El cine, un espectáculo para pobres. Noël Burch.

Noël Burch, El tragaluz del infinito. Lejos de los barrios elegantes.





 Entre 1896 y 1914 se reparten el mercado cinematográfico  mundial Francia, Inglaterra y Estados Unidos, y más tarde Italia y Dinamarca. Las diferencias entre estos cines se aprecian como hechos culturales. Durante su primer decenio de vida el cine fue el 'teatro de los pobres' y atraía casi exclusivamente al bajo pueblo, artesanos, obreros..., de los centros urbanos. No se ha realizado ninguna tentativa para analizar la relación entre la evolución de los modos de representación tras la emergencia del lenguaje cinematográfico, y la evolución entre las clases sociales y el cine en los tres países individualmente considerados. El cine era barato, sus primeros inventos se exhibían en ferias, mientras el teatro era y es el terreno de la burguesía, excepto una élite  más liberal, cliente de  los cabarets. El país donde el cine y su público han sido más populares es Francia, donde, en el momento de nacimiento del cine las relaciones de clase ofrecían un rostro específico que contrastaba poderosamente con los países anglosajones. La revolución de 1789 fue una etapa esencial en la lucha de la burguesía contra el feudalismo aristocrático, en ningún momento su culminación. Serán necesarios nuevos enfrentamientos graves (1830, 1848 y 1858) y la desastrosa aventura contra Prusia para que la burguesía asuma el poder. 25 años después de la Comuna la ideología feudal estaba todavía viva, sobre todo en el campo, gracias a la confluencia del peso de la Iglesia y de una reliquia de restos feudales de la aristocracia agraria. La burguesía necesita seriamente a la clase obrera como fuerza socio-política, la misma sobre la que se apoyó en 1830 y 1848, especialmente para la escuela laica, elemento fundamental de la lucha contra el partido monárquico y la Iglesia. El partido radical, con su furioso republicanismo, populista y burlón, cumple este papel a las mil maravillas. Está comprobado que la lucha económica y política tiene como centro de gravedad la confrontación entre una alianza de campesinos y burgueses por un lado  y el proletariado por otro. La batalla ideológica es más compleja. 

 En la cultura anglosajona las cosas son diferentes. La burguesía comercial, la aristocracia y la Iglesia, se centran en la lucha por el control y la utilización e los ocios populares. Desde mediados del siglo XIX se intenta controlar el ocio popular y comienzan las luchas por la  contención en  el consumo de alcohol, ligado a la productividad y el mantenimiento del orden social (los amotinados cartistas sacaban con frecuencia su valor del cabaret; actualmente de las discotecas, el crack y los estupfacientes. Nos estamos atlantizando), medidas que se materializan en las horas de cierre diurno, que aún rigen al otro lado del Canal de la Mancha. En Francia, con una producción dispersa, basada en empresas artesanales y trabajo a domicilio, siguió un camino distinto a Inglaterra, con la concentración de grandes masas de obreros en las fábricas. Sólo 30 años después surgió una gran concentración obrera homologable a las Trade-Unions, y la resistencia fue más anárquica e intelectual.

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