Yo creo en tí. Henry Hathaway.










Interesantísima carteleria de la época,  un icono del cine de los años 40.


Ficha técnica:

Título original: Call Northside  777.
País: USA.
Año: 1948.
Duración: 111 minutos.
Dirección: Henry Hathaway.
Guión: Jerome Cady y Jay Dratler. Adaptación de artículos de P.McGuire, adaptados por Leonard Hoffman y Quentin Reynolds.
Música: Alfred Newman. Arreglos orquestales de Edward Powell.
Dirección de Fotografía: Josph MacDonald, A.S.C.
Montaje: J.Watson Webb Jr.
Director artístico: Lyle Wheeler, Mark-Lee Kirk.
Efectos especiales fotográficos: Fred Sersen.
Sonido: W.D. Flick-Roger Heman.

Maquillaje: Ben Nye. 
Productor: Otto Lang.
Suevia Films, Twentieth Century Fox.

Intérpretes:

James Stewart : P. J.McNeal,
Richard Conte : Frank W. Wiecek,
Lee J.Cobb : Brian Kelly,
Helen  Walker: Laura McNeal,
Betty Garde : Wanda Skutnik,
Kasia Orzazewski : Tillie Wiececk.
Joanne de Bergh : Helen Wiecek,
Howard Smith : K.L. Palmer.
Moroni Olsen : Parole Board Chaiman,
John McIntire : Sam Faxon,
Paul Harvey: Martin J. Burns.

Sinopsis:

Basado en una historia real. En 1932, Frank Wiecek es condenado a 99 años de  prisión por un crimen que no cometió. 12 años después, su madre que ha ahorrado 5000 dólares, centavo a centavo, limpiando pisos, publica un aviso ofreciendo una recompensa para quien dé información que permita descubrir al verdadero criminal. Un escéptico periodista inicia una investigación. Narrado en un estilo semi documental, el film  es un excelente ejemplo de cine negro relacionado con el periodismo.

Comentario:

Yo creo en ti ( Call Northside 777 ) es un  film paradigmático  destinado a  la mejor comprensión por el público de cómo  se blindan las instituciones judiciales y  políticas  y del papel que desempeña la prensa en el esclarecimiento de hechos que ocurrieron en el pasado,  que han de ser sometidos a comisiones de la verdad, del perdón o de cualquier nombre que se le quiera  dar a la rectificación de un error cometido por intereses espurios que  quedan excluidos de la diégesis cinematográfica, cuya interpretación se  confía a los conocimientos previos y extradiegéticos del espectador: implicación de agentes del orden, jueces o políticos en el tráfico de alcohol durante la época de la Ley Volstead, llamada popularmente la Ley Seca. El incremento de la criminalidad combinado con el interés político populista   de cerrar rápidamente los casos, encubrir a los auténticos responables y dar carnaza a los ciudadanos que exigían las máximas penas a los asesinos que ensangrentaban sus calles, sin importar demasiado la pulcritud de las actuaciones que iban a conducir ala condena o absolución del detenido. Graves sospechas recaen sobre la testigo de cargo, Wanda Skutnik, ( Betty Garde),  regidora de un bar de copas, a la que  el miedo impide, tras doce años, rectificar un falso testimonio, ni siquiera a cambio de la fabulosa suma de 5000$ que ha recogido durante este tiempo la madre del falso culpable, Frank Wiecek, (Richard Conte),   a costa de privaciones inhumanas.

Cineastas como Henry Hataway  no tenían el mayor problema para poner negro sobre blanco, ni se preocupaban por la posibilidad de   ser tachados de demagogos, lo que les permitió adentrarse por  el árido terreno de las  implicaciones de las máximas autoridades del estado,  de la República de los  Estados Unidos en  de las etapas  de mano dura, generalmente republicanas, en desviaciones de la ley  que luego nadie quería asumir. Sólo unos pocos años después, el Senador conservador por Wisconsin, iniciaría, bajo gobierno de los  demócratas (Presidente Truman) la que se ha llamado Caza de Brujas contra la prensa liberal y el mundo del cine.  Hataway acaba su  película con una proclama: " Este caso se resolvió gracias al amor de una madre, el valor de unperiódico y la tenacidad de un periodista que no quería ser derrotado". Parece ser que esta comisión del perdón sólo tenía por objeto liberar al falso culpable, sin excarvar en posibles responsabilidades, lo que  no hubiera sido difícil con las pruebas  del perjurio de la testigo de la acusación, pero como advierte McNeal al preso debe estar agradecido de ser súbdito de los Estados Unidos, país  en el que la demostración de su inocencia ha sido posible.

Algunos críticos de cine de nuestro país ya están cansado del cine  didáctico que realizan los americanos sobre la crisis actual (In side job,  y prefieren que se les siga hablando de la trascendencia de la muerte, la imposibilidad de la pareja, los actos heróicos en las guerras, etc. Pero si miramos  por el retrovisor encontramos películas comprometidas con su país, como la de Hataway,  un director que no pretendía más que hacer un relato decente de hechos que se produjeron cuatro años antes de llevarlos al cine.

Hataway combina el cine negro con el documental, dramatizando las secuencias en las que el periodismo muestra sus entrañas y  su forma  de obtener información y provocar alarma social, y lo hace mostrando al periodista que interpreta James Stewart, filmado de espaldas, perdida toda la esperanza, deambulando por los largos  pasillos de la cárcel de Chicago, o los laberínticos archivos de la policía, para acabar enfrentándose al muro irreductible del silencio interesado.



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