Tamara Falcó: La marquesa. Juampy Cofre y Martín Taboada. (Serie TV). Ficha técnica y crítica

 



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LA DESACRALIZACIÓN DE LAS PERSONAS MEDIÁTICAS


Ficha de identificación:


Título original: Tamara Falcó: La marquesa

País: España

Año: 2022

Temporada 1; episodios 6; duración: 38 minutos

Género: Docurreality


Ficha técnico-artística:


Dirección: Juampy Cofre y Martín Taboada

Guion: Nerea Crespo

Dirección de Fotografía: Hernán Pérez Pérez

Música: Varios

Edición: David Huergo (AMAE), Koldo Zearra, Miriam Duarte Matínez (AMAE), Alberto Martínez Bernet

Técnica de sonido: Adriana Pérez

Dirección de Arte: Imma Rondan


Maquillaje y peluquería: ONE OFF ARTISTS S.L., Raquel Álvarez

Estilismo: Patricia López


Productores ejecutivos: Javier Tomas y  Montxo Cabello

Compañías productoras: Komodo Studio   ; distribuye: Netflix


Reparto: 


Tamara Falcó

Isabel Preysler

Boris Izaguirre

Juan Avellaneda

Martín Berasategui

Ana Boyer


SINOPSIS:


Socialité (una persona famosa de clase social alta, -que no quiere decir que sean más altos que los demás- , que procede de la plutocracia o la aristocracia, hoy en extinción, que dedica la mayor parte de su tiempo a actividades sociales, de gente también alta, , desfiles de modas, festivales..., influencer, colaboradora de TV, una ventana abierta a la clase baja, Chef de Le Cordon Bleu, cuya vida ha hecho correr ríos de tinta en revistas como 'Hola', hija de un Marqués, el de Griñón, un Grande de España. Sus 40 años de edad vienen cargaditos de 'cambios', que se encargan de representar los creadores de "Soy Georgina" en este reallity de Netflix, en el que participa su glamuroso entorno, su familia, sus amigos y su pareja, en uno de los retos más importantes de su familia (¡Válgame Dios!) : la apertura de su propio restaurante, en el que tendrá que enfrentarse a dos grandes obstáculos: crear un menú en tiempo record y, por si fuera poco, convencer a su madre, Isabel Preysler, de que puede hacerlo. Promete.


LO QUE SE DICE:


Al parecer la han visto muy pocas personas, en contra de lo que alguno podía esperar, y no han sido muy generosas. La página española Filmaffinity le otorga una media de 4.10, basada en el voto de 26 espectadores, mientras la norteamericana Imdb eleva esta media, a 6,2 pero teniendo en cuenta el voto de 10 fans, no sabemos si de Isabel Presley o de Julio Iglesias. Yo la voy a ver como el juez de mentiroso compulsivo: por morbosa curiosidad; que no les haya gustado a los pocos fans españoles que se han acercado a ella, ya es grave.


CRÍTICA:



Es verdaderamente duro ver tan siquiera un capítulo de este documental que incide en aspectos ya manidos de los reallity show y que han ilustrado mil veces páginas de revistas para leer en la peluquería, cuando no quieres profundizar demasiado en nada. Ni siquiera se puede ver como una feel Good Movie, ya que esta mujer crea líneas de vestido que vende en tiendas situadas entre la alta gama exclusiva y el prêt- à - porter de los grandes almacenes, y la que más o la que menos, menos que mas, pueden llevarse un vestido de los que ella crea, que se parecen bastante a alguno de los que luce en la serie, por un precio muy asequible. Lo que sí resulta interesante es comprobar como se han secularizado las costumbres en todas las capas sociales, y la Iglesia Católica ha ido perdiendo influencia incluso en los que, como Tamara, confiesan que se han hecho muy religiosos, han dejado de salir a tomar copas por la noche y prefieren rezar el rosario en casa, una costumbre que, al parecer, si he entendido bien, no comparte el novio, y que se muestra dolida porque el Papa Francisco la hizo levantarse cuando se arrodillo ante él para pedirle que bendijera su restaurante y donarle una virgen horrible de la colección de Tous, un detalle que pareció no gustarle (esto no me lo invento). La pérdida de terreno de esta iglesia se pone en evidencia en la secuencia del Ritz, al que acude la pareja, y en la que Tamara muestra su cuerpo desnudo debajo de las sábanas, ocultando aquello que cualquier influencer sabe que no puede exhibir en Instagram, aunque luego se lo cubre con una bata para desayunar con el novio, un ágape al que les acompaña un perro que come aguacate y jamón. Tengo la impresión de que eso interesa bastante poco a las miles de espectadoras que se tragan los reallitys pero, ya sea porque les dan urticaria las plataformas de streaming, y lo suyo son las cadenas televisivas que se dedican a estos menesteres, o porque no es tan fiero el león como lo pintan, el resultado de los dos primeros días es catastrófico. De hecho los negocios de la familia no parecen muy boyantes, y la fiesta que se representa, la de los 40 años, fue muy cuestionada. Significativo el respeto del criado que sirve una limonada a Isabel, Tamara y Boris Izaguirre, una estampa del siglo XIX.

Es curioso que todo el deleite intelectual resida en hablar de anécdotas tontas, que todos hemos vivido, pero rodeadas de muebles standard de lujo, cristalería, arriba y abajo, canapés servidos en bandejas de pisos superincómodas, de las que Boris toma, como con miedo a romper y quedar como un patán, un escuálido sandwich. Sólo con eso se sienten en la gloria; creo que el documental va a resultar sumamente decepcionante para los que lo vean, y puede indignar a otros cuando vean el recibimiento de la tripulación de unos aviones  a esta mujer, los mismos aparatos que se están dejando miles de maletas en el suelo por falta de personal. Y no se les ocurre otra, que utilizar para identificar New York que la imagen más conocida del Puente de Brooklyn, ya que el discurso se dirige a un público muy determinado, una ciudad a la que acude para asistir a un desfile de Carolina Herrera, que desde luego no está en este lugar. Tamarusqui llama Isabel a su hija, para que os hagáis idea, mientras identifica la edad de su hija con la de graduación que a su vez asocia con la edad del pavo. Todo en la vida es cuestión de perspectivas, pero este documental puede ser lo peor que se les ha ocurrido para remontar sus negocios, si eso era lo que buscaban. Pero es tal la superficialidad del discurso audiovisual que resulta a ratos insoportable.

En esta locura de marketing que se han montado, algunas revistas como Informalia inciden en el lock de madre e hija, Isabel y Tamara, al que los entendidos, de algo que a la mayor parte de la población le trae al pairo, llaman  efecto mirroring, que consiste en que ambas luzcan el mismo look (abrigo camel, traje sastre y top blanco) para generar sincronía, compenetración y confianza, mimetizando incluso el peinado. Claro que este efecto se pierde si madre e hija se peinan un moño y se compran un vestido igual en una tienda de low cost, que ahora apenas regentan los chinos. Penosamente Mario Vargas Llosa entra en este juego, que no imagino cómo puede llevar a sus libros. A  ello se suma el constante lucimiento de abrigos encima de los hombros; capítulo tras capítulo se desarrolla la idea de cómo hacer un plato de guisantes (pido disculpas por la broma) y establecer contacto por todos los medios disponibles con su novio Iñigo, pero también con los primos de su perro y el loro de su novio.

Llegando al episodio tres, creo que no se me puede exigir más. Hoy es el segundo día de emisión. Veremos cómo evoluciona la atención de la audiencia. Si me siento con ganas veré que es un restaurante efímero. Por cierto, calificar de postureo lo que no es basura es una defensa muy pobre, lo cual no quiere decir que asumamos el papel de la prensa en su totalidad en asuntos serios, pero abrir un agujero en casa del vecino es abrir un agujero en casa del vecino, con candelabros y mesa camilla vestida de lujo, o con lámparas lánguidas y manteles de hule. Y lo más triste es ver a un Premio Nobel hablando de los libros por el precio que adquieren en el mercado para que los que pertenecen a una familia como aquella en la que él se ha integrado, a la que da el brillo y el esplendor que no puede adquirir por si misma debido a sus compromisos sociales, incorporen a sus librerías y puedan enseñarlos a sus invitados como una cuchara del siglo XVI. No sé lo que Vargas Llosa ha ganado, pero sí lo que ha perdido y el daño que ha hecho a la literatura que dice representar, no por quién sean las personas que giran en torno a Isabel Presley, sino por su forma de presentarse en sociedad, como formando parte de un sector de una nobleza que no existe, que perdió su carácter dominante en la Revolución Francesa, y que ahora forman parte, no sé en qué grado, de una plutocracia española que vive de vender su vida, como demuestra este documental. Es lamentable que quiera jugar el papel de poner un broche de oro culto a un momento que es de reallity Show.

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