Le Havre. Aki Kaurismäki.
Ficha técnica:
Título original: Le Havre.
País: Francia/Alemania/Finlandia.
Año: 2011.
Duración: 103 minutos.
Dirección, guión y producción: Aki Kaurismäki.
Dirección de Fotografía: Timo Salminem.
Casting: Elsa Pharaon.
Coproducción: Fabienne Vonier, Reinhard Brundig.
Montaje: Timo Linnasalo.
Diseño de producción: Wouter Zoon.
Maquillaje: Valerie Thery-Hamel.
Prooducción en línea: Hanna Hemilä, Stéphane Parthenay
Sonido: Tero Malmberg
Vestuario: Frédéric Cambier
Producción: Pandora Filmproduction, Yleisradio (YLE), Pyramide Productions, Sputnik.
Distribución: Golem Distribución
Intérpretes:
Jean-Pierre Léaud, Kati Outinen, Jean-Pierre Darroussin, André Wilms, Elina Salo, Evelyne Didi, Blondin Miguel
Web: www.janusfilms.com/lehavre
Sinopsis.
Marcel Marx, escritor bohemio se ha autoexiliado a la ciudad de El
Havre, donde siente que está más cerca de la gent, después de adoptar
el honrado, aunque no muy provechoso, oficio de limpiabotas. Ha
enterrado el sueño de convertirse en un reconocido autor y vive
felizmente dentro de un triángulo compuesto por su bar preferido, su
trabajo y su esposa Arletty. Pero el destino hace que se cruce con un
emigrante menor de edad llegado del África negra. Arletty enferma, y a
Marcel no le quedará más remedio que alzarse una vez más ante el frío
muro de la indiferencia humana con el optimismo que le caracteriza y la
solidaridad de los habitantes del barrio como únicas armas. Pero se
enfrentará a la maquinaria ciega de un Estado constitucional,
representado por la policía, que sigue la pista al joven refugiado. Ha
llegado el momento de que Marcel se lustre los zapatos y enseñe los
dientes.
Críticas.
Cahiers du Cinema, en su último ejemplar con esta denominación,
dedica grandes espacios en su sección Gran angular al director
finlandés, firmando los artículos Carlos Losilla, Carlos F. Heredero,
José Enrique Monterde, André Wilms (texto publicado en el press-book de
Toma tu pañuelo, Tatiana, 1994). Incluye además dos entrevistas, una
realizada por Peter Von Bagh y otra por José Enrique Monterde y
Antonio Santamaria. Este esfuerzo evidencia el respeto que inspira el
cineasta al equipo de redacción.
Carlos Losilla en su entrada destaca la capacidad de algunos cineastas
para releer, 'en una clave tan cálida y optimista como seca y lacónica,
la lacerante situación que las clases desfavorecidas viven y padecen en
la Europa contemporánea; establece una relación directa de Kaurismäki
con directores como Buñuel y su 'realidad estupefacta', Becker y su perezosa lasitud, los encuadres de Bresson, la realidad trascendida de Ozu o la ferocidad displicente de Douglas Sirck.
Le Havre es su cinta más luminosa, aunque destaca el crítico que el
director nunca ha sido nihilista, sino que ha ido evolucionando desde
la denuncia de las miserias de la clase trabajadora, que sólo dispone
del amor y el trabajo, hasta un cine más cálido, del que nunca
desaparece ese distanciamiento entre los personajes y las cosas, las
miradas y su entorno.
Carlos F. Heredero aumenta los ingredientes del coctel, añadiendo a Marcel Carné, Jean Renoir, Jacques Demy, de un singular cineasta-síntesis, pero dotado de una inconfundible e insobornable voz propia. La película del finlandés que ayuda a comprender mejor Le Havre es La vida de bohemia (1991), rodadas ambas en Francia y habladas en francés, y con el mismo Marcel Marx (André Wilms), aquel
atrabiliario poeta bohemio, que tras abandonar la banlieu parisina,
sobrevive ahora como limpiabotas- de austera y asumida precariedad
proletaria- en la ciudad portuaria de Le Havre.
Enrique Monterde asegura que ese abanico de influencias no es
gratuito, no es una colección de citas u homenajes, sino que busca
recrear un 'aire de familia',, que evoca la ubicación geográfica y la
propuesta ideológica, que abarca desde el populismo optimista de René
Clair hasta el pesimismo a ultranza de Marcel Carné, pasando por
ciertas obras de Jean Renoir, sin renunciar a su propio estilo, rondando
muchas veces el minimalismo y la frialdad estilizada...Sus personajes,
el limpiabotas y su doliente esposa, no están solos en un mundo
inhóspito, sino insertos en un 'ambiente solidario', incluso con sus
acciones delictivas. Y esa actitud, concluye Enrique Monterde, esa
apuesta a favor de los débiles capaces de triunfar sobre la injusticia,
no es ni inocua ni gratuita en los tiempos que corren, tan duros y
premonitoriamente pesimistas como lo fueron aquellos años treinta de
los Jean Renoir, Julien Duvivier o Marcel Carné.
Con el retrato de André Wilms y las dos entrevistas cierra
Cahiers de España una etapa y regala a sus lectores y amantes del cine
francés este epítome del director finlandés que bebe de fuentes muy
queridas para la publicación; su personaje Marcel Marx, cuyo
apellido no es nada inocente, viene a recordarnos la importancia de la
solidaridad para los que no poseen mayor riqueza. Que no caiga en saco
roto.
Kaurismäki levanta en el personaje de Marcel Marx, nombre nada inocente, un monumento al ser humano y la solidaridad, y demuestra lo poco que necesita el hombre para vivir si es poseedor de estas cualidades. Como es habitual en sus películas el hombre corriente, que se arrodilla para limpiar los zapatos de los que están económicamente por encima de él, bien merece al final un milagro, un hecho insólito que aparte las nubes pasajeras. ¿ Por qué no ? El hombre que está agachado para ejercer la función más humillante se coloca en un lugar privilegiado para observar las carencias de los que deambulan por las calles; una cámara subjetiva enfoca sus pies y convierte al espectador en un voyeur, en un mirón de los zapatos baratos y malgastados de la mayor parte de los transeúntes, que acuden a sus trabajos cotidianos o regresan a sus pobres y cálidos hogares, los techos donde nunca falta un vaso de vino, una modesta cama, y el banco más seguro del mundo: una caja de latón no demasiado escondida en la cómoda. El concierto de Litle Bob es un canto a ese viejo rockero que tiene todavía capacidad de convocatoria en el barrio.
Comentario.
Kaurismäki levanta en el personaje de Marcel Marx, nombre nada inocente, un monumento al ser humano y la solidaridad, y demuestra lo poco que necesita el hombre para vivir si es poseedor de estas cualidades. Como es habitual en sus películas el hombre corriente, que se arrodilla para limpiar los zapatos de los que están económicamente por encima de él, bien merece al final un milagro, un hecho insólito que aparte las nubes pasajeras. ¿ Por qué no ? El hombre que está agachado para ejercer la función más humillante se coloca en un lugar privilegiado para observar las carencias de los que deambulan por las calles; una cámara subjetiva enfoca sus pies y convierte al espectador en un voyeur, en un mirón de los zapatos baratos y malgastados de la mayor parte de los transeúntes, que acuden a sus trabajos cotidianos o regresan a sus pobres y cálidos hogares, los techos donde nunca falta un vaso de vino, una modesta cama, y el banco más seguro del mundo: una caja de latón no demasiado escondida en la cómoda. El concierto de Litle Bob es un canto a ese viejo rockero que tiene todavía capacidad de convocatoria en el barrio.
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