El último samurái. Edward Zwick.










Ficha tércnica:

Título original: The last samurai.
País: Estados Unidos.
Año: 2003.
Duración: 144 minutos.
Dirección: Edward Zwick.
Guión: John Logan, Edward Zwick y Marshall Herskovitz., basado en una historia de John Logan.
Casting: Victoria Thomas.
Dirección de Fotografía: John Toll, A.S.C.
Música: Hans Zimmer.
Edición: Steven Rosenblum, A.C.E. y Victor Dubois.
Producción: Marshall Herskoitz y Edward Zwick.; Tom Cruise y Paula Wagner. Scott Kroopf y Tom  Engelman.
Productores ejecutivos:  Ted Field y Richard Solomon, Vincent Ward,  Charles Mulvehill.
Diseño de producción: Lilly Kilvert.
Productores asociados: Graham J.Larson, Michael Doven, Yoko Naraashi.
Supervisor efectos visuales: Jeffrey A. Okun.
Vestuario: Ngila Dickson.
Warner Bros.Pictures, Radar Pictures/ Bedford Falls Company Production, Cruis/ Wagner Production

Intérpretes:

Tom Cruise: Capitan Nathan Algren.
Ken Watanabe: Katsumoto,
William Atherton: Winchester
Timothy Spall: Simon Graham,
Billy Connolly: Zebulon Gant
Tony Goldwyn:  Coronel Bagley
Hiroyuki Sanada: Ujio
Masato  Harada: Omura,
Koyuki: Taka...



Sinopsis:

El capitán Nathan Algren, (Tom Cruise), un héroe de la Guerra de Secesión norteamericana, que había militado bajo las órdenes del General Custer y  participado en la Batalla de Little Bill Horn, llega a Japón con el fin de modernizar y occidentalizar al ejército nipón, pero acaba uniéndose a los conservadores samuráis. Ken Watanabe, nominado al Oscar, actúa como Katsumoto, un jefe samurái, que defiende su forma de vida en extinción, cuyo destino se cruz con el del capitán americano .

Comentario:

Un film como El último samurái, independientemente de la valoración que merezca según el crítico que juzgue, y  se puede comprobar que están muy polarizadas las opiniones, tiene interés  como divulgador de cómo se gestó el Japón moderno, el ídolo de los pies de barro, durante el reinado de un jovencísimo emperador, que adoptó el nombre de Meijí, y  junto con parte de la aristocracia, decidió modernizar el país, no sólo política y económicamente, sino, lo que es mucho más peliagudo: militarmente. Esta decisión choca frontalmente con la aristocracia de los samuráis, que llegan hasta la muerte, generalmente lanzándose contra su espada, en una práctica que llamaban harakiri.

En la otra parte del Pacífico la situación no era muy diferente. Concluida la Guerra de Secesión y muerto el General  en la batalla de Bittle Big Horn (Montana, 25 de junio de 1876), algunos ex-combatientes como el  Capitán Nathan Algren, hombres sin función en el mundo que estaba emergiendo, se ganaban  el sustento contando sus batallitas por espectáculos de feria. El desarrollo de la sociedad industrial y los transportes, especialmente el ferrocarril, habían acabado con la ley del más fuerte, los pistoleros, los sheriffs, los marshalls, etc. Las élites militares japonesas contratan a héroes de las guerras occidentales, para formar a sus howitzers, y como ocurriera en otros momentos cruciales de la historia, como el Motín de Esquilache en España (1766), una sublevación de los nobles ante la orden del ministro de cortar sus capas para que no pudieran embozarse tras ellas;  la decisión de arrebatar las espadas y cortar las coletas de los samuráis  produjo su rebelión.

Todo el romanticismo se concentra en el enfrentamiento entre un nuevo mundo que comienza y una tradición que no se resigna a desaparecer, aunque sabe que está condenada y que no hay marcha atrás, pero quiere jugar su última baza, al modo del general Custer  en Little Big Horn  donde  se enfrentó con un pequeño ejército de unos 350 hombre a las enormes fuerzas de cheyennes y sioux, o Leóndas de Esparta que detuvo a los persas en el paso de las Termópilas con sus famosos 300 espartanos. Sabían que no podía vencer, pero querían dejar testimonio para el futuro de su resistencia. Kasumoto muere contemplando sus queridos cerezos en flor y recibe  la muestra  de respeto de los nuevos soldados. Japón ha dado el gran salto, pero ha dejado en el camino parte de su esencia, de su mentalidad como pueblo.




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