Tres colores: Azul. Krzystof Kieslowski




Ficha técnica:

Título original: Trois couleurs. Bleu.
País: Francia.
Año: 1992.
Duración: 94minutos.
Dirección: Kryssztof Kieslowski.
Guión: 
Casting: Margot Capelier.
Director de Fotografía: Slawomir Idziak.
Música: Zbigniew Preisner.
Montaje: Jacques Witta.
Sonido: Jean-Claude Laureux.
Dirección artística: Claude Lenoir.
Escenario: Krzysztof Piesiewicz y Krzysztof Kieslowski. 
Script:: enevieve Dufour.
Productor: Marin Karmitz. 
Director de producción: Yvon Crenn. 
Productor ejecutivo: Halina Laciak.
Vestuario: Virinie Viard, Naima Lagrande.
Maquillaje y peluquería: Valérie Tranier y Jean-Pierre Caminade.
Mk2 Productions SA, CED Productions, France 3 Cinema, CAB Productions, TOR Production (Varsovia), Canal +, Centre National de la Cinematographie.; Producción: Cameo.


Intérpretes:

Juliette Binoche: Julie.
Benoit Reent: Olivier,
Florence Pernel: Sandrine,
Charlotte Very: Lucille,
Helene Vincent: la periodista,
Philippe Volter: Aente inmobiliario.
Claude Duneton: el médico.
Hugues Quester: Patrice, marido de Julie.
Emmanuelle Riva: la madre de Julie.


Premios  (Filmaffinity):

1993: Festival de Venecia: León de Oro (mejor película), mejor actriz (Binoche) y fotografía 1993: Globos de oro: 3 nominaciones, incluyendo Mejor película de habla no inglesa 1993: Premios César: 3 Premios. 9 nominaciones incluyendo a Mejor Película.

Sinópsis:

Tras la muerte de su esposo, un reconocido compositor  musical y de su hija en un accidente de tráfico, Julie intenta suicidarse. Después de  la convalecencia se propone rehacer su vida mudándose a un nuevo apartamento y desprendiéndose de todas sus ataduras emocionales y materiales anteriores. Sin embargo, su vida solitaria se verá perturbada por los problemas de las personas de personas de su entorno, tanto de su vida anterior como presente. Lentamente, Julie irá enganchándose a la vida a través de un creciente sentimiento de compasión.


Críticas:

 Hace algún tiempo, Pablo Kurt, (Filmaffinity), escribió en la web este comentario: ""Kieslowski conquista definitivamente Europa con este bello, lento e hipnótico poema visual, primera parte de su magistral trilogía sobre los colores y lemas de la bandera francesa. Julie pierde a su marido, un gran compositor, y a su única hija en un accidente de automóvil. Destrozada, decide comenzar una nueva vida de forma anónima e independiente, intentado librarse de todas las ataduras de su pasado... La impresionante música de Preisner (estremecedoras notas que son parte del argumento como una sinfonía inacabada que retorna del pasado para afligir su presente) pone la banda sonora a este silencioso retrato del dolor reflejado en el suave y claro rostro de la Binoche""

Hoy, en 2013, hay que revisar, con una mayor perspectiva, la obra del realizador polaco, fallecido prematuramente, se un ataque al corazón,  en 1996.

Comentario.

Transcurridos más de veinte años desde el estreno de la trilogía de los colores de la bandera francesa, (Azul, Rojo y Blanco), con la perspectiva que da el tiempo, que permite constatar la  pérdida de las ilusiones de los habitantes de este viejo continente, destrozado por una crisis económica que se ha llevado por delante  mucho más que los excedentes del trabajo de los europeos, y que empezó a resquebrajarse con el fracaso de la Constitución de la Unión,  la poesía que envolvía una realización supervalorada desde el primer momento,  ha quedado  reducida a la bella imagen de Juliette Binoche, un precedente icónico de la Amelie de Jean Pierre Jeunet, (2001), antecesora afectada y deprimida de la jovial,  optimista y encantadora  Audrey Tautou, aspecto que tampoco se admite unánimemente; no tardaría en llorar de nuevo una joven con el pelo a lo garçon. Una puesta en escena presuntuosa, caracterizada por primerísimos primeros planos de la actriz, en una de cuyas pupilas se refleja el médico que le da la crucial noticia del fallecimiento de su marido e hija, desencadenante de la tragedia personal de la mujer que ha sobrevivido; cámaras fijas inspiradas en Ozu, filtros azules, especialmente en las imágenes de la piscina, que funciona como elemento de cohesión de los núcleos temáticos del relato visual,o  abundantes fetiches entre los que figuran cricifijos, lámparas  que adornaban  la habitación azul de la hija muerta y piruletas de este color, como sustitutos de un tiempo y unas personas que pertenecen al pasado.

No podemos pasar por alto el momento histórico en el que el realizador polaco emprendió el proyecto de este trilogía, que, de manera muy forzada, se ha querido  interpretar como el símbolo de los valores que recogía el lema revolucionario en 1989: libertad, igualdad y fraternidad, cuando los tres colores son el emblema de la monarquía  (el blanco), y la ciudad de París (rojo y azul). La situación en que se inscribe la historia de amor, desesperación, engaño y superación de la depresión emocional  no puede ser más convulsa en el corazón de Europa: se acaba de firmar el Tratado de Maastrich, el sustrato político en que descansa la Unión, constituida, en principio por doce países. En el lado Este, el enemigo de la Guerra Fría se descompone,  el muro de Berlín  cae y en Polonia, la patria de Kieslowski, Lech Walesa, el creador del Sindicato anti-comunista Solidaridad, y el Cardenal Wojtyla (Juan Pablo II) protagonizan su revolución anti-socialista, caracterizada por una expansión del sentimiento religioso. Hay quien asegura que el cineasta no se toma en serio a Dios, aunque  utilice la espiritualidad católica como catalizadora de las contradiciones intelectuales y morales; lo cierto es que en Azul el crucifijo es mucho más que un distintivo de las creencias de sus portadoras (Julie o la amante de su marido), y más tarde el joven que presencia el accidente.

En un clima político e intelectual tan complejo, una mujer, inspiradora y artífice de la música que hacía célebre a su marido, en la sombra,  una  nueva Camille Claudel modesta y abnegada, debe rehacer su vida, aunque encuentra un muro muy poderoso que se alza ante ella: la belleza de la obra musical, el edificio artístico que ha levantado junto a su marido, no puede ser destrozado y acabar en un contenedor de basura, y el himno que estaban construyendo para la nueva Unión Europea debía ser concluido. Tras la muerte del esposo debe continuar el proyecto con Olivier, pero este tiene un dilema moral: prefiere una obra menor pero completamente suya, a la ocultación de la verdadera autora. Esta honradez se erige en la base perfecta para la iniciación de una relación amorosa con la mujer.

Entre  dos generaciones, los que les antecedieron, afectados por el síndrome del olvido, y los jóvenes que Kieslowski tenía más cerca, agarrados a un crucifijo, deben caminar juntos por un sendero plagado de euroescépticos casi desde el principio. Veinte años después  lo excepcional es encontrar un convencido europeista, que pueda combinar unas notas musicales que unan a los habitantes de diferentes países engrescados  y acusándose mutuamente de ser los causantes de una crisis en la que han carecido del más mínimo protagonismo; en la época que contempla el film, hasta un mísero músico que toca la flauta en la calle era capaz de realizar una composición a la altura de estos músicos de élite (la imagen de  este 'mendigo' es de dudosa interpretación, pues llega a su lugar de 'trabajo' en un coche de gama media, acompañado de una elegante mujer) . Kieslowski no lo ha podido ver; hoy,  no estaría de más que nos explicara el significado su trilogía tricolor.




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