Stranger. Gil Ho Ahn y Park Hyun Suk. Crítica

 



EL PUEBLO PUEDE DAR Y QUITAR EL PODER A JUECES Y FISCALES EN COREA DEL SUR.


Ficha técnica, intérpretes, sinopsis y lo que se dice (Pinchad aquí).



Crítica:


Gil Ho Ahn y Park Hyun Suk y su guionista Lee Su-yeon construyen, tanto literaria como cinematográficamente, un magnífico relato sobre la corrupción política y judicial, cohesionado por un excelente desarrollo de los personajes, una historia que, como es habitual en las narraciones surcoreanas nunca se cierra, sino que queda abierta, porque la Historia con mayúscula demuestra que las luchas por el poder, el soborno, el robo y otras formas de delincuencia que facilitan el acceso a una buena vida y a la relación de hombres maduros con chicas menores de edad (la mayoría de edad en Corea gira entorno a los 20 años, mes arriba o abajo), no son hechos puntuales, sino que se suceden a medida que se intercambia la llegada de nuevos miembros a los centros donde reside la riqueza y como consecuencia la capacidad de influir en todos los sectores sociales. La serie se extiende, de momento, a lo largo de dos temporadas con 16 episodios cada una, con una duración entre 63 y 86 minutos.

En una de sus traducciones del coreano al inglés se decide titular el film con el adjetivo, 'stranger', que en español se traduce por extraño, una adjetivo determinativo que introduce una sorprendente metáfora: el protagonista, el fiscal Hwang Shi-mok padeció de niño un cáncer cerebral y como consecuencia se le extirpó la corteza insular involucrada en la interocepción, el proceso  sensorial multimodal, el control autonómico,  la autoconciencia perceptiva y la guía emocional para el comportamiento social (Eduardo E.Benarroch, , 'Corteza insular'); dicho en román paladino , donde se aloja la conciencia sensorial, la confianza, la desconfianza, la empatía, el desprecio y el resto de los sentimientos y emociones, una carencia que provoca apatía, indiferencia y cambio de personalidad. Jo Seung-woo se transforma y realiza un papel absolutamente contrario al que nos tiene acostumbrados en películas como 'Sisifo', adoptando la imagen de un rosto granítico, frío, que no sabe reír ni llorar, y como consecuencia no es misógamo por decisión, sino porque sus condiciones físicas se lo imponen, al tiempo que lo convierten en el fiscal ideal, el que no se deja seducir ni corromper por nada ni por nadie y cuyas decisiones están marcadas por la lógica más racional. Pero sus limitaciones le impiden también enamorarse, aunque tenga un ligero detalle con la teniente de polícía Han Yeo-jin, interpretada por Donna Bae, a la que regala un lápiz de labios, y su compañera, fiscal de carrera, asesinada por los mafiosos, respecto a la que muestra un amago de ternura y nostalgia cuando acaricia un jersey que le prestó en cierta ocasión. De este modo no sólo Shi-mok se erige en el arquetipo del fiscal incorruptible, sino que el romance desaparece del film, una baza con la que habitualmente juegan los surcoreanos.

Un discurso final bastante digno realiza una crítica de la forma de actuar de jueces y fiscales, que suelen fallar con dureza contra los reos más modestos, y con una mayor magnanimidad cuando los procesados tienen poder y dinero, sin tomar conciencia de que su propio poder emana del pueblo, que puede cederlo a las magistraturas o quitárselo si no cumplen la constitución, la mayor de las garantías. Sin embargo, tras el final trágico y dramático, las aguas vuelven a sus aguas putrefactas y el fiscal, carente de pasiones y emociones y centrado en su trabajo que dirige como un autómata de tecnología muy avanzada y con poco margen de error, debe volver a sus comisiones inquisitoriales contras las clases más pudientes, tanto públicas como gubernamentales. Una metáfora perfecta, de una saga que promete durar varias temporadas. Muy interesante.





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