El señor de la guerra







Ficha técnica:

Título original: The war lord
País: Estados Unidos.
Año: 1965
Duración: 116 minutos
Dirección:  Franklin Schaffner.
Guión: John Collier y Millard Kaufman, basada en la obra  'The lovers' de Leslie Stevens.
Director de Fotografía: Russell Metty, A.S.C. Asesor de color: Eliot Elisofon
Música: Jerome Moross; supervisor: Joseph Gershenson.
Edición: Folmar Blangsted, A.C.E.
Director artístico: Alexander Golitzen.
Productor: Walter Seltzer.
Maquillaje Bud Westmore.
Peluquería : Larry Germain
Diseño de Vestuario: Vittorio Nino Novarese.
Universal Picture presenta a Court Production


Intérpretes:

Charlton Heston: Crysagon,
Richard Boone: Boris,
Rosemary Forsyth: Bronwyn,
Guy Stockwell: Draco,
Niall MacGinnis:  Odin
Renny Wilcoxon: Príncipe Frisian.
James Farentino: Marc.
Maurice Evans: Priets,

James Farentino, Sammy Ross, Woodrow Parfrey, Joan Alderson, Allen Jaffe, Johnny Jensen, Forrest Wood, Belle Mitchell, Michael Conrad,  Dal Jenkins.


Sinopsis:

En el siglo XI, un caballero medieval, Crysagon de la Cruz, al servicio del duque  Guillermo de Gante, acude a un poblado costero de Normandía. Allí se estaba construyendo un castillo defensivo de grandes dimensiones, pero la construcción falla y el caballero recién llegado, deberá reconstruirlo.

Comentario:

El film de Franklin J.Schaffner, considerado en algunos ámbitos una obra maestra, algo que no compartimos y explicaremos claramente por qué, gira en torno a un elemento nuclear: el ius primae noctis (derecho de la primera noche) o derecho de pernada del señor medieval, es decir el derecho a desflorar a la virgen que acaba de contraer matrimonio. Semejante prebenda la impone el Señor feudal en un torreón, una construcción defensiva, que preside sus pobres propiedades, otorgadas por el duque , ubicada en la orilla del mar, de forma fálica, que simboliza el poder patriarcal, evocando al mismo tiempo  el monumento funerario que vaticina la muerte de los privilegiados tras imponer su poder por la fuerza a los aldeanos, una premonición que les llega en forma de abeja, anidada en la corona de flores que  representa la pureza de la virgen y que mancha sus manos de sangre antes de poseerla. Cuando Crysagon llega al torreón, en la misma estancia en que  posee a Bronwyn, yace su antecesor entre los brazos de otra virgen coronada y violada en la noche de su boda.

Pero la heroína de Schaffner considera un honor ser desflorada por el nacido de 'alta cuna', como lo llama ella y cae rendida ante la erótica del poder, olvidando de pronto a Marc, el plebeyo, hijo del jefe local,  del que había estado enamorada desde su niñez. No vamos a negar que exista gente con esta mentalidad, que se doblegue ante el poderoso, pero la práctica del ius primae noctis se acabó con el feudalismo, y no parecía satisfacer a Odin y a su hijo, que la aceptaban, porque según el padre era una costumbre que contemplaban sus leyes. Curiosa tradición la de este pueblo.

Hay una confusión muy extendida en torno a los druidas, tanto en el film como entre sus críticos: no son un pueblo, ni siquiera una casta, sino una élite intelectual que recibía una formación de más de veinte años de duración, que dominaban el latín y el griego, eran expertos en botánica, leyes, etc., cuya capacidad de raciocinio era muy superior a la de los embrutecidos guerreros feudales como el protagonista, que durante más de veinte años  había recorrido los campos distribuyendo el horror entre sus poblaciones, como él mismo confiesa. Pagano es un término que sólo significa algo si lo analizamos con referencia al término marcado, cristiano, por lo que ni druidas ni paganos son términos que definan al pueblo de Odin. La religión celta no es muy conocida; a su frente estaban los druidas, adoradores del roble sagrado, que César describe extensamente en el libro IV de la Guerra de las Galias, y entre ellos los había muy notables, como el haeduo Diviciaco y  también alguna mujer, como la reina Boadicea o Boudica. Nada que ver con ese pueblo al que con desparpajo se llama 'druida' por unos y otros.

El ritual del matrimonio es calcado al de la confarreatio romana, el matrimonio religioso  y más conservador, en el que el oficiante comparte pan y vino con los esposos; no sabemos si éste era el rito celta. Posteriormente la mujer será tomada por el normando, (hordas bárbaras  escandinavas que invadieron el territorio del NW de la Galia, cuando el imperio romano que había defendido el limes, ya no era ni un recuerdo), y  la tomará en matrimonio simbólicamente, colocándole el anillo de la familia en el dedo, al que se aferra la mujer, una especie de Maria Braun medieval, a la inversa: defiende el que en realidad es su matrimonio, y no unos esponsales que no desembocaron en la unión de los contrayentes.

No es que estas desviaciones históricas y etnológicas, importantes porque afectan al núcleo de la historia, tengan tanta trascendencia como  habitualmente se les da; un realizador como Schaffner pueden contar una historia de amor en un contexto determinado que no tiene por qué ser fiel a otra cosa que a su  propósito creativo. Lo malo es que también falla en la puesta en escena. La abundancia de primeros planos, que algunos ven como un objetivo de inspiración  hitchckniano de aislar a los personajes del contexto, revela el objetivo del director de priorizar los aspectos psicológicos y el análisis de las mentalidades de los diferentes estamentos medievales, basados en el temor, la lealtad, el respeto y el amor dentro del seno de la sociedad patriarcal. Especialmente intenso es el juego de miradas de Crysagon y Bronwyn, y del señor con el fiel escudero Bors, (Richard Broone), y Draco, (Guy Stockwell).  

Sin embargo se ha encuadrado el film en un género al que llaman épico, aunque la grandeza, la heroicidad y la gloria exigen unas condiciones de representación para ser verosímiles. En un sentido el film de Schaffner debía de aproximarse bastante a la realidad: un héroe con taparrabos, nada idílico, unos pueblerinos toscos deambulando por caminos polvorientos y unas máquinas de guerra, como torres o arietes protegidos, (al parecer éste ingenio  fue obra de la preclara inteligencia del pérfido Ulises),  muy toscos... Pero en otros es absolutamente increíble: el terrible ejército normando está integrado por ocho o diez guerreros, que se enfrentan al 'pueblo druida' y a los  horribles frisones, que suman en total unos treinta o cuarenta guerreros en total, que no impresionan a nadie; estos frisones son unos mansos corderos que sólo pretenden rescatar al pobre niño, hijo del jefe, y que mostrarán su agradecimiento cuando lo consigan. Es particularmente reseñable la lucha en torno al  torreón-fortaleza: a pesar del carácter exiguo del ejército normando, se multiplican como dioses calentando agua embarrada, echándola por las almenas, disparando, luchando con la espada, y, a pesar de las bajas siempre son los mismos. Hay que reconocer que se pasa un buen rato observando ese ejercicio de malabarismo.

No se sabe si este ejercicio de estilo era premeditado o impuesto por el bajo presupuesto, pero no está de más recordar que este film se realizó sólo diez años antes de que irrumpiera en las pantallas 'La Guerra de las Galaxias', en un momento en el  que algunos realizadores se las estaban ingeniando para  alcanzar la verosimilitud sin mover las masas de las grandes superproducciones de cine peplum o épico de Hollywood, con apoyos audiovisuales muy primitivos, pero a la vez muy efectivos. El propio Lucas elevará al druida a la categoría histórica que le corresponde, emblematizado en sus famosos  Jedis, trasladados a una era galáctica.

El film tiene el interés de profundizar en el conocimiento de la obra del director de 'El Planeta de los Simios' , un film de culto, cuya influencia ha llegado hasta la actualidad a través de los remakes, y  que concibe un mundo dominado por los monos, tras  consumarse la decadencia del género humano. Triste imagen de la Estatua de la Libertad enterrada en la arena.


Muchas veces hemos defendido en este blog la importancia del cine como documento de gran valor, que no sólo proporciona  entretenimiento, diversión, formación e información, al espectador,   sino que constituye, lo quiera o no el realizador,  una crónica del momento en que se hace, de sus ideales,   de las distintas  sesibilidades y tendencias ideológicas dominantes y de la mayor o menor implicación de la sociedad en los conflictos de su tiempo. Esperamos que corrija en sus clases las desviaciones del realizador norteamericano.

En este caso, un Profesor de Instituto aprovecha la oportunidad que le ofrece Franklin J.Schaffner, para  ilustrar a sus alumnos sobre la sociedad feudal  de la Edad Media.

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