Intocable. Eric Toledano y Olivier Nakache
Ficha técnica:
Título original: Intouchables.
País: Francia.
Año: 2011.
Duración: 112 minutos.
Guión y Dirección: Eric Toledano y Olivier Nakache.
Dirección de Fotografía: Mathieu Vadepied.
Música: Ludoico Einaudi.
Montaje: Dorian Rigal-Ansous.
Sonido: Pascal Armant, Jean Goudier y Jean-Paul Hurier.
Decorados: François Emmanuelli.
Sonido: Pascal Armant, Jean Goudier y Jean-Paul Hurier.
Decorados: François Emmanuelli.
Productores: Nicolas Duvai-Adassovsky, Laurent Zeitoun y Yann Zenou.
Director de Producción: Laurent Sivot.
Director de Producción: Laurent Sivot.
Compañías:Gaumont, Chaocorp, Quad Productions, TF1 Films, Ten Films, A Contracorriente Film. Canal +, Cinécinéma y TF1.
Intérpretes:
François Cluzet: Philippe,
Omar Sy : Driss,
AuIdrey Fleurot: Magalie,
Anne Le Ny: Yvonne,
Clotilde Mollet: Marcelle,
Cyril Mendy: Adama,
Alba Gaïa Bellugi: Elisa,
Christian Ameri: Albert,
Grégoire Oestermann: Antoine,
Thomas Solivéres: Bastien,
Dorothée Briére: Eléonore.
Sinopsis:
La película más taquillera del año en Francia narra el encuentro fortuito y la posterior amistad entre Philippe, un aristocrático y algo estirado millonario francés tetrapléjico, interpretado por François Cluzet, y Driss, un desacomplejado, alegre y sencillo chico de la banlieu parisina, encarnado por Omar Sy. El
joven negro de barrios marginales se presenta a una selección de
enfermero-ayudante del hombre rico, sin credenciales y con el único
objetivo de conseguir la firma de un papel que le permita el acceso a
las ayudas sociales del Estado.
Críticas:
En clave de comedia, la película comparte ciertas características del
cine social contemporáneo francés (La redada, Le ciel o La
escurridiza), y consigue momentos de gran comicidad, con sus dosis de
humor negro, de sentimentalismo facilón, de humanismo afable, de
simplificadora crítica económica, de pseudo-filosofía existencial que
han sido acogidos en Francia como un canto a la esperanza, un relato de
la bondad humana y en definitiva una especie de reconciliación nacional.
(Aurélien Le Genissel. Intocable. Una bocanada de aire fresco. Dirigido
por...Marzo, 2012).
Una especie de Mary Poppins masculina, que lleva un poco de aire fresco y de alegría a la vida de un minusválido y deja el trabajo cuando cambia el viento se requieren sus buenos servicios en otra parte, en su propio hogar, con su madre adoptiva y sus hermanos en riesgo de caer en la exclusión social. El guión es bastante tramposo y está tocado por la banalidad , el maniqueismo y grandes dosis de populismo. Ambos protagonistas pertenecen a grupos marginales ya sea por su condición étnica o su minusvalía física. Driss (Omar Sy ) es un joven senegalés, un emigrante dotado de un cuerpo potente, 'pragmático', carcelario y lleno de vida,; Philippe , (François Cluzet) es un hombre tetrapléjico, totalmente incapacitado, que necesita ayuda para las cosas más elementales, incluso las más sórdidas, pero posee una gran fortuna y dispone de los suficientes recursos para sobrellevar la carga con holgura.
Los intercambios son amables: Philippe introduce al joven embrutecido en el universo de la cultura de la elite francesa: opera, música clásica, buena literatura y conocimiento del arte moderno; a cambio Driss lo trata sin compasión, como a un colega sano. Le hace revivir los momentos en que el aristócrata gozaba de movilidad sobrepasando los límites de velocidad en el centro de París con su coche de gran cilindrada, ahora perseguidos por la policía, o fumando porros en los moimentos de intenso dolor. Los directores conscientes del mensaje que se transmite a la población, se permiten esta licencia, pero, hecha esta excepción, siempre que vemos conducir a Driss un coche, es el adaptados a la minusvalía del pasajero que transporta. Hay otros momentos de intercambio de experiencias, en un quid pro quo constante: opera o música clásica por soul o funky, parapente por carreras de vehículos que apenas alcanzan los 12 kilómetros por hora, etc.
Los directores buscan el gag fácil, no grosero, como la confrontación de grandes obras maestras de música clásica y funky actual, desacralizando la reverencia que algunos sectores sociales sienten hacia manifestaciones artísticas de las que están excluidas las masas, cuya cultura popular es algo vivo que arrastra a gente de cualquier condición. Otro momento de demagogía es el tratamiento que se hace del arte moderno, ridiulizándolo y mostrando a sus consumidores como analfabetos que compran lo que no entienden; Philippe vende a uno de sus familiares una tela que ha embadurnado Driss, con la intención de sacarse algo de dinero, por once mil euros. No faltan apelaciones al gran público como la evocación de Obama, Dominique Strauss-hahn, o Justin Bieber. ¿Pragmatismo, concepto que aprende el senegales en su contacto con el aristócrata, o guiño facilón al público?
Concebida como un gran flashback, pretendidamente basada en hechos reales, la modernidad formal se limita a la apliación de unos cuanto trucos de tratamiento informático de la imagen en la presentación de los títulos de crédito. Fotografia limpia, brillante, de colores vivos al servicio de una historia narrada de forma muy convencional y del gusto de las masas, con un happy end un tanto forzado. Parece que el objetivo de dejar satisfecho al público lo han conseguido.
Una especie de Mary Poppins masculina, que lleva un poco de aire fresco y de alegría a la vida de un minusválido y deja el trabajo cuando cambia el viento se requieren sus buenos servicios en otra parte, en su propio hogar, con su madre adoptiva y sus hermanos en riesgo de caer en la exclusión social. El guión es bastante tramposo y está tocado por la banalidad , el maniqueismo y grandes dosis de populismo. Ambos protagonistas pertenecen a grupos marginales ya sea por su condición étnica o su minusvalía física. Driss (Omar Sy ) es un joven senegalés, un emigrante dotado de un cuerpo potente, 'pragmático', carcelario y lleno de vida,; Philippe , (François Cluzet) es un hombre tetrapléjico, totalmente incapacitado, que necesita ayuda para las cosas más elementales, incluso las más sórdidas, pero posee una gran fortuna y dispone de los suficientes recursos para sobrellevar la carga con holgura.
Los intercambios son amables: Philippe introduce al joven embrutecido en el universo de la cultura de la elite francesa: opera, música clásica, buena literatura y conocimiento del arte moderno; a cambio Driss lo trata sin compasión, como a un colega sano. Le hace revivir los momentos en que el aristócrata gozaba de movilidad sobrepasando los límites de velocidad en el centro de París con su coche de gran cilindrada, ahora perseguidos por la policía, o fumando porros en los moimentos de intenso dolor. Los directores conscientes del mensaje que se transmite a la población, se permiten esta licencia, pero, hecha esta excepción, siempre que vemos conducir a Driss un coche, es el adaptados a la minusvalía del pasajero que transporta. Hay otros momentos de intercambio de experiencias, en un quid pro quo constante: opera o música clásica por soul o funky, parapente por carreras de vehículos que apenas alcanzan los 12 kilómetros por hora, etc.
Los directores buscan el gag fácil, no grosero, como la confrontación de grandes obras maestras de música clásica y funky actual, desacralizando la reverencia que algunos sectores sociales sienten hacia manifestaciones artísticas de las que están excluidas las masas, cuya cultura popular es algo vivo que arrastra a gente de cualquier condición. Otro momento de demagogía es el tratamiento que se hace del arte moderno, ridiulizándolo y mostrando a sus consumidores como analfabetos que compran lo que no entienden; Philippe vende a uno de sus familiares una tela que ha embadurnado Driss, con la intención de sacarse algo de dinero, por once mil euros. No faltan apelaciones al gran público como la evocación de Obama, Dominique Strauss-hahn, o Justin Bieber. ¿Pragmatismo, concepto que aprende el senegales en su contacto con el aristócrata, o guiño facilón al público?
Concebida como un gran flashback, pretendidamente basada en hechos reales, la modernidad formal se limita a la apliación de unos cuanto trucos de tratamiento informático de la imagen en la presentación de los títulos de crédito. Fotografia limpia, brillante, de colores vivos al servicio de una historia narrada de forma muy convencional y del gusto de las masas, con un happy end un tanto forzado. Parece que el objetivo de dejar satisfecho al público lo han conseguido.
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