Flores de otro mundo. Iciar Bollain.



Ficha técnica:

Titulo original: Flores de otro mundo.
País: España.
Año: 1999.
Duración: 116 minutos.
Dirección: Iciar Bollain.
Guión: Iciar Bollaín y Julio Llamazares.
Maquillaje: Lola López.
Decoración: Josline Lasa.
Director de reparto: Manuel Martín Cuenca.
Sonido directo: Agustín Peinado.
Montaje de sonido: Pelayo Gutiérrez.
Música: Pascal Gaigne.
Fotografía: Teo Delgado.
Dirección de producción: Pizca Gutiérrez.
Productor ejecutivo. Santiago García de Lenáiz.
Filmax, Producciones 'La Iguana' y 'Alta Films'.

Intérpretes:

José Sancho: Carmelo.
Luis Tosar: Damián.
Lissete Mejía:  Patricia..
Marilín Torres: Milady.
Chete Lera: Alfonso.
Elena Irureta: Marirrosi.
Amparo Valle: madre de Damián.
Rubén Echandiano:  joven albañil de Santa Eulalia.

Sinopsis.

Patricia, dominicana, busca un lugar y una seguridad económica que su situación ilegal en Madrid no le permite alcanzar- Milady es de La Habana y a sus 20 años tiene un mundo entero que recorrer. Marirrosi tiene trabajo y casa, pero vive en la más completa soledad. La misma soledad que comparten tres hombres de Santa Eulalia. Una fiesta de solteros con caravana de mujeres, fuerza el encuentro de todos ellos.

Comentario.

Se ha calificado el cine de Iciar Bollain de sencillo,  transparente y alejado del género social. Por el contrario la película se acerca tanto al cinema verité que roza el cine documental y me atrevo a decir que se aproxima al reality-show, con su cámara indiscreta colocada en un pueblo desértico del centro de España,  Santa Eulalia, inmiscuyéndose en la vida de sus  modestos  habitantes. Recoge el momento en el que en algunos pueblos en trance de desaparecer se organizaron caravanas de mujeres, siguiendo modelos cinematográficos, como el film de William A.Wellman, sin  la epicidad de los pioneros colonizadores del lejano oeste y convertidas en tristes remedos cavernarios y machistas condenados al fracaso desde el origen de la iniciativa.

La maniobra de diversión atrae al pueblo mujeres de toda edad  y  condición, que desfilan, seguidas por una banda de música, como el ganado de ovejas que contemplan los niños, ante una población  hasta desembocar en una estancia del Ayuntamiento en la que les espera un grupo variopinto de terribles solteros de mirada libidinosa, con un clavel rojo en la mano, maltratados por esa cámara indiscreta. En el autobús, de acuerdo con los nuevos tiempos, viaja un grupo de mujeres inmigrantes, optando Bollaín por un relato objetivo en el que deja que las imágenes hablen por sí solas.

Estas mujeres ilegales, de cuerpos exhuberantes caribeños, cuya indumentaria no sugiere sino se encarga de destacar, despiertan las fantasías de los 'paletos' de Santa Eulalia y la desconfianza de las severas mujeres castellanas, cuyos rostros revelan  la amargura y el resentimiento de una vida plana al servicio de sus hombres y la desconfianza ante las recién llegadas que amenazan su pobre estatus. Sólo  dos de las mujeres establecerán un vínculo con  hombres del pueblo: Patricia, (Lissete Mejía),  una dominicana con dos hijos, y Marirrosi,  (Elena Irureta), una enfermera de Bilbao; la primera explosiva, voluptuosa a la que todos los hombres desean tocar, la segunda,  discreta y comedida,  atraerá la atención de un lobo solitario que ha huido de la ciudad y se dedica al tranquilo trabajo de cultivar flores. A estas dos se añade la cubana Milady, (Marilin  Torres), que ha llevado a la localidad Carmelo (José Sancho).

El ojo indiscreto de la cámara de Iciar Bollaín ni interpreta ni poetiza, sólo contempla objetivamente a los lugareños y al grupo de intrusas, que rechazan las mujeres de Santa Eulalia. Este cuerpo extraño que se incrusta en su sociedad está constituido por mujeres que tienen nombres de película norteamericana o culebrones del cono sur, visten sin complejos o, como Milady, se enfundan en la bandera de EE.UU y usan zapatillas deportivas ostentosas, símbolo del desarrollo y el progreso que buscan. Pero su acceso al mundo de las oportunidades se produce por la puerta de atrás, la del servicio y el vehículo son hombres primitivos, en algún caso violentos, que ven la posibilidad, como confiesa Carmelo a alguno de sus colegas,  de acceder al contacto con mujeres jóvenes a través de su pobreza y necesidad. Viven solas, sin contacto con las mujeres locales y se relacionan casi exclusivamente entre ellas.

Sólo una de estas parejas se salvará, la de Damián y Patricia, tras librarse del yugo de la madre posesiva, temerosa de perder al hijo, y de los fantasmas del pasado que salen a su encuentro. El mundo de los niños, los hijos negros de Patricia, es observado de manera tangencial y un tanto idealizada, perfectamente integrados en su comunidad escolar, algo que podrían matizar los profesionales de la enseñanza. Si los padres discriminan los niños les suelen imitar.

¿Cine social?  Sí. Iciar Bollaín muestra 'de forma sencilla' y objetiva, por dónde entran estas mujeres, atraídas por la propaganda oficial, y cómo ingresan en un mundo tosco, sombrío y pobre, sin su mar y su luz caribeña, ni su fantasía lumínica que se refleja en la indumentaria y la música salsera que las acompaña. El resultado es el desengaño, el desamor  e incluso la violencia y la prostitución. El universo de las películas, los coches de lujo, ante los que se fotografían, y el bienestar, está vedado para ellas. Es paradigmática la escena en la que Marcelo muestra con orgullo a la joven Milady una cocina,  de una ostentación  pequeñoburguesa , en la casa que está construyendo para enjaular a un pájaro que lo único que desea es salir volando en busca de otro sueño en su Itaca particular : un joven novio italiano. El hombre sólo ha sido el vehículo para huir en busca de 'el dorado', que ha resultado ser de latón.

¿Es cine social? El espectador tiene la respuesta. El cine  dispone de  su  propio lenguaje e Iciar Bollaín opta por una forma de expresión en la que subyace  un discurso centrado en el paradigma y la anécdota, sin grandes planteamientos teóricos sobre el ser y el deber ser que hubiera despertado mayor polémica. Su cámara maltrata  a todos, aunque justifica dialécticamente a las que se ven empujadas a la mentira y el engaño por la necesidad, matizada en el caso de la joven cubana. No oculta  el sub-mundo en que se mueve el joven albañil que trabaja para Carmelo, constituido por unos jóvenes que pernoctan periódicamente en las prisiones y que tratan a las jóvenes caribeñas como al ganado.



Comentarios

Entradas populares