Ficha técnica:
Titulo original: The Company Men.
País: EE.UU.
Año: 2010.
Duración: 104 minutos.
Duración: 104 minutos.
Guión y dirección:: John Wells.
Casting: Laura Rosenthal, C.S.A.
Música: Aaron Zigman.
Vestuario: Lyn Paolo.
Editor: Robert Franzen, A.C.E.
Diseño de producción: David J. Bomba.
Director de Fotografía: Roger de Akins, A.S.C., B.S.C.
Productor ejecutivo: Bárbara A. Hall.
Producción: Claire Rudnick Polstein, Paula Weinstein, John Wells.
Ficha artística:
Ben Affleck: Bobby Walker.
Chris Cooper: Phil Woodward.
Kevin Costner: Jack
María Bello: Sally.
Tommy Lee Jones: Gen McClary
Sinosis.
Bobby Walker ( Ben Affleck) vive el sueño americano: tiene un gran trabajo, una hermosa familia y un deslumbrante Porsche en el garaje. Cuando la política de reducción de personal le deja a él y a sus compañeros Phil Woodward (Chris Cooper) y Gene McClary ( Tommy Lee Jones) sin trabajo, los tres hombres se ven obligados a redifinir sus vidas, como maridos y como padres de familia.
Bobby pronto se ve en la situación de tener que soportar sesiones de coaching, un trabajo como constructor de viviendas en la empresa de su cuñado (Kevin Costner), donde no utiliza sus habilidades ejecutivas y tal vez, el darse cuenta de que la vida es más que perseguir el próximo y el mejor negocio. Con grandes dosis de sensibilidad y de observación de las nuevas realidades de la vida real de los Estados Unidos.
Comentario
El filme comienza con los tres protagonistas, Bob, Fhil y Gen realizando ante el espejo el ritual cotidiano de disfrazarse de ejecutivo para acudir a las oficinas de la compañía, con la máscara del hombre importante de negocios: ajuste de la corbata, colocación en la muñeca del reloj, atado de cordones de los zapatos, etc, mientras los contemplan los familiares desde sus respectivos retratos.
Grupos empresariales, con dificultades ante la caída de compañías y bancos, una sopa de letras indigerible, resuelven sus problemas reduciendo los costes variables, ni más ni menos que los salarios y las materias primas, cuyo recorte favorece que fluya el capital; otra gran sorpresa es el término externalidades, que significa que unos se dan la vida padre y otros pagamos la factura, de la forma tan drástica que todos conocemos..El bombardeo de los medios de comunicación audiovisuales o escritos ha logrado incrustar en el imaginario colectivo que si un grupo financiero, de la calaña que sea , vende un edifico, esta venta es un síntoma de problemas financieros, pero si reduce su plantilla trabaja en pro de la eficiencia económica, aunque un hecho y otro respondan a la misma causa. Sería desolador pensar que despiden a personas y arruinan familias, por el simple gusto de hacerlo. Marmol travertino es símbolo de riqueza; muchos trabajadores de mala gestión.
Phil Woodward, un sexagenario con hijos en Universidades privadas, y una esposa depresiva, siente que lo peor de su desgracia es que el mundo sigue igual: llega el periódico todas las mañanas, los aspersores se apagan a las 6, y su vecino sigue lavando el coche los domingos, mientras su vida se ha acabado y nadie se ha dado cuenta. Duncan Jones en Source Code advierte del hecho de que es 'irrelevante' el sufrimiento de los individuos, en este caso miles de trabajadores, víctimas de fusiones empresariales, si aumenta la cuenta de resultados y se refleja en las cotizaciones en bolsa.
Los cineastas americanos van construyendo el puzzle poniendo cada uno su tesela, se llamen Jason Reitman, Charles Ferguson, Oiver Stone, Duncan Jones o John Wells. The company men coloca el foco en el aspecto humano de los ejecutivos de las grandes compañías que han perdido su empleo a causa de la primera crisis global de la que han salido de rositas los culpables, aumentando incluso sus beneficios. Aborda la cuestión desde distintos puntos de vista: el del joven de 37 años que ha escalado, a pesar de haberse formado en una Universidad pública, lo que estos insensatos americanos republicanos consideran una formación de segundo orden. Creen que pagan su formación, pero no hay dinero en el mundo para poder comprar las horas de trabajo de tanto intelectual abnegado, que por supuesto no se las va a regalar; el segundo es Phil, un hombre formado en el 'trabajo directo', el de verdad, que ha ido ascendiendo y que a sus sesenta años no tiene ahorros suficientes para mantener a su familia, mal acostumbrada, ni posibilidad de acceder a un empleo; el último es Gene McClary, que posee multimillonarias acciones y la posibilidad de reemprender un negocio. Frente a ellos un pequeño empresario, que unas veces pierde y otras gana, pero que al final equlibra sus cuentas, algo normal en la era pre-avaricia.
La situación de estas personas es angustiosa, y como espectador te sientes más o menos reflejado según tu actitud vital (alguno ha abandonado la sala antes de terminar la proyección): escuelas privadas, universidades privadas, golf, casas y coches de lujo, cenas, tintorerías... A Phil su mujer le prohibe volver a casa antes de la hora en que terminaba su trabajo habitual, para que los vecinos no se enteren de su nueva situación. Pero la solución a este conflicto es aparentemente sencilla: hay que ir quitando pieles a la cebolla, abandonando las pesadas mochilas, como afirma el protagonista de Up in the air (Jason Raitman), Ryan Bongham, prescindir de todas esas necesidades impuestas por la sociedad insostenible del despilfarro y disfrutar de un almuerzo sencillo con compañeros parados, la mayor parte muy cualificados. Hay que volver a las empresas que producían cosas tangibles, cuyo tamaño se podía controlar y en las que el ser humano no era un coste variable (¡gracias Ángela!).
Hoy le tocaba el turno a los ejecutivos intermedios, a esos que sus padres habían educado pensando que todo estaba controlado, como supo ver el veterano Lumet en Antes que el diablo sepa que has muerto. Casey Affleck (hermano de Ben, protagonista del film) y Joaquim Phoenix nos dan otra perspectiva: los espectáculos-basura, actual opio del pueblo.
En sus últimos films, los norteamericanos añoran y reclaman la hegemonía de la economía productiva, en la que los hombres construían algo que podía ver, oler y tocar, y no cifras de un balance . Estos hombres conocían su valía, sabían quienes eran, y con el producto de su trabajo alimentaban a sus familias, compraban casas,enviaban a sus hijos a la Universidad (Tommy Lee Jones); con el desarrollo de la economía financiera impulsada por los neocom, muchos hombres multiplicaron sus ingresos, pero la factura fue el miedo a los informes de ventas, a las nuevas generaciones de universitarios que han tenido tiempo para prepararse y están dispuestos a realizar su trabajo por mucho menos, a perder los jets privados de las empresas o reservas de mesas por los que pagaban 16.650 dólares. Perdidos sus buenos empleos, Tom y Phil son filmados de espaldas, símbolo romántico de la desesperación.
Las mujeres del filme están estupendas, cada una en su papel. Incluso en este terreno Phil es el gran perdedor. Los programas de reubicación , infantiles, infructuosos, cínicos e incluso sórdidos, con esas amables 'directoras', cuya capacitación se desconoce, que tiran al Hades a los despedidos,como el funcionario de La vida de Brian de los Monty Python que pregunta amablemente si el reo había sido condenado a la crucifixión o no, son ofensivos y humillantes para cualquier ser humano, sea o no ex-alto ejecutivo.
No podemos dejar de ver estos filmes que, aunque duros, nos dan una perspectiva muy diferente de los decadentes medios de comunicación. Como señala Carlos F.Heredero, director de Cahiers du Cinema, los cineastas no pueden estar al pie de la noticia, sus obras son más costosas de realizar, pero sus reflexiones más permanentes.
Tom y su compañero en la empresa 'beatifica' de reubicación, un ingeniero desempleado, terminan parodiando de manera jocosa el lema de la terapia del 'tigre': ¡Estoy decidido a ganar porque estoy preparado y soy el mejor
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