Mi adorable demonio. Serie TV coreana. Crítica

 




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CRÍTICA:


La pregunta que nos hacemos en el tagline es sobre la esencia de este relato pergeñado por Choi A-Il, Kim Jang Han y Kwon Da-son, y si la conclusión final de este interesante subtexto que subyace al relato de My Demon reniega de este aserto por completo. No es mejor, sino la base del verdadero infierno en vida, que nos predispone para el venidero. Pocos actores como Song Kang han encarnado en la pantalla el arquetipo del misógamo irreductible,  de apariencia fría y contenida, pero de sonrisa tan angelical que puede confundir a cualquiera, y esta es, de nuevo, la base del éxito del relato que protagoniza, acompañado de Kim You-jung. El ayudante infernal de este encantador diablo, que se lamenta de que el hombre se deja engañar con facilidad, aún a sabiendas de que él es el verdadero diablo, le recuerda a su jefe que "los humanos son siempre el infierno personal de otros", algo que ni siquiera puede aceptar la amante del demonio.

La naturaleza del ser humano provoca con frecuencia lo que Bergman denominaba 'la imposibilidad de la pareja trascendida a cualquier tiempo o lugar", a lo que esta historia añade la importancia del destino que provoca que el hombre o mujer tropiecen reiteradamente con la misma piedra de forma inevitable, y  que el resultado de cada relación acabe siendo casi siempre el mismo. A ello se añade que la aceptación de la existencia del íncubo supone la de las creencias cristianas de occidente, en detrimento de las supersticiones populares, religiones o filosofías propias de los coreanos; Seong Goo-won se ve obligado a entrar en una iglesia cristiana, de aparente orientación protestante, sin imágenes ni altares secundarios, y los autores eligen este escenario porque representa la existencia del maligno en la icnografía de las religiones derivadas del judaísmo, que, finalmente, revelará su verdadera condición, que lo diferencia  de su antónimo: el ángel, representado por el sacerdote que la preside que se identifica con el arcángel Michael, vencedor del demonio.

Este cuento de buenos y malos, con fronteras no bien definidas entre ambos, ya que alrededor de nuestro protagonista pululan los humanos que, como afirman los habitantes del Averno, se erigen siempre en el 'infierno personal' de otros congéneres, es una buena metáfora para llegar siempre al mismo punto. El hombre tiende a creer que los culpables de sus fracasos son siempre los demás, sin entender un factor que entra en juego en este relato, al que se llama 'destino' que no es otra cosa que sus propia tendencia a reincidir en su  forma de actuar y comportarse, que choca necesariamente con la del otro o la otra, porque como decía Ortega 'el hombre es él y sus circunstancias'.

Como siempre dedico bastante tiempo a intentar dilucidar qué nos quieren contar los que han armado este cuento, qué ventana nos ha querido abrir al conocimiento de su mundo,  de los que desconocemos si son confucianos, sintoístas,, o están atrapados por supersticiones como la reencarnación o el chamanismo, pero a los que les ha resultado atractiva la figura del diablo cristiano y la perversión del ser humano. Han conseguido buenas calificaciones porque han seleccionado actores adecuados, protagonistas muy contenidos en su forma de trabajar, pero muy expresivos en su suave hieratismo, llegando a confundir a los propios espectadores que terminan por desear que el agua y el aceite se fundan, olvidando la verdadera esencia que separa a los mortales de quienes tienen garantizada la vida eterna por su condición. Goo-won se encuentra entre los segundos, sin que en ningún momento dé muestras de querer cambiar su esencia y sacrificar su vida eterna por otra perecedera con la mujer a la que quiere...aunque no tanto como para poner fin a sus privilegios. El siempre exuberante actor coreano se torna comedido.

A la buena selección de los actores se añade una magnífica ambientación (ignoramos quienes son los responsables, porque el problema con el cine y otras manifestaciones artísticas coreanas es que, al parecer, ninguna página occidental puede permitirse el lujo de contratar un traductor, a pesar de que músicos, actores y modelos ocupan los primeros  puestos de los rankings mundiales), y, ya sea creada por procedimientos informáticos, que lo son, sólo se nos informa de que la serie está hecha en color y de que cada episodio dura alrededor de 60 minutos. En torno al equipo técnico sólo se informa al público acerca de quienes son los creadores, el director y el guionista, que en algún caso coincide en las tres funciones. Pero lo que vemos nos sugiere que sus procedimientos están a la altura del cine norteamericano, el cine por excelencia según la Nouvelle Vague hasta hoy mismo, y los responsables del diseño de producción, la dirección artística y la decoración de los 'sets' crean espacios cargados de simbolismo, alguno visto en otras series, y en especial los grandes pilares del despacho de Goo-won, decorados con relojes que sólo se paran en determinadas circunstancias y cuyo significado conocerá finalmente el espectador.

Una serie interesante, muy coreana en el fondo y en la forma.



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