The end. Eduardo Chapero Jackson
Ficha técnica:
Título original: The end.
País: España.
Año: 2008.
Duración: 27 minutos.
Guión y dirección: Eduardo Chapero Jackson.
Casting: Shaheen Baig.
Montaje: Iván Aledo.
Música: Pascal Gaigne.
Efectos digitales: Juan Cabrera.
Producción: Pepe Jordana. Enrique López-Lavigne, Belén Atienza, Hugo Serra.
Productores ejecutivos: Pepe Jordana, Eduardo Chapero Jackson y Julio Sánchez Veiga.
Productores asociados: Millán Vázquez, Diana Rempel, Alexia Dodd Van Bloeme.
Vestuario: Saida Molina.
Maquillaje: Guillermo Bisso.
Intermedia Producciones. Prosopopeya Producciones , Apache Films, Cómplice; distribución: Agencia Freak.
Reparto:
Samuel Roukin: John,
Natalie Press: Sarah,
Ewan Beattie: Steve,
Charlie Creed Miles: Henry,
Elieen Walsh: Jessica,
Evia Duncan: Emily,
Miguel Ángel Silvestre.
Tercera parte de la trilogía "A contraluz", tres cortometrajes de Eduardo Chapero-Jackson junto con "Contracuerpo" (2005) y "Alumbramiento" (2007), en el que una familia de clase media, blancos occidentales del primer mundo, se ven transportados a un escenario tercermundista por un hecho accidental.
Comentario:
Corto que eleva la categoría del cine español a sus más altas cuotas, y revela que no cayeron en saco roto sus experiencias junto a Alejandro Amenabar. Son películas como éstas las que nos alientan y nos convencen de que algunos cineastas de nuestro país están en el camino correcto. De la forma más sencilla, con una simples imágenes iniciales que nos ubican en los hábitos y costumbres de un matrimonio y su hijo, que viaja por un desierto, se supone que de vacaciones, acostumbrado no sólo a derrochar agua, sino a despreciarla como potable, siempre acompañados de una botella de plástico de 'agua mineral'. En su última parada antes de un grave incidente, vemos al hombre en un water sucio y sórdido, en cuyo lavabo debe echar monedas para disfrutar de unas cuantas gotas de agua.
Un acto terrorista o un simple atraco de un camión, escoltado por fuerzas del orden, coloca a esta familia, testigo incómodo de los hechos, en una situación pareja a la que sufren cotidianamente los habitantes del tercer mundo: los hombres del grupo, padre e hijo pre-adolescente, rasgan sus ropas para construirse algo parecido al Keffiyeh o Kuffiyya blanca, con una banda negra para protegerse del sol, y la mujer se fabrica un niqab negro, prenda que cubre el cuerpo hasta la rodilla y sólo deja libres los ojos. Cuando el hombre despierta, vemos un primer plano de su cara contra el suelo, aplastando los resto de los envases de plástico del líquido más preciado del mundo, por lo que privados de esta sustancia básica para la vida, deberán deambular por un inhóspito desierto como animales, guiados exclusivamente por el instinto de supervivencia. El encuentro con otra familia, formada también por tres personas, en la que sólo cambia el sexo del hijo/hija, no supone ningún consuelo, sino todo lo contrario, una amenaza sobre el control del que había llegado antes al escuálido 'manantial', reproduciéndose las imágenes de Kubrick en "2001 , una odisea del espacio"; el hombre ha retrocedido a la prehistoria, aunque dispone de armas sofisticadas para luchar por los bienes escasos y necesariosw para la vida. La última secuencia es absolutamente demoledora.
Pocas veces se ha visto en pantalla una ilustración tan precisa, tan bien narrada y ejecutada sobre la escasez de agua a causa, entre otros factores, del cambio climático. Otros, gordos, panzudos y sobrealimentados, sueñan en el mundo occidenteal y desarrollado, hasta ahora dominado por los blancos, en regar campos de golf y llenar piscinas en las que pueden incluso hacer sus piruetas los skaters , hecho que denuncia de Gus Van Sant en 8 (Ocho) . La hipótesis que plantea . Eduardo Chapero-Jackson da escalofríos.
Un acto terrorista o un simple atraco de un camión, escoltado por fuerzas del orden, coloca a esta familia, testigo incómodo de los hechos, en una situación pareja a la que sufren cotidianamente los habitantes del tercer mundo: los hombres del grupo, padre e hijo pre-adolescente, rasgan sus ropas para construirse algo parecido al Keffiyeh o Kuffiyya blanca, con una banda negra para protegerse del sol, y la mujer se fabrica un niqab negro, prenda que cubre el cuerpo hasta la rodilla y sólo deja libres los ojos. Cuando el hombre despierta, vemos un primer plano de su cara contra el suelo, aplastando los resto de los envases de plástico del líquido más preciado del mundo, por lo que privados de esta sustancia básica para la vida, deberán deambular por un inhóspito desierto como animales, guiados exclusivamente por el instinto de supervivencia. El encuentro con otra familia, formada también por tres personas, en la que sólo cambia el sexo del hijo/hija, no supone ningún consuelo, sino todo lo contrario, una amenaza sobre el control del que había llegado antes al escuálido 'manantial', reproduciéndose las imágenes de Kubrick en "2001 , una odisea del espacio"; el hombre ha retrocedido a la prehistoria, aunque dispone de armas sofisticadas para luchar por los bienes escasos y necesariosw para la vida. La última secuencia es absolutamente demoledora.
Pocas veces se ha visto en pantalla una ilustración tan precisa, tan bien narrada y ejecutada sobre la escasez de agua a causa, entre otros factores, del cambio climático. Otros, gordos, panzudos y sobrealimentados, sueñan en el mundo occidenteal y desarrollado, hasta ahora dominado por los blancos, en regar campos de golf y llenar piscinas en las que pueden incluso hacer sus piruetas los skaters , hecho que denuncia de Gus Van Sant en 8 (Ocho) . La hipótesis que plantea . Eduardo Chapero-Jackson da escalofríos.
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