Followers. Nika Ninagwa, Yuki Shimizu, Jessica Blue. Ficha técnica y breve crítica.

 


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EL NÚMERO DE SEGUIDORES EN LAS REDES ES UN REFLEJO DEL ÉXITO SOCIAL.


Ficha técnica:


Título original: Followers (Serie TV)
País: Japón
Año: 2020
Temporada 1; episodios 9; duración: 40 minutos

Dirección: Nika Ninagawa, Yuki Shimizu, Jessica Blue
Guionistas: Yuki Kanchiku, Mika Ninagawa, Kôta Oh'ura
Casting: Nahoko Azusa
Fotografía: Daisuke Sôma
Edición: Jun'ichi Itô, Hiroaki Morishita, Tomoki Nagasaka, Emi Onodera
Decoración del set: Akira Maeda

Productores: Mitsuru Uda, Asumi Tsuboi
Productores ejecutivos: Kaata Sakamoto, Taro Goto, 
Diseño de producción: Enzo
Compañías productoras: Hachinoji, Lucky Star, Parco C.Ltd., Seventh Art Laboratory; distribuye: Netflix


Intérpretes:


Miki Nakatani: Limi Nara,
Elaiza Ikeda: Natsume Hyakuta,
Mari Natsuki: Eriko Tajima,
Yuka Itaya: Akane Gunjyo,
Kom I. : Sunny,
Mika Nakashima: Sayo,
Nobuaki Kaneko: Yuruco,
Shô Kasamatsu: Sueo,
...


Sinopsis:


La serie nos cuenta la vida de una fotógrafa de éxito, Limi Nara, interpretada por Miki Nakatani, que fue construyendo su carrera capturando con su cámara la evolución de la ciudad de Tokio y sus habitantes, y vide con aplomo y libertad tanto en su intimidad como en el desarrollo de su profesión. En un mundo paralelo Natsume Hyakuta (Elaiza Ikeda), una joven actriz que no logra el equilibrio ni personal ni artístico, se mantiene con un empleo precario de rider; todo cambia de pronto  cuando la fotógrafa le hace una foto no premeditada, la sube a su instagram y se hace seguidora de la chica, y como consecuencia le llueven los followers y le llega repentinamente la fama. Ambas quedan ligadas en una ciudad que vive a un ritmo frenético lleno de personajes eclécticos que persiguen sus sueños y se vuelcan en las redes sociales en busca de su consecución. El amor es un ingrediente necesario, pero ellas quieren encontrar de nuevo su felicidad.

Lo que se dice:


La serie ha sido relativamente bien recibida, tanto en España como en Estados Unidos, como reflejan las notas medias que ofrecen la página española Filmaffinity, 6,2, basada en 55 votos, y la norteamericana Imdb, que la eleva muy ligeramente a 6,3, según la valoración de 363 usuarios. Los argumentos de los críticos son rutinarios: ritmo lento, visualmente impresionante e influencia de las redes en el destino de las personas (Joel Keller, Decider); interesante añadido al catálogo internacional de Netflix e interesante lección sobre las redes sociales (Daniel Hart, Ready Steady Cut).


Breve crítica del blog:



La ampliación del horizonte que nos ha llegado de la mano de Netflix y que está lanzando a esta plataforma a la cúspide de la oferta de audiovisuales mundial, es haber conseguido atraer a cineastas de todas las partes del orbe, un esfuerzo que está colocando a Corea del Sur en la avanzadilla de las creaciones cinematográficas. Followers es una serie de producción japonesa que es a las coreanas como el otoño en relación con la primavera. Corea cuenta con buenos storytellers que sitúan sus relatos en esos breves incisos clásicos que van hilvanando las diferentes etapas tanto individuales como colectivas de marcado carácter romántico, tal y como las define Giulio Carlo Argán (estos pueblos están muy bien informados sobre lo que se dice y se escribe en Occidente). Sé que a muchos les extrañará que califique como clásico un cine en el que predomina el romance (ese tipo de historias concebidas para mujeres lloronas; se aconseja ver Rookie Historiam. Goo Hae-Ryung), pero no podemos pasar por alto ni el estilo visual de las narraciones, ni la advertencia, hasta donde parece increíble como en un relato sobre el despotismo ilustrado, de que cuando vivimos la primavera tenemos que ser conscientes de que pronto vendrá el otoño y hay que estar preparados para no sufrir decepciones.  Con las contradicciones se exacerbarán las pasiones, tanto las amables como las tóxicas.

Las historias coreanas, minimalistas en decorados y planteamiento de situaciones en las que prima la distancia social propia de este pueblo, contrastan con el barroquismo alambicado de una nación en crisis como el japonesa (hay alguna imagen breve del desorden urbanístico de un país que no ha salido de la crisis del ladrillo), que ha perdido la frescura, que construye planos abigarrados, barrocos, llenos de personajes cínicos, de un colorido saturado que combina paredes estampadas , floreadas, que combaten con las estampaciones de vestidos  igual de chillones, que convien con jarrones igual de luminosos, adornos e incluso comidas que parecen juguetes para la diversión de los comensales. En un mundo alternativo pululan ejércitos de riders que aspiran a convertirse en youtubers e instagramers de éxito, cuyo vía crucis consiste en conseguir un número elevado de followers para ofrecer a las compañías que los forman un producto elaborado, con el objetivo de formarse, primero como modelos y, a ser posible, después como actores que inician su carrera en las series televisivas. Estos jóvenes, a diferencia de los coreanos no desdicen del conjunto,  imitan en el teñido de sus cabellos, sus tatuajes y su propia indumentaria a los muy coloristas personajes animados de los géneros manga y anime, y sustituyen a Shakespeare, Stendhal, Tarkovsky o Goethe, por Quentin Tarantino o Sophia Coppola. Están lejanos los tiempos en los que se acusaba a Akira Kurosawa, Hayao Miyasaki o Isao Takahata, de haberse occidentalizado. Aunque, para ser justos, nuestros jóvenes visten y actúan como los que presentan  Nika Ninagwa, Yuki Shimizu, Jessica Blue, siendo difícil de afirmar quien influye en quién. Y esto no solo en Japón y Corea, sino que un alto cargo chino ha tenido que dimitir por reírse de las mujeres; Folowers opta por la división más actualizada de seres binarios o no binarios,  cuando hablan de heteros y  homosexuales... Gracias a Netflix estamos aprendiendo que diferencia a un sueco de un español, pero también a un chino de un coreano o un taiwanés, un conocimiento que supone la mayor de las armas contra los prejuicios.

La serie denuncia algo más preocupante en la nueva era que estrenamos, precedidas, como en casi todos los cambios de una enorme pandemia. Un interviniente en una radio de importancia anunciaba una etapa similar a la de los 'locos años 20', olvidando que esto lo estamos viviendo, a nuestra manera, ahora, ya que la crisis económica se desató a principios del siglo XX en 1929 cuando el decenio finalizaba y los que entonces se divertían acababan tirándose por los balcones (buenos ejemplos en 'King Kong', 'Esplendor en la yerba' de Elia Kazán o 'El Gran Gatsby', basada en una novela de Scott Fitzgerald). Los jóvenes japoneses, entre los que existen altas tasas de suicidio (la protagonista Natsume interpreta con frecuencia el papel secundario de una estudiante que se mata), luchan constantemente por conseguir el mayor número de seguidores, un reflejo de su éxito social, que les abre las puertas de las grandes empresas de cine y publicidad, que sólo son accesibles para agencias importantes y luchadores. Igual que aquí.

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