Barry Lyndon. Stanley Kubrick







Ficha técnica:

Título original: Barry Lyndon.
País: Reino Unido/Estados Unidos.
Año: 1975.
Duración: 178 minutos.
Dirección: Stanley Kubrick.
Guión y Producción: Stanley Kubrick, basado en la novela  de William  Makepeace Thackeray.
Dirección de Fotografía: John Alcott.
Música: adaptada y dirigida por Leonard Rosenman (Bach,  Frederick The Great, Handel, Mozart. 
Edición: Tony Lawson.Paisiello, Schubwert y Vivaldi).
Director artístico: Roy Walker.
Productor ejecutivo: Jan Harlan.
Productor asociado: Bernard Williams.
Diseño de producción: Ken Adam.
Vestuario: Ulla-Britt, Milena, Soderlund, Canonero.
Peluquería: Leonard.
Warner Communications Company. Warner Bros.






Intérpretes:

Ryan O'Neal: Barry Lyndon,
Marisa Berenson: Lady Lyndon.
Patrick Magee: Caballero,
Hardy Kruger: Capitán Potzdorf,
Steven Berkoff: Lord Ludd,
Gay Hamilton: Nora,
Marie Kean: Madre de Barry,
Diana Koerner: German Girl,
Murray Melvin: Reveendo Runt,
Frank Middlemass: Sir Charles Lyndon,
André Morell: Lord Wendover,
Arthur O'Sullivan: Highwayman,
Godfrey Quigley: Capitán  Grogan,
Leonard Rossiter: Capitan Quin,
Philip Stone: Graham,
Leon Vitali: Lord Bullingdon,
Michael Hordern: Narrador.

Sinopsis:

Barry Lyndon es la historia de un ambicioso irlandés  sin porvenir ni esperanzas que se propone alcanzar una elevada posición social, convirtiéndose en parte de la nobleza inglesa del siglo XVIII. Para Barry Lundon (Ryan O'Neal) la respuesta sobre cómo alcanzar el poder que ambiciona es sencilla: de cualquier forma posible. Su ascenso a la riqueza en la más espléndida y reluciente sociedad de la época es el cautivador argumento de la suntuosa versión realizada por Stanley Kubrick de la novela de William Makepeace Thackeray.

Premios:

  • Cuatro Oscars de la Academia en 1975: Mejor Dirección Artística/Decorados/Fotografía, Diseño de Vestuario/ Banda Sonora Adaptada.
  • National Board of Review, 19775: Mejor Película/ Mejor Director.
  • Premio de la Academia Británica, 1975: Mejor Director.
  • Críticos de cine de Los Ángeles y National Society, 1975: Mejor Fotografía.
  • Nominada a la Mejor Película para los premios César en 1976.
Comentario.

La obra de  William Makepeace Thackeray concebida como un relato picaresco,  un  viaje iniciático de un joven irlandés en su camino de ascenso social,  significó, en su adaptación al cine por Stanley Kubrick,  un  precedente  brillante  de la road movie; el fracaso de taquilla  se puede atribuir a la excesiva duración de un film que podía haberse resuelto con maestría con  bastante menos tiempo, evitando la reiteración de situaciones que apenas aportan nada al disfrute y comprensión de la historia.

La magnífica puesta en escena y la construcción de una diégesis que sitúa al espectador en una época y un ambiente determinado, el de la nobleza ociosa del Ancien Régime, (Antiguo Régimen, que tenía los días contados), con pretensiones autorales documentalistas,  son quizás el mejor legado de la obra del realizador neoyorquino, que rodó en palacios reales, como el castillo de Howard, con luz natural  e iluminación artificial empobrecida, procedente de múltiples velas en las escenas nocturnas. Su mayor interés reside en el  estudio de las mentalidades y la sensibilidad, tendencia histórica que se imponía con fuerza en este periodo,  y un esfuerzo etnológico, que deja poco espacio  a la representación en la pantalla de la rivalidad  ancestral  entre el pueblo irlandés y el ejército de ocupación británico, hasta tal punto que  apenas se entiende el enfrentamiento por el amor de una joven irlandesa  entre Redmon Barry, (después Barry Lyndon), y el capitán  Quinn, un cobarde y pusilánime oficial del ejército de Su Majestad, amañado y con terribles consecuencias para la familia del joven, cuya madre viuda queda sola y desprotegida, dejando la ingrata sensación de que todo responde al capricho de un  indómito y salvaje irlandés por conseguir el amor de su prima Nora.

El joven viajero queda sometido a las  inclemencias del tiempo y los asaltantes de caminos, desarrollando extraordinariamente su instinto de supervivencia, sólo,  amparado únicamente, en tiempos revueltos, por el alistamiento, no siempre voluntario, en los ejércitos que contendían en Europa por la supremacía de cualquiera de las familias reinantes. Kubrick se detiene en la Guerra de los Siete Años  que enfrentó a las dos mitades del viejo continente desgarrado por la posesión de  Silesia. La voz en off de un narrador omnisciente  (Michael Hordern), alerta al espectador sobre quienes eran los verdaderos artífices de los sueños de los nobles y las testas coronadas: un atajo de rufianes, fugitivos, patanes..., a los que se adiestraba, se uniformaba con colores llamativos y se hacia desfilar por los pequeños poblados para jolgorio de una escasa población residual, cuyos maridos e hijos estaban perdiendo la vida y quedando discapacitados por unos intereses que no entendían, envueltos en grandes ideales que nunca se materializaban en un bienestar general:  'Dios, Patria y Rey'. La batalla entre el ejército británico y el francés está presentada como un despropósito memorable, una contienda sin trincheras en la que la primera fila de soldados que avanzaba sin pestañear hacia un enemigo que le esperaba, rodilla en tierra, con los mosquetones dispuestos para disparar, es difícil de olvidar para quienquiera que la haya visto. Barry salva a  un oficial prusiano, ejército para el que combate tras ser descubierto cuando intentaba desertar de las filas inglesas y recobrar su libertad, lo que le sitúa en una buena posición para iniciar su ansiada carrera hacia la clase de los caballeros, el último escalón de los privilegiados, indolentes y parásitos sociales.

Como Escarlata en 'Lo que el viento se llevó', se había jurado no volver a ser pobre, y aprendió muy pronto la estrategia de quienes le habían precedido en  la carrera hacia la clase dominante, sin importar cómo se entraba en ella, como cabeza de león o cola de ratón. Pero  a esta clase no le gusta que le recuerden que su situación  no se deriva de ser una clase superior por cuyas venas circula sangre azul, sino de la utilización de procedimientos muy similares a los de Barry: un triunfo en una batalla, un matrimonio conveniente con la viuda joven de un anciano decadente, la suerte en el juego, y tantas otras actividades que poco o nada tienen que ver con aquellas que les permiten el sustento diario. Hasta qué punto es leal y noble  el comportamiento  de las élites se hace explícito en el  duelo entre Redmon y el hijo de Lyndon, el viejo marido muerto de su esposa, cuyo título ha adquirido; la Iglesia juega el papel que se espera de ella: la protección de los nobles y el castigo de los advenedizos.

Barry Lyndon será finalmente víctima de su condición, un 'aristócrata nuevo' y  un irlandés viejo, al que se obliga a retirarse a los confines de su patria chica, de donde partieron tantas familias para colonizar el Nuevo Mundo' y dieron tantos y tantos cineastas, guionistas o  actores a la nueva forma de expresión, basada en la imagen, y que han querido rendir un pequeño homenaje a la tierra de sus antepasados. Ese fue el castigo del personaje, que, dada su naturaleza indomable, incumplió el contrato con el delfín de los Lyndon verdaderos, terminando sus días en el continente,  entregado a los juegos de azar, con menos fortuna que en el pasado. Magnífico Ryan O'Neil.


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