Dos hombres en la ciudad.Jose Giovanni.





El mundo ha avanzado mucho económicamente, -aunque ahora estamos en riesgo de perder toda esta ganancia -, a costa de un retroceso intelectual y moral, si tomamos como referencia el año en que José Giovani realizó Dos hombres en la ciudad, (1973) producida y protagonizada por Alain Delon, uno de los hombres más guapos y atractivos de la Historia del cine, que protagonizó espléndidos filmes. Muchos espectadores descubrirán al ver esta película de José Govani que en la Patria de la Igualdad, la Fraternidad y la Libertad'  estaba vigente la pena de muerte en Francia, entrada la década de los 80,  que se ejecutaba con el símbolo de la revolución: la Guillotina. 




'Dos hombres en la ciudad supone el mayor alegato llevado a la pantalla a favor de la reinserción de los presos y la abolición de la pena de muerte, dos reivindicaciones materializadas en dos manifiestos: el del educador, (Jean Gabin), figura que existe en las cárceles francesas, y el de la abogada defensora. El relato comienza con una reflexión sobre la justicia del educador, tras la ejecución de Gino Strabliggi (Alain Delon), que enmarca la historia, construida con un gran flashback que hace retroceder al espectador en el tiempo. y cierra con la imagen frustrada y cansada del anciano funcionario, que nunca ya podrá creer en la justicia, de la que ha descubierto su lado más oscuro, las bambalinas del teatro del aparato judicial, que esconden una máquina hecha para matar: la guillotina; en Francia había dos, una que viajaba por las provincias, y otra estaba con residencia en París.





Gino Strabliggi sale de la cárcel un año antes de cumplir su pena, al aplicársele un grado más leve, fruto de los oficios del educador. Está dispuesto a regenerarse y llevar una vida decente, realizando un trabajo que ha aprendido en prisión, pero un inspector de policía que cree que la delincuencia tiene una base genética y que quien ha violado la ley una vez no se puede reformar, guiado por un exceso de celo y un abuso de poder, comienza a estrechar su cerco, a imposibilitar con todos los medios a su alcance que Gino pueda integrarse en la vida laboral y formar una familia, incluido el chantaje a la novia e incluso la presión sexual sobre la chica. Consigue su objetivo, -hacerlo delinquir de nuevo -, aunque la víctima será él mismo.

Gino no tiene ninguna posibilidad de defensa, ya que su palabra carece de peso ante el corporativismo policial, y el único testimonio de los hechos, el de la novia que el inspector había manoseado, queda invalidado por la relación existente entre ambos. Las imágenes de un motín carcelario permiten que el espectador comprenda el alegato de la defensora, que denuncia los diez años de promiscuidad, suciedad, comida que nadie daría ni a su perro, desprecio de los guardias de prisión, jergones, grosería, que ha padecido el encausado. Todas estas circunstancias contribuyen a la degradación de la esencia del ser humano: su dignidad y el respeto a sí mismo.





Periódicamente, ayer como hoy, los grandes rotativos hablan de motines carcelarios, de suicidios de presos, "debido a la desesperación alimentada por un sistema decadente (...) La guillotina nos acerca más a un mundo subdesarrollado que a esa luz del mundo que Francia pretende ser", sostiene la defensora. Giovani no evita las imágenes de la ejecución de un condenado que se niega a recibir el consuelo de una Iglesia, que siempre ha vuelto la espalda a los desgraciados, o de los funcionarios del aparato, con rostros hipócritamente compungidos, que no se sabe con qué motivo le piden valor en los últimos momentos. Su conciencia y su miedo, confesado a su educador, durarán poco, la mala conciencia social durará toda la vida. La cámara vigila cada movimiento del ritual de esta muerte fría y programada: primero cortan el cuello de la camisa, le meten un cigarro en la boca y le dan dos 'chupitos' ¿? y luego dejan caer la cuchilla. En la extradiégesis una cesta que recogerá la cabeza de Gino , que el verdugo agarrará por los pelos. Pero los franceses tenían suerte, en España se ejecutaba con una máquina medieval: el garrote vil, que desnucaba al condenado. En ocasiones los condenados tardaban bastante en morir.

El film está contado linealmente, en forma de retroceso en el tiempo para el recuerdo. No hay posibilidad de dobles interpretaciones, un botón es un botón,y el discurso llega claro. La cabeza (caput) de Gino captada por la cámara tras el agujero en que deberá colocarla para que se la separen del cuerpo llega sin distorsiones al espectador. No permite interpretaciones varias, ni medias tintas: la pena capital ha sido ejecutada y algunos dormirán tranquilos, aunque los actores de esta tragedia serán sustituidos por otros Gino, otros Germain y otros inspectores Goitreau  que volverán a representar el mismo drama.


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