Wanderlust. Nick Payne. Crítica

 



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CRÍTICA:


Se puede decir que 'Wanderlust' es una serie que nace con la vocación de no atraerse a todo el público, sino a un sector muy concreto, abierto a dejarse arrastrar por el deseo de deambular, y lo deja bastante claro en las primeras imágenes de la primera secuencia del primer capítulo. El problema reside en que no siempre aciertan el creador y sus directores al pergeñar situaciones en las que parezca posible que cualquiera se dejara arrastrar, no hacia el placer, sino hacia el ridículo. La protagonista, Joy Richards, interpretada por Tony Colette, es, ante todo una terapeuta, (¿lacaniana? ) y lo quiere dejar bien claro dedicando un capítulo entero a que la psicoanalice una colega de profesión y de esta manera se entere el público de que tiene un trauma de juventud, que no logro averiguar qué tiene que ver con la situación tan  habitual a la que Bergaman llamó imposibilidad trascendida de la pareja a cualquier tiempo o lugar. Pero Joy y su marido Alan Richards (Steen Mackinthos) no son una pareja corriente, son 'mejores' que cualquiera de nosotros, y necesitan ir al séptimo infierno de Dante (por otra parte 'la mar de divertido' según el dicho popular, y muy estimulante, sobre todo para ella, una buena oportunidad para conectar con gente más joven) para acabar aceptando que hogar no hay más que uno y en este nido solo caben dos y su estirpe.

Quizá sin esa carga de pretenciosidad hubiera sido una serie aceptable que hubiera convencido a un público más amplio, que tal como está planteado el relato no entiende por qué los padres están representados de una forma tan guay y los hijos sean unos pobres diablos desgarbados que se buscan la vida fuera de casa, porque de momento la suya ha dejado de ser su hogar. Si bien el problema de fondo, el que alimenta el background , parece ser el s*x*, en la construcción de la diégesis se les ha ido la mano y acaba siendo una batalla constante entre dos personajes arrogantes y como consecuencia poco empáticos, que intentan arreglar sus problemas orillando los sentimientos de las personas que utilizan para sus propósitos. Otros cines nos han conducido, en situaciones parecidas, a reflexionar sobre la misogamia, planteada de manera honesta dentro de la pareja, y no considerando que si el marido y su mujer son felices lo deben ser de igual forma los que se cruzan en sus vidas a modo de una metonimia vital, de tal manera que si la pareja con la que coinciden por azar es feliz, ellos también lo son por su simple proximidad. Y resulta que las cosas no funcionan así, ya que las relaciones entre los hombres nunca dejan de ser de poder y pronto surgen las contradicciones; todos quieren ejercer el poder sobre el otro, pero el otro tiene sus propios planes de los que el recién llegado no forma parte. Y aquí reside la deshonestidad que se pone de manifiesto en la última secuencia, en la que cualquiera podría exclamar: "Hogar dulce hogar"

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