El Bigamo. Ida Lupino
Ficha técnica:
Título original: The Bigamist.
País: Estados Unidos.
Año: 1953.
Duración: 79 minutos.
Dirección: Ida Lupino.
Guión: Collier Young, basado en la historia original de Larry Marcus y Lou Schor.
Director de Fotorafía: George Diskant, A.S.C.
Música: compuesta y dirigida por Leith Stevens
Edición: Stanford Tischler.
Sonido: Dick Tyler y Howard Wilson.
Productor manager: James Anderson.
Director artístico: James Sullivan,
Decorador del set: Edward Boyle.
Productor: Collier Young.
Productores asociados: Robert Eggenweiler.
Maquillaje: Dan Greenway.
Distribución : The Filmakers Releasing Organization.
Ida Lupino
Intérpretes:
Joan Fontaine: Eve Graham
Ida Lupino: Phyllis Martin,
Edmund Gwenn: Mr.Jordan
Edmond O'Brien:Harry Gramham,
Kenneth Tobey: Tom Morgan,
Jane Darwell: Mrs. Connelly,
Peggy Maley: operador de teléfono,
...
Sinopsis:
Harry es representante comercial y viaja continuamente a Los Ángeles desde San Francisco, donde vive con su mujer Eve. El matrimonio ha iniciado los trámites para adoptar un hijo, pero comienza a ponerse nervisioso cuando Mr. Jordan, jefe de la agencia de adopción averigua que en esta ciudad no sólo tiene clientes, sino otra mujer, Phyllis, y un hijo.
Comentario:
Interesante obra, realizada por una mujer, Ida Lupino, que contempla un triángulo amoroso con violación de todas las leyes que rigen los estados occidentales que prohiben la bigamia. o el matrimonio con más de una mujer, norma que carece de status universal, pero que en el llamado primer mundo, denominación que va perdiendo rigor científico, se penaliza con la cárcel. Y llama la atención porque era un tema espinoso que debía batallar con la vigencia del Código Hays que establecía una férrea censura sobre temas espinosos, que atentaban contra las buenas costumbres de la familia conservadora y tradicional.
Ida Lupino no arremete contra un hombre honrado, con debilidades, que incluso comete el delito de bigamia por compasión con la mujer que ha quedado embarazada y con el hijo que lleva en su vientre, a los que no puede dejar abandonados y discriminados socialmente, una como madre soltera, y el otro como bastardo. Concluido el juicio, cuya sentencia queda en el aire, cuando el juez plantea que, saldadas sus cuentas con la sociedad, probablemente habrá perdido el amor y la comprensión de las dos mujeres, la cámara hace cómplice al espectador de la expresión en ambas proclive al perdón. Las dos han comprendido las razones de su irregular actuación.
La realizadora se rebela como una buena storyteller, un trabajo que no se limita a la dirección sino a la interpretación del papel protagonista de una de las mujeres que forman parte de este triángulo amoroso, el lado más frágil en el aspecto económico y social, pero de sólidos principios morales de carácter liberal, enfrentada a la eficaz ejecutiva, interpretada por Joan Fontaine, estupenda en su papel de mujer triunfadora y segura de sí misma, que no puede tener hijos, a los que hasta ese momento había antepuesto su carrera personal y profesional, algo totalmente legítimo, sin percatarse de la soledad en que se encontraba su marido, que, al final, es la causa de su desgracia.
La cineasta no cierra ninguna posibilidad, todas quedan abiertas, y su mirada ante el conflicto jurídico y social es serena, reflexiva y comprensiva con el hombre honrado que delinque y defrauda a dos mujeres que no se adaptan a los cánones de la época, mujeres con un objetivo personal y profesional independiente del hombre. Establecida la igualdad entre ambos sexos, algo que no se cuestiona en ningún momento, la sociedad puede atender, sin prejuicios, las razones que inducen a un hombre o a una mujer a actuar de una forma contraria a los usos sociales. Muy interesante.
Comentario:
Interesante obra, realizada por una mujer, Ida Lupino, que contempla un triángulo amoroso con violación de todas las leyes que rigen los estados occidentales que prohiben la bigamia. o el matrimonio con más de una mujer, norma que carece de status universal, pero que en el llamado primer mundo, denominación que va perdiendo rigor científico, se penaliza con la cárcel. Y llama la atención porque era un tema espinoso que debía batallar con la vigencia del Código Hays que establecía una férrea censura sobre temas espinosos, que atentaban contra las buenas costumbres de la familia conservadora y tradicional.
Ida Lupino no arremete contra un hombre honrado, con debilidades, que incluso comete el delito de bigamia por compasión con la mujer que ha quedado embarazada y con el hijo que lleva en su vientre, a los que no puede dejar abandonados y discriminados socialmente, una como madre soltera, y el otro como bastardo. Concluido el juicio, cuya sentencia queda en el aire, cuando el juez plantea que, saldadas sus cuentas con la sociedad, probablemente habrá perdido el amor y la comprensión de las dos mujeres, la cámara hace cómplice al espectador de la expresión en ambas proclive al perdón. Las dos han comprendido las razones de su irregular actuación.
La realizadora se rebela como una buena storyteller, un trabajo que no se limita a la dirección sino a la interpretación del papel protagonista de una de las mujeres que forman parte de este triángulo amoroso, el lado más frágil en el aspecto económico y social, pero de sólidos principios morales de carácter liberal, enfrentada a la eficaz ejecutiva, interpretada por Joan Fontaine, estupenda en su papel de mujer triunfadora y segura de sí misma, que no puede tener hijos, a los que hasta ese momento había antepuesto su carrera personal y profesional, algo totalmente legítimo, sin percatarse de la soledad en que se encontraba su marido, que, al final, es la causa de su desgracia.
La cineasta no cierra ninguna posibilidad, todas quedan abiertas, y su mirada ante el conflicto jurídico y social es serena, reflexiva y comprensiva con el hombre honrado que delinque y defrauda a dos mujeres que no se adaptan a los cánones de la época, mujeres con un objetivo personal y profesional independiente del hombre. Establecida la igualdad entre ambos sexos, algo que no se cuestiona en ningún momento, la sociedad puede atender, sin prejuicios, las razones que inducen a un hombre o a una mujer a actuar de una forma contraria a los usos sociales. Muy interesante.
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