Kidnapped: Historia de un secuestro. Arie Posin

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Ficha técnica:

Título original: The Chumscrubber
País: Estados Unidos.
Año: 2005.
Duración: 107 minutos aprox.

Dirección: Arie Posin.
Guión: Zac Stanford, basado en una historia de Arie Posin y Zac Stanford.
Casting: Anya Collof y Amy Mcintyre Britt.
Dirección de Fotografía: Lawrence Sehr.
Música: James Horner, Supervisor: Chris Douridas.
Montaje: William S. Scharf,  A.C.E., Arthur Schmith .
Director artístico: Christopher Tandon.
Decorador del set: Maria A.Nay.

Diseño de Vestuario:  Mary Claire Hannah.
Departament de maquillaje: John E.Jackson.
Departamento de peluquería: Nathan Busch.

Producción: Lawrence Bender y Bonnie Curtis.
Co-Productores: Lee Clay y Todd Williams.
Productores ejecutivos: Bob Yari y Philip Levinson. Michael Beugg, Andreas Thiesmeyer y Josef Lautenschlager.
Diseño de  Producción: Patti Podesta.
El Camino Pictures,  Equity  Pictures, Medienfonds Bmbh & Co, Kg II,  Go Fish Pictures. Unit Production Manager Michael Beugg. Distribuidora: Filmax

Intérpretes:

Jamie Bell: Dean,
Glenn Close: Señora Johnson,
Ralph Fiennes: Alcalde  Michael Ebbs,
Camilla Belle: Crystall,
Justin Chatwin: Billy,
Rori Culkin: Charlie Stiffle,
William  Fichtner: Señor  Bill Stiffle,
Thomas Curtis: Charlie Bratley,
Jason Isaacs: Señor Parker,
Caroline Goodall: Señora Parker,
Allison Janney: Allie Stiffle

Sinopsis:

En una maravillosa y perfecta comunidad de vecinos, en la que todo lo que sucede parece sacado de un cuento de hadas vive Dean. Su mejor  amigo, Troy, se acaba de suicidar; era el máximo traficante de anfetaminas  del Instituto y, al morir, deja su legado a Dean. Los compañeros de clase, en un intento de recuperar todo el material, planean el secuestro del hermano de Dean, pero su torpeza es tal que se equivocan y secuestran a un chico equivocado. En esta aparente fantástica comunidad, jóvenes y adultos pertenecen a dos mundos paralelos: los unos, exprimiendo la vida al límite, los otros absortos en sus idílicas y vacías vidas.. Y mientras, Dean debe arreglárselas solo.

Críticas y Comentario.

El film  del canadiense Arie Posin parece que ha molestado sobremanera a cierta crítica, que se ha refugiado detrás de los adjetivos  excéntrico y surrealista, dando la razón con este análisis a la tesis del director que constituye el background de su película. Llama poderosamente la atención  la cuña que recoge Sensacine de la revista Rolling Stone, -"Una película terriblemente torpe y estúpida en contra de las drogas, el secuestro y el suicidio en los suburbios"-. Si leemos este entrecomillado, al menos en España, sacamos una conclusión muy equivocada, ya que interpretamos el suburbio como barrio bajo, zona de marginación y exclusión social, en la que la vida de las calles supone un tremendo riesgo para sus  habitantes. Desde una perspectiva americana , y en el contexto de esta película, es  una zona residencial en la periferia urbana, en la que se concentra una clase media alta que lleva a sus hijos a Colegios de élite, no a Institutos, con el objetivo de que en el futuro puedan acceder a las Universidades de más prestigio y garantizarse un atajo para ocupar en un futuro los puestos más importantes de gestión económica y financiera del país. Decimos que son Colegios y no Institutos, de acuerdo con la terminología española, porque los colegios acogen en su seno todos los niveles educativos, lo que permite que el pequeño Charlie comparta centro con Dean o Billy; en  el Instituto o High School,  sólo se imparte la enseñanza secundaria. No obstante hay matices entre los diferentes países.

El subtexto del film supone una reflexión sobre la incomunicación entre jóvenes y adultos en una sociedad superficial y naïf, en la que los adultos creen tener todo bajo control, y no pueden aceptar la más mínima imperfección en el mundo ideal que se han forjado, con sus guapos hijos encerrados en sus bien dotadas habitaciones, en las que muy educadamente no osan entrar jamás sin el permiso de su inquilino, lo que puede dar lugar a un esperpento supermayúsculo: que un joven se haya quitado la vida en medio de una fiesta familiar, con la casa llena de invitados, o que un niño de doce años haya sido secuestrado y nadie se percate de ello; si no contesta, lo más probable es que se haya enfadado por algo. Una sociedad en la que hasta a la muerte se la desnuda de romanticismo, ante la que no se puede llorar, sino comer, beber  y reír, y cuya organización, a cargo de empresas especializadas,  da el mismo tratamiento a un funeral que a  una boda, no admite ni el más pequeño pensamiento negativo. Magnífica secuencia de la llegada de los coches de estas compañías, con cortejos gemelos,  a las casas del muerto y de la pareja que va a contraer matrimonio.

Esta actitud superficial y  autocomplaciente proporciona un terriotrio seguro para los desmadres de los hijos, unos pastilleros que trafican con medicamentos y vitaminas, que obtienen facilmente a través de sus padres o de amigos  en los hospitales; la histeria, aplacada con barbitúricos, y la ingestión masiva de vitaminas por parte de los mayores, hace que  los niños se desenvuelvan con total tranquilidad en este mundo de productos de laboratorio que buscan la eterna salud, la eterna juventud y el equilibrio perfecto.  Este paraíso fagocita en alguna ocasión a alguno de sus miembros más inexpertos, como el joven Troy, cuya infelicidad le lleva al suicidio. La secuencia más demoledora es aquella en la que Deane le describe a la madre cómo era su hijo, sus ilusiones, sus gustos, sus querencias, sus temores, etc., cuando ambos quedan solos en la fiesta abortada  de su  funeral. Billy, el más débil de todos, hijo de una familia desestructurada, -pequeña trampa del guión que contradice el discurso-, pagará por todos ellos, acabará en la cárcel y recibirá allí duras lecciones de la vida.

Se acusa al film de extravagante  y excéntrico,  sin embargo no es la primera vez que el cine norteamericano denuncia la frialdad de sus jóvenes. Recordemos Elephant, (2004),  o Paranoid Park, (2007),  de Gus Van Sant, que dibuja el perfil de esos jóvenes que periódicamente  ocupan las primeras páginas de los periódicos  y propician un trmendo debate político en EE.UU. por su protagonismo en matanzas masivas de compañeros, que denunció con dureza  Michael Moore en Bowling for Colombine. Los jóvenes de Arie Posin se quedan a mitad de camino de los de Gus Van Sant; quieren emular estas acciones pero a lo máximo que llegan es a propinar ligeros pinchazos  a un niño con su navaja. El pequeño, hijo del sheriff del barrio, apunta maneras más contundentes. Es cierto que el realizador ha optado por una puesta en escena de tono medio, pero, al incorporar el análisis del contexto familiar de estos jóvenes,  nos muestra un paisaje social de las clases altas  norteamericanas francamente demoledor, y  se entiende bien que  a muchos les repudie una posible comparación con estas élites que aspiran a ponerse al frente de los destinos de su país. Posin no realiza un gran drama sino una ácida y corrosiva crítica  de una sociedad cuyos líderes son hombres sin cabeza, como el protagonista del cómic televisivo Chumscrubber, un héroe invencible  que porta la sesera en la mano.


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