¿Dónde está mi cuerpo? Jérémy Clapin. Ficha de identificación y crítica.

 


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FILM DE ANIMACIÓN EXISTENCIALISTA CON ELEMENTOS DE EXTRAÑAMIENTO BIEN ARMADOS PARA ATRAPAR AL ESPECTADOR


Ficha de identificación: 


Título original: J'ai perdu mon corps
País: Francia
Año: 2019
Duración: 81 minutos

Dirección: Jérémy Clapin
Guion: Jérémy Clapin, basado en la novela "Happy Hand" de Guillaume Laurant
Adaptación y diálogos de Jérémy Clapin y Guillaume Laurant
Dirección de Fotografía: Animación
Música: Dan Levy
Creación gráfica: Jérémy Clapin
Supervisor 3D: Pierre Ducos
Director de animación: David Nasser
Animación 2D: Mathieu Chaptel
Director de decorados: Fursy Teyssier
Jefe de montaje: Benjamin Massoubre

Productor: Marc Du Pontavice
Productores ejecutivos: Camille Wiplier, Lucie Bolze
Compañías productoras: Marc Du Pontavice y  Xilam. Co-producción con Auvergne Rhône-Alpes Cinéma, asociado con SOFITVCINÉ 6 e INDÉFILMS 7; distribución: Netflix

Reparto.

Voces: 


Hakim Haris: Naoufel
Victorie Dubois: Gabrielle
Patrick d'Assumçao: Gigi
Alphonse Arfi: Naoufel niño
Hichem Mesbah: Padre de Naoufel
Myriam Loucif: Madre de Naoufel


SINOPSIS:



Una mano cortada se escapa de un laboratorio con un objetivo crucial: volver a encontrar su cuerpo. A medida que avanza por los escollos de París, recuerda su vida con el joven al que una vez estuvo pegada... hasta que conocieron a Gabrielle.


LO QUE SE DICE:


El film ha sido muy bien recibido por la prensa y el público y premiado con nominaciones y galardones en los festivales de cine más importantes de Occidente. La página española Filmaffinity publica una nota media de 7.0, basada en una votación inusual, 7,426 lectores, una media que Imdb eleva 1 7,5, de acuerdo con la opinión de 33,000 de sus lectores.

Los críticos han apuntado en diferentes direcciones. Ángel Palomo (Filmaffinity)enmarca la historia en los relatos que giran en torno a la búsqueda de la propia identidad y el sentido de la pertenencia; para Adrián Carande (Cinemanía) es una joya existencialista del cine animado reciente; Jordan Mintzer (The Hollywood Reporter) ve un film sobre lo que significa la pérdida de un ser querido, aunque también hay quien la ve desconcertante e incluso desagradable para ser disfrutada ( Teo Bughee, The New York Times).


CRÍTICA:


Jérémy Caplin construye un relato brechtiano con algunos elementos de extrañamiento, desconcertantes, que implican al espectador hasta el final, un final de náusea, a lo Kafka, que no resuelve lo que no puede ser resuelto, como no puede, en la metáfora que atraviesa la historia, resolver  el joven Naoufel, educado en una familia burguesa, probablemente de origen argelino, aunque el autor evita dar información de cualquier acontecimiento que preceda al presente actual de su historia, más allá del flashback con el que empieza el film, una especie de ensoñación del chico herido en el suelo. La procedencia se deduce en el momento en el que  Gabrielle y Naoufel juntan sus brazos y el de él es sensiblemente más  moreno. También nos niega, excepto con una lacónica respuesta,  la desaparición de los padres de la vida del adolescente, que deduce el espectador cuando, terminada su jornada laboral de repartidor de pizzas a domicilio,  vuelve a su casa, un antro en una banlieu francesa, probablemente obrera, en la que convive con unos hombres groseros y malcarados y debe esconderse en el baño con el teléfono para lograr un poco de intimidad. Algo ha cambiado en su vida, que irónicamente representa la mano que da título al libro  de Guillaume Laurant: Happy Hand.

Algo se rompe en la vida del joven cuando no puede escapar a su destino, de acuerdo con el plan que tiene trazado de hacer algo imprevisible e irracional, improvisado, como hace la mosca que no puede atrapar con ninguna de sus estretegias. ¿Qué instrumentos tiene el destino para transformar la materia de que están construidos los sueños de un niño, que atrapa en un magnetofón?.  Un relato sin duda alguna existencial, que no sólo muestra lo difícil que es encontrar el camino adecuado, sino aquello que nos impacta por razones que no podemos entender, y que nos hacen seguir la imagen de una persona de la que no conocemos ni siquiera el rostro. Clapin ha logrado atrapar con su narrativa al público, los críticos y los jueces, y nos brinda un final que es, sobre todo, realista, y que al final quizá nos lleve al castillo de Kafka y descubramos lo que no habíamos entendido hasta ese momento: que estamos definitivamente rotos por la vida. Un relato nada amable ni complaciente, de un ser que perdió su norte, sus sueños de ser músico como su madre y astronauta por inspiración de su padre; él si fue atrapado por el destino. Triste si, pero muy interesante.


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