Hereditary. Crítica.







REGINA LEIGH, ABUELA DE PEYMON UNO DE LOS 7 DEMONIOS DEL INFIERNO

ARRIBA Y ABAJO, DENTRO Y FUERA...DIFERENTES PLANOS DE LA REALIDAD FICCIONADA


La polémica ha acompañado a la aparición del film que dirige Ari Aster, una película ecléctica que bebe de muchas fuentes, tanto norteamericanas como europeas, y que atemoriza a su público con un buen uso de los recursos cinematográficos, adaptados a sus necesidades narrativas. Sitúa al espectador en un espacio ambiguo entre el arriba y el abajo, el adentro y el afuera del espacio siniestro. constituido por una lujosa mansión gótica en medio de un frondoso bosque que evoca 'El terror en Amityville', y tantas otras historias que le han precedido en el tiempo desde su irrupción en la pantalla, pero con un significado más profundo si cabe. También nos traslada al hotel Overlook de 'El resplandor', cuyo score musical arrebata el protagonismo a los actores, o a los pactos con el diablo de Polanski, aunque también a 'La bruja: una leyenda de Nueva Inglaterra' de Robert Eggers, en la que el bosque emerge como una entidad amenazadora, si bien, al fin, el secreto mejor guardado se halle en el desván, como en los mejores relatos de Edgar Alan Poe.

Así pues, 'Hereditary' es  una película multireferencial, que de acuerdo con la ambigüedad y oscuridad de los tiempos convulsos que atravesamos en los que las ideas se diluyen, milita en diferentes géneros, lo que dificulta una lectura lineal. Dando prioridad a una estética  indie, plantea todos los binomios posibles, deslizándose entre lo vivido y lo soñado, la amenaza sobrenatural y la mente resquebrajada, lo heredado y lo adquirido, el espacio real y el imaginado (Desirée  de Fez. Fotogramas), a los que se podrían añadir algunos más. Difiero de la sentencia de Andrea G.Bermejo, según la cual "lo que podría haber sido un intelectualizado estudio sobre la maternidad y las herencias familiares se convierte en un filme que haría gritar lo suyo al público devoto de Sitges." (Cinemanía). El argumento es tan retorcido que más de un top crític afirma que hay que verla varias veces para llegar a la comprensión de todas sus aristas, y que comienza  planteando una reflexión al espectador. Annie, modelista de profesión, trabaja en la elaboración de miniaturas que introduce en casitas de 'muñecas' que incorporan secuencias de su vida cotidiana. La cámara, centrada en la mujer, se desplaza y se aproxima a una de estas pequeñas estancias que pasan a ser el escenario en el que se va a desarrollar el relato, optando de esta manera por el fetiche, la ficción más inquietante, y  proponiendo una diabólica  'mise en abyme' (Jordi Costa), un procedimiento narrativo que imbrica una historia dentro de otra de similar o igual temática.

En el primer plano o foreground nos encontramos con una historia de brujas o 'adoradoras del demonio', que eclosionará en la secuencia final; el problema lo tenemos cuando intentamos profundizar en el background, y es allí, en el fondo del armario, donde nos encontraremos con la decandencia de una saga, que remite al clásico relato de Edgar A.Poe, 'El hundimiento de la casa Usher', en la que la planta baja del edificio en medio del bosque, de aspecto neogótico en su interior, funciona como el sótano y el desván como el cerebro que esconde, desde el principio, sin que se haga partícipe al público, el trasfondo real de la trama. El propio Poe fue un niño adoptado por un matrimonio y maltratado por el padrastro, cuyo apellido completo jamás exhibió, una figura, que en este caso se torna materna, que encarna Annie y que emerge con toda su crudeza en su relación con su primogénito, Peter, una mujer en la que muchos han encontrado resonancias de Jack Torrance, el protagonista de 'El resplandor' (cuya atmósfera casi calca), el famoso guardián creado por Stephen King. El éxito profesional de la modelista hace que muchos la asocien con el protagonista masculino de 'La semilla del diablo' de Roman Polanski, y la visión de género sitúa la película junto a 'El hombre de mimbre' (The Wicker Man, Robin Hardy 1973), al encarnar una sociedad matriarcal dirigida por un hombre como su predecesora. A todo ello se añade un largo etcétera de referencias literarias y cinematográficas, cosidas y aclimatadas de tal manera que no solo tienen como resultado un filme original, sino que mantienen atado a su butaca a un público expectante y aterrado,  sin sustos estrepitosos ni abuso del gore, sino con un buen trabajo de producción y postproducción. En resumidas cuentas, el retrato de una familia, a cuyo frente Ari Aster coloca a una mujer exitosa y dominante, cuya herencia física y mental la sobrepasa y que resulta incapaz de proteger aquello que afirma querer más que su vida: su propia familia, a la que expone en grado máximo, en especial cuando obliga a Peter, su hijo adolescente y sumiso, no demasiado fuerte mentalmente, a llevar a una fiesta de su grupo a Charlie, una niña con problemas de todo tipo, alérgica a los frutos secos.

Una película que posee elementos del género de terror, ya se trate de casas encantadas, exorcismos, visiones espantosas (no por silenciosas menos terribles y susceptibles de ser  almacenadas en la mente del que mira), sentimientos de pérdida e incluso sacrificios, todos ellos susceptibles de encontrar acomodo en cada uno de los planos o dimensiones que Aster propone al principio de la película y que hará que los espectadores, de acuerdo con su formación y experiencias personales construyan su propio relato optando por uno u otro de los elementos del dilema que se le plantea. Elija la cara del prisma que elija, ya sea el resultado de su propia elección o la perspectiva que le propone el realizador, tiene garantizado que el relato va a contribuir a despertar sus demonios, sus temores, y se va a pasar un buen-mal rato, en el que tanto el plano real como el imaginario, ambos ficticios, nos sitúan ante unos hechos que infunden terror. Nadie grita, algunos hablan para conjurar sus propios miedos. Muy buena.






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