Well- Intended love (Amor bien intencionado). Quiang Wu. Ficha técnica y crítica.

 


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UN AMOR MAL ENTENDIDO QUE CAE, DE UN LADO Y OTRO, CON FRECUENCIA EN EL LLAMADO MAL AMOR, PERO QUE ACABA DOMESTICADO: EL AMOR ES EGOÍSMO, DICE LA ABUELA DE LING YI ZHOU, PERO TAMBIÉN SOLIDARIDAD, COMPASIÓN (EN EL SENTIDO DE SUFRIR CON....), PASIÓN Y MUCHAS COSAS MÁS.

Ficha técnica:


Título original: Well Intended love

País: China

Año: 2019: Primera emisión: 17 de enero de 2019; última emisión: 12 de marzo de 2020

Temporada 1; episodios 20: duración: 45 minutos

Géneros: Drama TV


Dirección: Quiang Wu

Edición: Yuting Han, Yiping Peng

Compañía distribuidora: Netflix



Intérpretes:

Xu kai-cheng: Ling Yi Zhou,

Wang Shuang: Xian Lin,

Ian Yi: Chu Yan

Huang Quian Shuo, Wen Li,

Yang Hao Ming: Nan Jin Tian,

Liu Jia Xi: Jia Fei,

Sun Jia Qi: An Ran,


Sinopsis:


Tenía que ser un matrimonio de conveniencia y acaban enamorándose. Pero no es todo tan perfecto como parece. Xia Lin es una actriz del montón que conoce por casualidad al atractivo ejecutivo Ling Yizhou, quien tiene algo que necesita desesperadamente.

Como es habitual, las series asiáticas son, como mínimo, tan aceptadas por el público occidental, como nuestra cultura e idiosincrasia es asimilada y admirada por los pueblos de extremo oriente (músicla clásica europea, cuadros de pintores de los -istmos, ordenadores de Apple), por aquellos en los que, de acuerdo con la convención, nace el sol (Oriente viene del verbo latino Orior, que significa nacer), un hecho que se pone en evidencia en las notas medias que ofrece la página norteamericana Imdb, 7,6, basada en la valoración de 1.026 usuarios. Y hay algo que no podemos despreciar: la opinión de quienes han nacido en la Meca del Cine y han convertido sus películas en los clásicos del cine, a pesar de la Nouvelle Vague, que sólo ha logrado meter en la lista unos cuantos títulos, deudores, en muchas ocasiones de sus referentes norteamericanos.

A aquellos que nos gusta el cine, y nos inclinamos con reverencia ante la maestría de Yasujiro Ozu, la brillantez y fantasía de Zhang Yimou o el americanizado Ang Lee, la grandeza del hongkonés Wong Kar Wai, entre otros muchos, debido a los temas que estoscineastas abordan, algunos acusados de occidentalistas por la élite cultural china, nos impiden saber si es cierto que los chinos comen murciélagos y lagartos, tienen letrinas en lugar de cuartos de baño, van encadenados al trabajo en campos de concentración y viven esa vida miserable que las fake News denuncian. Pero, cuando comparamos países, pueblos, creencias, idologías o idiosincrasias (ninguno somos Marco Polo y todo lo que hacemos es leer libros  y confiar en quien los escribe), lo honesto es trabajar con magnitudes, sino iguales, al menos parecidas.

China es un país que tiene 9,597 millones de kilómetros cuadrados, una población de1,379,697.629 habitantes, con una densidad de 146 habitantes por km2, y nos detenemos en la consideración de que su territorio está dividido en 23 provincias y 5 regiones autónomas, dos regiones administrativas (todas ellas clasificadas como provincias, distritos o cantones), con el objetivo de adaptar a sus múltiples etnias a sus particularidades culturales y económicas, estas cifras nos dan vértigo, si las comparamos con un país como el nuestros, con grandes conflictos que afectan incluso al estado del bienestar y tienen que ver con los enfrentamientos entre las diferentes autonomías (17, en una país de 47 millones de habitantes, algunas con apenas 90.000 habitantes), en algunas de las cuales se imponen las tendencias centrífugas; si esto pasa aquí, con nuestra insignificancia, no es difícil imagina lo que ocurre en uno de los países más grandes del mundo; sólo la prosperidad económica puede unir a las gentes.

China posee tres grandes ciudades: Pekín, la capital administrativa, Shangai y Chongquin. Es difícil acertar en las localizaciones, porque hay muy poca información en nuestra área que ha mostrado poco interés en conocer o buscar traductor que permitan confeccionar fichas técnicas completas o aportar información sobre localizaciones, por lo que nos guiamos por el skyline, formado en la orilla del río Huangpu, una ramificación del río Yangtze, muy iluminado por la noche, a riesgo de equivocarnos- Dicho esto, y restando los factores de propaganda que todos los autores, aunque sea de forma inconsciente, añaden, creo que la labor de acercamiento de los pueblos Netflix es muy loable.

El film que dirige Quiang Wu, su opera prima, tiene dos virtudes relevantes: está muy bien ejecutado formalmente, muy similar a los coreanos, con alguna diferencia notable, y cuenta con un buen storyteller, que por desgracia desconocemos. Cada capítulo gana en intensidad y te obliga a jornadas maratonianas, ya que cada episodio, como ocurre con 'Las mil y una noches' te deja con demasiadas ganas de ver que pasa en el siguiente. A ellos colaboran, y no poco, los actores principales, Xu  kai-chen de Sangay (ex-modelo)  y Wang Shuang. En muchas de sus características este cine coincide en el coreano, tanto en el ambiente y la atmosfera que crean los técnicos, al que contribuye en gran parte la música, las transiciones que introducen flashbacks y los filtrados de color, más luminosos y fríos a la par, así como en la distancia social que mantienen los asiáticos, algo menos en este caso.

Sin embargo no difieren en la fortaleza que presentan sus heroínas, en la decisión que muestran de cumplir con las metas que ellas mismas se marcan, y en su deseo de no depender en su vida de los hombres; a lo que se une el desmoronamiento de la sociedad patriarcal, en el que los padres ya no pueden imponer de la misma forma a sus hijos sus citas a ciegas cuyo objetivo es unir grandes conglomerados de empresas. Queda claro que China es una economía de capitalismo de estado, pero sin guardias rojos ni libros de Mao, y sus policías son perfectamente homologables a los nuestros, con una diferencia de los de Occidente y Corea del Sur: el color de sus automóviles.

Es obvio que la película se rueda en una gran ciudad llena de rascacielos y hospitales deslumbrantes, pero, como pasa e nuestro país y su zona vaciada, sin escuelas ni hospitales locales (niños y enfermos han de desplazarse a lugares lejanos de sus casas y acudir a escuelas unitarias en el caso de los más pequeños), y nos consideramos una de las veintinco democracias más sólidas del mundo. Los personajes del flm no se diferencian por su raza, tendencia sexual (muchos se declaran homosexuales para que los padres no los acosen con matrimonio de conveniencia), sino por la posesión del dinero suficiente para vivir la vida que sea, cuidar de susalud y recibir la mejor educación.

Pero el verdadero estado de la cuestión que plantea el film es la llamada violencia de género, que demuestra el daño que se puede hacer a la víctima en nombre del amor y sin tocarla: Ling Yi Zhou comete una grave falta por un sentimiento de posesión, un miedo a perder el amor de Xian Lin, que también lo usa con un fin particular y se muestra reacia a mostrar su atracción por él, aumentando el desasosiego del hombre. El pecado de él es, sin lugar a dudas, grave y gravemente lo  paga, aunque el director busca un final feliz, en el que no todas las mujeres salen bien paradas (todos los hombres tampoco). Las verdaderas víctimas son los hijos y a YiZhou lo salva su mujer, que se enfrenta a los intereses de una madre, que a pesar del tiempo transcurrido desde que lo abandonó, se acerca a él con intereses espurios e intenta hundirlo hundirlo por pura ambición; en el camino deja otras víctimas del odio que ha inoculado en ellas, a pesar de su aparente dulzura y elegancia. Esta también es una constante del cine de la zona: poner de relieve de qué forma pagan los niños las desavenencias de los padres.

Pero si algo es verdaderamente destacable es el daño que puede hacer una mentira, por mucho que no sea violencia física, y mostrar cómo funcionan los chantajes emocionales en las clases altas y dirigentes de las empresas privadas, en este caso chinas, en las que la amistad no es el valor más cotizado. No está mal esta reflexión en vísperas del 8 de marzo, y sobre si somos o no portadores de prejuicios de todo tipo que impide que de los pueblos se acerquen y se entiendan cada vez más. Netflix está haciendo una gran labor.

Una serie que recomiendo, no sólo por el subtexto, sino por la complicidad de todos los que han colaborado en su creación para transmitir una imagen bonita, bien ejecutada, y con su gran dosis de poesía. Godard nos dejó muchas películas sobre los hijos de la clase media de 1968, que eran más pobres que las de ahora, llenas de chicas guapas, de tez clara, ojos bonitos y devotas de Mao. Hoy todo ha cambiado: a los millennials, centennials o alphas no les importa el contexto político y social en el que se inscriben, les molestan mucho los políticos, y más aún los teóricos que hablan de cosas que no tienen que ver con su idea del estar en el mundo, su condición sexual, y algunos otros asuntos de carácter transversal, puesto que todos son clase media, e incluso empresarios autónomos, aunque trabajen como riders para determinadas compañías. En este mundo en el que cambia lo fundamental, el sistema económico, que recluye a los trabajadores en su casa, que disuelve las organizaciones obreras (los sindicatos), y en el que parece que lo económico no importa, se inscribe esta serie en la que se le dice a un hombre lo que no puede hacer por muy enamorado que esté, y lo hace tan bien que no puede haber nadie que esté en desacuerdo. Si hiciéramos otro tipo de análisis, quizá saliera otra cosa.


Muy interesante. Disponible en Netflix.

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