No mires arriba. Adam McKay. Crítica.

 



Ficha de identificación, sinopsis, lo que se dice (Pinchad aquí)



Aunque los espectadores han valorado muy positivamente esta  dramedia (en parte drama y en parte comedia), en ciertos aspectos fallida, los críticos han sido inmisericordes. Luís Martínez (Diario El Mundo) afirma que McKay saca su método rodillo para aplastarlo todo, empeñándose en el zasca a cualquier precio, una practica que achata,  vulgariza y descompone su trabajo. Sin embargo ha gustado a cineastas jóvenes y, a pesar del tono cómico del que se sirve, da en el clavo en el análisis del ánimo que inspira a una sociedad desmantelada que se siente impotente para preservar su libertad, (que ahora ya no es tanto la de expresión, reunión, elección de orientación sexual...) sino una tan precaria como la de comerse un bocadillo de chorizo con unos cuantos amigos. En este sentido tiene razón Luís Martínez cuando afirma que, a pesar de que el mal que nos ataca amenaza con destruir no solo a la especie humana, sino al globo terráqueo, 'No mires arriba' es una película anti-catástrofe. ¿Qué más da que se hunda el Titanic, que se desplome un edificio de más de cien plantas o que un tsunami arrase  una costa cualquiera, si la cifra de fallecidos por el Covid 19 que ha diezmado la franja de lo que hace tiempo se dio en llamar la tercera edad, avanza cada día y amenaza a personas cada vez más jóvenes con sucesivas olas cada vez más mortíferas?  Estas Navidades estamos viendo las colas en las farmacias para comprar tests de antígenos, no para eliminar las posibles sospechas de infección, sino para poderse infectar con más tranquilidad y ejercer esa malentendida libertad que defienden algunos, encabezados por políticos como los que protagonizan el film de Adam McKay.

El personaje más difícil de asimilar y entender es el del Doctor Randall Mindy, interpretado por Leonardo DiCaprio, acompañado de una joven colega, Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence), que han visto un cometa de la envergadura del Everest y claman en el desierto ante una población dividida por los políticos, -los que les creen y los que manipulan a la población para ocultar y defender sus intereses espurios, relacionados con el tratamiento y comercialización de los materiales que componen el bloque que se desplaza, que carecen en la Tierra y los controla China-, entre el partido de 'No mires arriba' y el de 'Mira arriba'. Si miras arriba desde luego ves, pero los seguidores del partido liberal solo lo ven cuando ya casi roza el suelo. Leonardo juega su papel como un hombre que ha perdido su brillantez, desolado, desesperado (nos recuerda a ciertos expertos tratando de orientar a una población errática que no quiere creer en el COVID, pero ve cómo la enfermedad y la muerte se extiende a su alrededor). El actor se muestra desmejorado, con aspecto descuidado, consciente de lo que está en juego, mientras su colaboradora, despedida de su trabajo por los poderes fácticos, se tira a la litrona y se enrola en una pandilla de skaters que desvalijan supermercados, entre los que se encuentra Yule (Timothee Chalamet), con el que tiene un affaire amoroso, ya que no tiene nada que perder.

Todo lo que hace la población parece más dirigido a la autocoplacencia que a la solución del drama que tienen delante, perdida su fe en la ciencia ante unos expertos absolutamente impotentes. Conciertos para pedir a la gente que mire hacia arriba. mientras los partidarios de o mirar hacia arriba, turbas de estética trumpista azuzan cualquiera de sus manifestaciones. Quizá esto le duele al crítico, pero si estamos atentos a lo que sucede a nuestro alrededor observamos que  la realidad, en esta ocasión sí, supera con mucho a la ficción. Los partidarios de no mirar a ninguna parte, alegando su derecho a ser libres, andan por las calles (parejas, familias, jóvenes) enfundados tras una mascarilla y unas gafas bien ajustadas. El temor que les hace perder  su libertad se controla con una multa de 100 euros, una nimiedad si comparamos esta cuantía con lo que están a punto de dejar atrás, gracias al derroche de sus oportunidades de enderezar una situación.

Son muy elocuentes las imágenes de la secuencia que pone fin a este relato. Los hombres ricos que han permanecido más de veinte mil años en hibernación en una nave espacial, salen de sus cápsulas y se dirigen al 'paraíso' desnudos; sin ropa podemos ver sus cuerpos tan deteriorados por el paso del tiempo como los de los más pobres, cuyas arrugas y colgajos cubren las ropas de las grandes marcas. Eso sin entrar a valorar si es posible que alguno de ellos haya ocultado a los demás que lleva consigo el germen de algún mal. La historia está contada en tono de comedia que encierra un gran drama: el de hacer aparecer a los hombres sabios y sensatos como una panda de estúpidos desarrapados. Todo sea por un ¡Roscón de Reyes!

Disponible en Netflix

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