Mrs. America. (Serie televisiva). Crítica.










Segunda ola del feminismo: "Apartaos o pasaremos por encima, porque ha llegado el momento de las mujeres". Esto ocurría en las décadas de los 60-70 del siglo XX.


¿Es lícito empequeñecer los sueños de las mujeres para satisfacer a la mayoría? ¿convertirse su corriente en principal o quedarse en corriente radical?





Crítica:


Mrs. America, la miniserie creada por Dahvi Waller, es una obra importante, porque, no sólo acepta el reto valiente de aplicar su análisis a un momento concreto  de la Historia de Estados Unidos, cuyo declive comenzó con el asesinato de un presidente, John Fitzgeral Kennedy, que ha llevado, con el paso del tiempo, al gobierno del 'Calígula' de la era moderna, Donald Trump, que ha servido como modelo de mandatarios, no sólo americanos del Norte y el Sur, sino también europeos; todos ellos encabezan la lista de los 'nuevos emperadores' que conducen al imperio que se forjó tras la revolución industrial a la decadencia más absoluta, y anuncian su sustitución por otros mejor preparados para abordar los retos que impone la nueva era tecnológica. Nadie ignora quién es el nuevo 'Atila'.

La serie creada por Dahvi Waller, escritor, dramaturgo, productor y director canadiense, que emerge con fuerza en los límites del imperio, aunque muy próximo a él (recordemos el aviso de cineastas como Denis Arcand y su 'Caída del imperio americano', cuya crítica comenzábamos con una advertencia, explícita en el film: "Si la moral es, desde antaño, la costumbre de los pueblos, desde finales del siglo XX se está imponiendo una nueva acorde con las circunstancias: si no puedes con tu enemigo, únete a él en tu beneficio"). Como veremos, este axioma se encuentra en la base de Mrs. America. A pesar de las apariencias, la verdadera lucha no se da entre el movimiento de liberación de las mujeres norteamericanas en pro de la defensa de la Enmienda de la Igualdad de Derechos (ERA) , unas élites de intelectuales que se enfrentan a amas de casa idiotas e incultas, cuidadoras del hogar, a las que les importan una higa  las minorías marginadas, -mujeres, negros, homosexuales...-, y se ufana de 'hacer el pan para los que se lo ganan' (sus maridos); la última trinchera del patriarcado, poblada de mujeres que no saben lo que era salir de casa para trabajar y compiten por hacer los mejores pasteles, y, no por casualidad, votan a los republicanos, si bien su perfil ha cambiado mucho desde la década de los 70 del siglo pasado; ver 'Tuger King'en Netflix. La verdadera batalla, la decisiva, la que ralentiza la adquisición de derechos de hombres y mujeres, aunque no la impida, es el enfrentamiento entre las mujeres representantes de la realpolitik, Bella Abzug (representada por Margot Martindale), abogada y política de origen judío, y su enfrentamiento con los sectores más radicales del movimiento, encabezados por Gloria Steinem, periodista y escritora también de origen judio, un papel que representa con eficacia Rose Byrne, y  Shirley Chrisholm (Uzo Aduba), que aspira a acceder a la Presidencia de Estados Unidos, lo que supondría la llegada a la Casa Blanca de la primera mujer negra (años más tarde alcanzaría este reto, un hombre, Barak Obama).

Todas participan del reconocimiento de la injusticia que supone que existan barreras invisibles que separan a los hombres y mujeres según su raza, su condición sexual o su situación económica, pero Bella sabe algo que ignoran sus compañeras y también la líder de las amas de casa, Philly Schlafly,  interpretada por Kate Blanchett, activista y política conservadora, que se opone ferozmente a las feministas que defienden la Enmienda de la Igualdad de Derechos,  una mujer sin demasiados escrúpulos, (no tiene problemas en asociarse con el Klan, siempre que no trascienda; no todas son inocentes cocineras), impulsora del Aguila Stop Era (Equal Rights Amendment). Al igual que sus oponentes descubrirán que no haber optado por empequeñecer sus sueños para satisfacer a la mayoría, acabaría frenando sus aspiraciones. Tras luchar por llevar al poder a Reagan, Philly, sufrió una gran decepción: fue relegada por el mandatario que no quería crearse problemas, ofendiendo a los grupos pro-Era, que por su parte sufrieron no sólo un freno, sino un retroceso real en su lucha. La mujer conservadora tuvo que soportar que otra, procedente de movimientos precisamente pro-Era, Kirk Patrick, fuera nombrada primera embajadora de Estados Unidos en la ONU, mientras ella era humillada y relegada a políticas familiares, y dedicó su vida a escribir libros. El último, publicado después de su muerte, a los 92 años, se llamaba 'El argumento conservador a favor de Trump'. Republicanos y demócratas acercaron paulatinamente sus posturas, y, si bien, las mujeres siguieron su lucha por la igualdad, no recuperaron la influencia política de principios de los 70, sin que las actuales reivindicaciones del #Metoo alcancen la relevancia de otros tiempos. Cada traspiés cuesta mucho tiempo en recuperar lo ganado hasta el momento.

Esta es el verdadero subtexto del film, que desautoriza a quienes hablan de políticos como personas al margen de gentes de ideales puros, pero, lamentablemente en demasiadas ocasiones, sin ninguna formación política, muy maleable e influenciables, y que, al fin, llevan al poder a personajes como Reagan, Bush, y después de disfrutar de un presidente como Obama, a un personaje como Trump, que han votado quienes se enfadan porque los susodichos políticos no hacen nada  a muchas mujeres les gusta hacer pasteles para sus maridos y creen que gays y lesbianas les arrebatan el título de reinas y reyes del hogar. Las líderes más radicales acaban asumiendo esta realidad y se justifican afirmando que la lucha con el patriarcado, una institución con una vigencia de más de 10,000 años va a ser también larga. Ni Shirley fue la primera Presidente negra de los Estados Unidos, ni Gloria logró meter, entre otras reivindicaciones, las que exigían quienes querían llegar al final de sus reivindicaciones, en un pueblo, en gran parte (al menos en el centro y el sur) muy conservador. Sería útil hacer una relación de todas las reivindicaciones que se arruinaron, arrastradas por las más extremas, y, no sólo en esta historia, sino en nuestro propio país. ¿Película idónea para aquellos a los que le gusta el cine que da importancia al contexto? Con toda probabilidad sí, pero no podemos ignorar que ni Victor Hugo ni León Tólstoi hubieran escrito obras tan universales como 'Los miserables' o 'Anna Karénina' si no hubieran creado unos personajes representantes de la época que les toco vivir.


Dahvi Waaller no se ha inclinado para contar esta historia por una forma rupturista, un lenguaje innovador y provocador, sino que se ha aproximado al falso documental, en el que ha combinado figuras reales y otras ficticias, como la de Alice MaCray, una mujer bien casada, madre de varios hijos, militante conservadora, que en su lucha aprende algo: no se va a conformar con hacer pasteles hasta su muerte, y, criados sus hijos, buscará un trabajo fuera del hogar. Estas historias están plagadas de anécdotas que nos aproximan a la política norteamericana, a los batalladores que se comunican con las diferentes mentalidades existentes en el país, -amas de casa conservadoras, librepensadoras, lesbianas radicales, pertenecientes a la segunda ola del feminismo, superada la lucha por el sufragio femenino -; cómo se forman los grupos de odio, tan en vigor actualmente, la lucha contra el miedo, y la organización de movimientos en defensa de causas concretas. En este caso lo que defienden las mujeres, que no siempre coincide con la visión de sus camaradas masculinos, agrupados en caucus o asambleas de partidos que eligen sus delegados, y que, si bien no defendieron la lucha de Shirley por ser la Primera Mujer Presidenta Afroamericana, si la convirtieron en la Primer Mujer Negra  elegida para el Congreso de los Estados Unidos, y la primera mujer, junto a Patsy Mink, en competir por la Candidatura presidencial del Partido Demócrata.

No hay nada de lo que sucede en el film que no podamos observar en el día a día de nuestro país, pero pocos se atreven a poner nombres a los protagonistas de estos acontecimientos en nuestro suelo, sino que se los saca del parqué político con adjetivos descalificadores, -comunista, populista, fascista...-, para evitar profundizar en aquello que representan y en los grupos de toda clase que los sustentan. La podéis ver en HBO; la aconsejo encarecidamente.


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