La última carta de amor. Augustine Frizzell. Crítica.

 



DOS HISTORIAS DE AMOR, DOS FORMAS DE VIDA Y DE CONCEBIR LA PAREJA QUE SE CRUZAN POR MEDIO DE UNAS CARTAS.


Ficha de identificación , sinopsis, lo que se dice (Pinchad aquí)


Vivimos malos tiempos para la lírica, repitiendo el tono vital que inspiró un poema de Bertolt Brecht. Aun así, aunque el resultado final no ha sido muy favorable numéricamente, un factor que sigue de guía al público, los críticos han sido más cautos en sus valoraciones. Lovia Gyarkye (The Hollywood Reporter) la califica de película adorable e intensa, aunque poco sorprendente; Justing Chang (Los Angeles Times) nos sitúa ante una película que cumple sus expectativas. Otros críticos introducen matices. Entre ellos Beatrice Laoyza (The New York Times) que cree que el film es tan eficiente que pierde emoción o Guy Lodge (Variety) para quien Shailene Woodley y Felicity Jones, protagonizan dos historias diferentes en tono, estilo e impacto emocional. En definitiva cabe recordar que cada espectador se encarga de completar la diégesis en base a sus experiencias personales y dar al relato un tono y una intensidad diferentes.

Quizá el mayor inconveniente del discurso cinematográfico radica en que se basa más en la literatura que emana de las cartas que en la intensidad de las imágenes que chocan con la inexpresividad y la frialdad que caracterizan a la protagonista de la historia de amor que sustenta las misivas, y que como se encarga de poner de relieve Felicity Jones hoy serían mensajes de Whatsapp, con menos carga emocional. Augustine Frizzell ubica su historia en 1965, en plena década de la revolución del amor (la mujer de Stirling viste como Jacqueline Kennedy), cuando se abría una puerta a las relaciones de pareja apasionadas frente a los matrimonios convencionales con hijos; sus protagonistas son un hombre y una mujer ricos y sensibles que entienden que vivir una mentira es peor que soportar el desgaste de dejar atrás todo aquello que ha formado parte de sus vidas hasta el momento.  El periodista Anthony O'Hare (que firma sus mensajes con un pseudónimo)  es un hombre sensible que atrapa a Jennifer (Shailene Woodley), la esposa de Stirling (Joe Alwin), con expresiones muy potentes, - "Cuando cierro los ojos, veo tu rostro celestial"; "Si lo único que se nos permite son unas horas y unos minutos, los grabaré en mi memoria para recordarlos siempre" o "Tu siempre estás en mis pensamientos",..-, que conmueven a la periodista de 'The London Chronicle'  Hellie Haworth (Felicity Jones), una mujer del siglo XXI, que milita en el amor express, pero a la que conmueve el encuentro frustrado de los amantes.

Muy interesante la capacidad de comprensión de la mujer burguesa que es consciente de que fue educada para hacer toda su vida lo que se esperaba de ella, no para ser feliz, y de que no era lo suficientemente fuerte como para abandonarlo todo y perder la paz interior, a pesar de que entendía que ella y su marido iban a vivir su vida a medias. Una historia que deja de lado el cinismo y que atraviesa el tiempo hasta contaminar a una pareja de la actualidad, educada de manera diferente y con otros principios, en tono de Feel Good Movie, que puede gustar a los sensibles a esa lírica que ha perdido su espacio en tiempos de decadencia.

Disponible en Netflix.

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