The Witch. Part 1. The Subversion. Park Hoon-jung. Ficha técnica y crítica



DÁNDOLE LA VUELTA A LOS DOCTORES MALIGNOS



Ficha técnica:


Título original: The Witch. Part 1. The Subversion
País: Corea del Sur
Año: 2018
Duración: 121 minutos

Dirección:  Park Hoon-jung
Guión: Park Hoon-jung
Dirección de Fotografía: Kim Young-Ho, Teo Lee
Música: Mowg
Efectos visuales: Kang Yun Geuk, In Gon Park

Maquillaje: Yoon Hee-Sun

Compañías productoras: Peppermint & Company; distribución: Warner Bros. Pictures, Netflix


Intérpretes:



Woo-sik Choi : brujo,
Da-Eun : bruja,
Kim Ha-Na : joven Ja-yoon,
Min-soo Jo : Dra. Baek,
Woorim Jung : Jeju Sonyeo,
Da-mi Kim : Ko Ja Yoon,
...


Sinopsis:


Una choca de 19 años sin recuerdos de su infancia, guarda un misterioso pasado, a pesar de que vive una vida aparentemente normal, lo cual parece una contradicción, hasta que un día, tras presentarse a un concurso-espectáculo masivo de TV, salen a su encuentro un grupo de extraños personajes, que convierten su existencia en un sangriento caos.


Lo que se dice:

La prensa ha recibido bastante bien el film del coreano, y, si bien no hay reseñas, las páginas de cine que orientan al espectador, ofrecen medias bastante respetables. La española Filmaffinity le otorga una media de 6,2, basada en 283 votos, mientras la norteamericana Imdb eleva esta puntuación a 7,1, según la valoración de 4,241 usuarios.

Crítica:


Aunque hay más prejuicios ( y ya sabemos, es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio, dijo Albert Einstein), que comentarios que se centren en el film concreto, confundimos, demasiadas veces, el soporte (la televisión ha sido siempre la hermana mala del nuevo-viejo modo de representación audiovisual, algo que ya fue detectado e incluso denunciado por intelectuales que dedicaron su vida a la semiótica como Umberto Eco*),  rebajando las realizaciones televisivas a la categoría de producto industrial, como ocurrió y sigue ocurriendo con el cine norteamericano, sujeto de denostación de muchos creadores de opinión, un sintagma nominal que lleva implícito en sí mismo una redundancia, según los máximos defensores del cine de autor (nombra cine y americano son la misma cosa), los realizadores/artistas de la Nouvelle Vague, la aproximación de los espectadores occidentales al cine coreano no sólo abre nuevas ventanas a un mundo desconocido para la mayor parte de todos nosotros, sino que nos permite interpretar el nuestro. Los países asiáticos además de vendernos coches, televisores, teléfonos  móviles y otros artilugios eléctricos, están colonizando culturalmente a nuestros adolescentes que imitan los peinados de los cantantes del K pop, elegidos cuidadosamente por su atractivo físico, comen helados  de yogurt a los que un alicantino llama Llaollao (no sé que significa pero sí a qué suena), dedican su tiempo al animé, a través de películas y videojuegos,  e incluso muchos de ellos toman como modelo a los de misma etapa de maduración física y mental, que en Japón llaman sishonen y algunos jóvenes, mayores de 21 años a los que allí llaman  biseinen... Pero el cine de Bong Joon-ho, Yeon Sang-ho o el propio Park Hoon-jung nos enseñan que también los coreanos son permeables a las influencia culturales de occidente, especialmente a  todo lo que procede de Norteamérica, una atracción mutua que construye el yin y el yang del imaginario mundial que se está construyendo y que debemos esforzarnos por entender, sino queremos ser los invitados de piedra del  nuevo Festín de Babette que muchos ya están celebrando. Ni las nuevas crisis zoonóticas son la consecuencia de que en los países orientales, incluido el gigante chino, sus ciudadanos viven en lugares que carecen de las mínimas condiciones de higiene, y se alimentan de lombrices, serpientes o muciélagos, ni occidente es un paraíso, a la vista del hacinamiento en que viven los trabajadores que manipulan la carne en mataderos ubicados en el corazón del primer mundo y que se apiñan después de largas jornadas de trabajo, mal alimentados y sin protección, pasto de la enfermedad.

Park Hoon-jung inscribe los créditos iniciales de The Witch sobre las fotos fijas de una serie de imágenes que constituyen un aspecto terrorífico que sustenta parte de la cultura occidental, que van desde los jeroglíficos egipcios, las ilustraciones de textos religiosos que advierten de la presencia, existencia e inoculación en el ser humano de las tentaciones diabólicas, o martirio de Cristo, hasta desembocar en una representación de la ciencia inspirada por el maligno y materializada en las manipulaciones genéticas del fascismo y el nazismo, que hicieron célebres doctores como Mengele o Vallejo Nájera, que tuvieron su réplica cinematográfica en Mabuse, Vegerus o el científico Rotwang, autor de un robot antropomorfo, símbolo del nuevo obrero, salidos de las mentes de Fritz Lang o Ingmar Bergman, entre otros, llegando incluso a la comedia con el Doctor Evil, protagonista de la saga de Austin Powers. A estas imágenes se añaden otras de niños raquíticos, terribles orfanatos y horrorosas manipulaciones de sus cuerpecitos. Park Hoong-jung toma prestada esta terrible tradición literaria y cinematográfica, basada en la realidad de una locura: el intento de los nazis y fascistas de crear una raza superior caucásica; en el film coreano, el doctor maligno es sustituido por  una mujer, la Doctora Baek, interpretada por Min-soo Jo, una de cuyas víctimas, una niña cuyo cerebro ha sido modificado genéticamente, ha desarrollado una capacidad física extraordinaria, sustentada en una naturaleza violenta, incrementada por el contexto en el que ha crecido y se ha desarrollado. Su enorme fuerza asustó a los científicos que la crearon, incapaces de controlar al personaje.

Park Hoon.jung opta por el género de ciencia-ficción para contar esta historia, sin profundizar en demasía en el contexto en el que vive y se desarrolla Ja-Yoon, más allá de mostrar de pasada la forma en que viven, en granjas dispersas, y las dificultades económicas que padecen los padres adoptivos de la chica, de formación universitaria, aunque finalmente se dará una explicación fantástica. Es evidente que, aunque el film dura más de dos horas, está concebido en dos partes, la segunda de las cuales se estrenará, próximamente, en Netflix, y nos permitirá entender múltiples flecos que quedan pendientes en esta primera parte, en la que el subtexto principal nos informa sobre las manipulaciones genéticas de carácter criminal que llevaron a cabo, no hace mucho tiempo,  determinados científicos y que ahora, los coreanos, siguiendo el ejemplo de muchos cineastas norteamericanos que pusieron su foco, sirviéndose del género fantástico, en los demonios que anidan en el imaginario colectivo de su propio país, que han transmitido tantas veces, que son familiares para los amantes de  dichos géneros, enlazan con lo ocurrido en la Segunda Guerra Mundial en el área controlada por los hitlerianos y sus aliados, combatientes o no. Imágenes duras, que pocas veces han sido mostradas, al tiempo que convierten a una de estas víctimas infantiles en líderes de una venganza sin límites, enfrentándose a sus propios compañeros de desgracia, sirviéndose de grandes concursos televisivos como medio para atraer a sus torturadores. Interesante.

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