Queenmarker. (Serie surcoreana de Netflix). Crítica.

 



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El fotograma más significativo de esta magnífica serie, dirigida por Oh Jin-suk, es el que cierra el film, una lección nada esperanzadora. "Dios escribe recto con líneas torcidas' es un lema conocido por los viejos cristianos, un axioma que, como un deus ex machina, gobierna todo el relato, en un tiempo en el que no se puede llamar a las cosas por su nombre, perdida la espontaneidad con la que se condujeron desde Homero, pasando por William Shakespeare, Tolstoi, y cineastas chinos Zhan Yimou, o japoneses como Akira Kurosawa, escribiendo relatos que, como el de Oh Jin-suk, se construyen con una mirada nada complaciente sobre nuestra realidad, que, a la vez, no pierden su cualidad de entretener porque son en la forma sobresalientes y  mantienen pegado al espectador a su sillón, sin apartar la mirada de la que en otro tiempo se llamó 'caja tonta', 'caja de trovadores', y ahora ha sustituido a la gran pantalla a través de las plataformas de streaming. Los idealistas, los activistas, los que quieren hacer un mundo mejor y carecen de recursos económicos para poder escribir con esos renglones torcidos de que he hablado arriba, no pueden ni siquiera soñar con que una Queenmaker, como la que protagoniza el film, vea momentáneamente la luz y se sienta golpeada por un arrebato de honestidad.

Queenmarker ha sido calificada como la temporada televisiva más fascinante que 'Netflix' ha producido en mucho tiempo (Jonathon Wilson, Ready Steady Cut), que ya sabemos dónde nos quería llevar, resolviendo la duda de Liz Kocan (Decider) . A un lugar que en el subconsciente todos sabemos que existe, pero que bien por hartazgo, temor, o simplemente invadidos por nuestros intereses espurios, deseamos ignorar, y que alcanza su punto álgido en temporadas electorales, demostrando que no es cierto que el que gana unas elecciones 'se lo lleva todo', porque según su posición de partida, sus recursos, su poder real, estará en una situación de dominio o seguirá dependiendo de quien controla los medios de producción y las instituciones básicas del estado, en una sociedad en la que muchos teóricos desde cualquier área de pensamiento, ya han advertido que, entre otras muchas tristes realidades 'Montesquieu ha muerto'. Y esto es lo que todavía no ha comprendido, al final de la historia, la que se cuenta dentro de campo, la de la diégesis' de Queenmarker, la activista Oh Kyung-sook, precisamente cuando equivocadamente entiende que, conseguido el 'poder', ya no necesita una 'hacedora de reyes'; es ahora cuando más falta la hace, y cuando va a empezar a perder en el camino a muchos que la acompañaron en este aventura.

Hwang Do-hee, la antigua asesora del líder de una gran empresa, el grupo ficticio Eunseung, experta en fomentar entre los ciudadanos la experiencia vicaria construyendo el rascacielos más alta de toda Asia, una tienda libre de impuestos, cuyos beneficios alcanzarán a toda la sociedad, que ha colaborado con ellos de todas las formas posibles como una verdadera Queenmarker, tras sentirse defraudada y engañada por el candidato del Partido Popular coreano Kim Cho-rong, se viste para la venganza, haciendo lo que mejor sabe hacer: llevar a sus 'clientes' por el camino más oscuro de la política, el del engaño, la difamación y otras prácticas más taxativas, sabiendo una realidad, que aconseja al que quiere acceder a la parcela de poder que se le 'ofrece' que difame que, aunque luego se descubra el engaño, es imposible recoger todas las plumas infectas que ha esparcido la difamación. Cuando se siente atacada por un rayo de honestidad, decide atacar ella misma porque ya no tiene nada que perder, cuando le han arrebatado todo lo que tenía: su sueldo, su indemnización, su casa, su coche y su único familiar, su padre. Pone delante de su objetivo a una abogada activista, que preside una alianza de mujeres, cerrando de esta forma el círculo ideológico, y que además puede estar dispuesta a negociar con el partido de la oposición, el Reformista, para conseguir la alcaldía de Séul, una plataforma para luchar por la presidencia del país. Es curiosa la similitud entre los partidos del arco parlamentario coreano y el de nuestro estado; el film nos ayuda bastante a situarnos.

Los líderes de muchos países asiáticos en cualquier campo, ya sea tecnológico, económico, político o social acuden a formarse a  Estados Unidos, como vemos en cualquier producción que represente la realidad de esta zona del globo. Aquí están representados por un 'Kingmarker', un 'hacedor de reyes', al parecer reclamado por la dueña del grupo con un objetivo mucho más  sombrío y opaco del que parece. Un ser extravagante que aparece en campo conduciendo un coche deportivo, y cuyo lema es el siguiente: "¿Qué han conseguido las disputas entre la izquierda y la derecha? que las gentes prefieran vivir en un mundo gobernado por el dinero. Sería más sencillo. " Para este personaje las elecciones son el espectáculo más divertido del mundo, y debe convertirse en un verdadero éxito para que nazca una estrella. Para ello hay que atraerse a gente que él define como común, y que a nadie se nos escapa a quién se refiere; gente indecisa, que cambia con facilidad de opinión, y que se convierte en cebo para estos pescadores en aguas turbias... El film es mucho más explícito.


Un título muy aconsejable, que podemos ver en Netflix.

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