleisher en 'Bienvenidos a Zombieland', en la que el célebre actor, convertido en muerto.viviente podía disfrutar , a pesar de haber sido afectado en sus previas relaciones sociales, una sala de proyecciones para él solito. Bueno, pues el tal Pablo González Taboada afirma gozoso"Otra película mediocre, o lo que es lo mismo, otra película de Netflix." Todos estamos esperando volver a los cines, pero, desgraciadamente, nadie sabe cuando comenzarán los esperados estrenos de todos los géneros y clasificaciones según el presupuesto y el origen de la película, (independiente, indie, de los márgenes, del Norte frío del globo...), pero ahora salen al mercado a enfrentarse a un fiero competidor que ha seguido trabajando, mientras el covid-19 arrastraba la citada 'vieja realidad', y esto afecta a todos los sectores creativos, que tendrán que adaptarse o quedar como un residuo nostálgico, algo a lo que no parecen estar dispuestos los mejores directores, equipos y actores más sobresalientes que luchan por no desaparecer.

The Silence  arranca su relato ubicando el foco de la pandemia, de la que informan las televisiones más prestigiosas de EE.UU., en un sistema de cuevas inexploradas de Pensilvania, situadas a 300 metros bajo tierra en el sendero de los Apalaches, en la zona más urbanita, con mayor densidad de población y mayor nivel de vida y formación de Norteamércia, lejos de la zona del dominio de los rednecks (los que intentan curarse el covid-19 con chupitos de lejía, siguiendo el consejo del pope Trump), y donde cuesta más adaptarse a la nueva normalidad, impuesta por unas antiguas avispas que han mutado y se han transformado en unos bichos lovecraftianos (véspidos los llaman los personajes de la historia) que a muchos les sugieren, por la forma del animal, cuya cabeza parece inspirada en los aliens, los conocidos murciélagos. Lo que aconsejan las fuerzas vivas es el confinamiento en los hogares, acompañados del silencio, unas condiciones que parecen imposibles de cumplir por parte de seres vulnerables, porque tienen patologías previas, como la abuela de la familia, una mujer en perfectas condiciones, pero aquejada de asma, a a pesar de lo cual sigue fumando, y un perro que carece de raciocinio y ladra ante cualquier amenaza, lo que impulsa a la familia a huir en busca de un lugar tranquilo, haciendo gala de un comportamiento mucho más ejemplar que el que hemos apreciado en la vida real) que luego descubrirán que se halla en el Norte, en las zonas heladas, acompañados de un amigo que es dueño de un potente land-rover y un montón de armas de todas las clases, que se mostrarán absolutamente ineficaces ante los ejércitos enemigos. Hoy, este planteamiento da escalofríos, porque nuestro bicho, no sólo ha matado en muy poco tiempo a cientos de miles de personas, sino que ha infectado a millones de seres humanos. Ya no da tanta risa.

Ante esta pandemia que amenaza la superioridad de la especie humana han surgido todo tipo de terraplanistas, entre los que hay de muchas ideologías e incluso religiones, que se consuelan pensando que han sido los creadores de las nuevas tecnologías, Bill Gates y uno de los magnates de las finanza, casualmente de origen judío, George Soros, con la complicidad de estos cineastas que parecen anticiparse al relato de nuestras actuales desgracias, los que han diseñado y puesto en circulación el covid-19. En el film es la Iglesia la que encabeza la cruzada contra los científicos, ateos y gente de ciudad, que no duda en utilizar a las niñas en edad de procrear para regenerarse y se adaptan a la nuevas circunstancias con métodos drásticos, como cortarse la lengua. Pero lo más inquietante es la reflexión que se hace la protagonista adolescente, que puede vivir en la 'nueva normalidad' porque perdió la audición en un accidente, ocurrido tres años atrás: "Sabemos que a los véspidos no les gusta el frío, pero ¿evolucionarán y se adaptarán como hicieron en el pasado? (...) ¿evolucionará la humanidad para adaptarse a este nuevo mundo de silencio y recordar lo que nos distingue de ellos? La cuestión es cuál de las dos especies lo hará primero."Y este es el quid de la cuestión y lo más alarmante. Otros coronavirus (SIDA, Vacas Locas, ´Ébola', Gripe Aviar'...) entraron tan agresivamente que fueron controlados de inmediato. La nueva versión de este bicho con corona es que te hace pensar que todo es un sueño, que todo está bien, que es maravilloso poder tomar una cerveza fría en la playa, sin que se haga notar. Advertía en 'Virus' el coreano Kim Sung-su que,cuando un enfermo tose ya hay 100.000 contagiados silenciosos.

Este planteamiento hace interesante un film que hace un año fue despreciado. Nadie podía imaginar (falso, algunos ya lo sabían todo hace mucho tiempo, pero no son, ahora, capaces de decirnos cómo vamos a evolucionar mañana mismo, cuando tenemos muchos más datos sobre el comportamiento de este muerto-viviente que busca un cuerpo en el que alojarse) la que nos venía y sus consecuencias derivadas, negándose demasiada gente incluso a aceptar el concepto de 'nueva normalidad'.

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