Brutos, sucios y malos. Ettore Scola. Comentario actualizado.
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ACÉRCATE A CONOCER UNA VERSIÓN DE BARRIOS MARGINALES, DESDE LOS QUE SE VE LA CÚPULA DE SAN PEDRO. FILM DE ETTORE SCOLA. DISPONIBLE EN PRIME VÍDEO.
No es infrecuente que la visita a unos lugares (en el sentido amplio del término) nos lleve, sin participación de nuestra voluntad a otros, del mismo modo que desde la colina de estas 'Cañadas Reales italianas', donde reina la miseria, la ignorancia y la pobreza, sus habitantes divisen cada día, al amanecer la Cúpula de San Pedro, diseñada por Miguel Ángel. El visionado de una serie que no voy a comentar para evitar enrolarme en discusiones absurdas, me ha llevado al más que distópico, caso escatológico, con el que Ettore Scola definió la miseria de unas gentes a las que definio como 'brutas, sucias y malas, usando la ironía como un recurso llevado al extremo. El cineasta, uno de los máximos representantes de la comedia all'italiana, que dio grandes actores como Alberto Sordi, Vittorio de Sicca, Vittorio Gasman o el gran Marcelo Mastroianni, actor fetiche de Fellini, construye una historia distópica de humor negro, que, en una fase de desarrollo de mi ego particular, me parecía que contradecía el mito de la caverna de Platón. es decir: "Una vez habías salido de la caverna, no podías volver a ella, que el progreso del hombre es constante. Pero Ettore Scola construye una diégesis que eleva "la corte de los milagros" de Dickens a la categoría de Paraíso Terrenal. Con la pérdida de ingresos y de protección social, se puede producir una decadencia moral de los individuos obligados a subsistir, si bien el italiano opta por la comedia para hacer soportable, a la vez que inolvidable su historia, muy al contrario de la visión de Shohei Imamura en 'La balada del Narayama, que otro día revisaré, porque es un film imprescindible.
Brutos, sucios y malos realizó su película en 1976, un momento en el que el cine europeo se enriquecía con la llegada de directores, guionistas y actores norteamericanos que huían de su país y favorecían movimientos como el Free Cinema, la Nouvelle Vague o el Neorrealismo italiano. La película obtuvo el Premio al Mejor Director del Festival de Cannes de 1976, una comedia distópica, perversa, amoral y malsana, que quizás no se toleraría en la actualidad: Giacinto (Nino Manfredi), su madre y su mujer viven en una chabola con sus 11 hijos, las mujeres, os maridos y la descendencia de todos, en el espacio constituido por una caravana a la que se habían ido anexionando anexos, que apenas podían recibir el nombre de hogar, pero que permitían albergar a todos en un espacio único en el que 'conviven' y duermen en total promiscuidad, lo que daba lugar a 'presuntos' malentendidos. En resumen, una familia que no puede permitirse ninguna comodidad, comen corazón de vaca crudo y para quienes el honor y el respeto que todo ser humano merece es un lujo inalcanzable. Desde sus hediondas e inmundas chabolas, rodeadas de todo tipo de restos, solo pueden permitirse el lujo de ver, que no mirar, porque no se les ha educado semejante sensibilidad, la cúpula que diseñó Miguel Ángel para la Iglesia de San Pedro en el Vaticano, que para los moradores del estercolero está totalmente desacralizada, y dibuja una formamás en el horizonte, junto a la choza del vecino.
Pero no por esto dejan de ser hombres y mujeres que, al modo de Chaplin en 'El niño', siguen los rituales burgueses sin apreciar, a costa de la costumbre, que todo lo que les rodea son andrajos y testigos de la miseria. El espectador de hoy se sorprenderá al ver cómo cada mañana una nieta preadolescente de Guaginto recoge a los niños del suburbio chabolero y los encierra en un cercado realizadas con superficies de alambre viejo que sirven de base del colchón de una vieja cama rota. Al atardecer, cuando la luz declina en la vieja cúpula, que Paolo Sorrentino identifica con un exprimidor de naranja, recoge a los niños, cansados de jugar y los devuelve a sus casas. ¿Es este el ludus latino, como llamaban los antiguos romanos a la escuela? La tranquilidad del poblado se rompe cuando los padres comienzan a alborotar y zarandear a sus hijos. Cuando termina el film, vemos a la niña-maestra con varias garrafas de plástico para recoger agua, mostrando a los espectadores una barriga muy abultada que delata un embarazo muy avanzado, algo a lo que no parece dar importancia, ni parece sorprender a nadie fuera y dentro de la pantalla.
Se podría hablar de sociedad patriarcal, aunque parecería una broma, ya que, si bien Giacinto es el pater familias, no goza ni de la lealtad de una madre que se pasa el día viendo la televisión y deja que sus nietos se repartan la pensión con tal de no acabar en un hospicio. Cundo el 'patriarca', tras un intento serio de envenenamiento por parte de la familia en bloque, vende la chabola a otra familia de desgraciados, ante la imposibilidad de los recién llegados de desahuciar a nadie, se acomodan como pueden en este espacio, con tal de estar bajo techo, conviviendo las dos familias hacinadas. Hoy, cuando las calles se llenan de gente que carece de este techo, por muy depauperado que esté, debíamos pensar en si es posible la vuelta al mundo de Giacinto y su prole. Ettore Scola ha optado por la comedia para trasladar unas imágenes tan crudas, que ya no podían endurecerse más; los directores actuales, partidarios de presentar unas imágenes vacías, sin alma, sin empatía, quizá hubieran construido sus relatos de tal forma que no nos hubieran dejado dormir tranquilos en una semana . Un director que merece la pena revisar.
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