Todos gritamos por un helado. Tom Holland



Ficha técnica:

Título original: We all scream for ice scream.
País: Estados Unidos.
Año: 2007.
Duración: 57 minutos
Serie Masters of horror , serie creada y producida por Mick Garris.

Dirección: Tom Holland.
Guión: David J. Schow, basado en la historia 'I Scream, You Scream. We All Scream for Ice Scream' de John Farris.
Casting: David H. Rapaport y Lindsey Hayes Kroeger, Stuart Aikins, C.S.A. y Sean Cossey, C.S.A. 
Director de Fotografía: Jon Joffin.
Música. Score: Nicolas Pike; Supervisor: Jennifer Ross.
Edición: Patrick McMahon, A.C.E.
Coordinador de especialistas: Jim Dunn
Director artístico: Don Macaulay.
Decorador del set: Ide Foyle. 
Efectos visuales: Anthem Visual Efects Inc. Supervisor: Lee Wilson.

Diseñadora de Vestuario: Lyn Kelly ; Glenna Owen.
Maquillaje de efectos especiales: Gregory Nicotero y Howard Berger.
Responsable de maquillaje: Margaret Solomon,
Responsable de peluquería: Adina Shore.

Productores asociados: Steve Best.
Director de productor o director en linea: Padal Vershcooris.
Co-Productores: Adam Goldworm y Ben Browning.
Diseño de producción: David Fisher.
Showtime, Industry Entertanmeinte, Starz Productions, Nice Guy Productions

Intérpretes:
 
Brent Sheppard: Kent,
Maxwell Neck: Kenny,
Tim Henry: Papa  Joe,
Lee Tergesen: Layne,
Laura Drummond: Darlene,
Colin Cunningham: Virgil,
Ingrid Tesch: Angela,
Quinn Lord: Toby,
Lyle St. Goddard: Toot,
Brendan Saul: Petey,
William Forsithe: Buster,
Kevan Kase: Buck ,
Spencer Achtymichuck: Joven Layne,
Brett Kelly: Joven Joe,
Cainan Wiebe: Joven Toot,
Samuel Patrick: Joven Virgil
Zak Ludwing: Joven Kent,
Dryden Dion: Joven Skip,
Alexis LLevwellin: Chyla,
Gordon Grice: Joe Lee.

Sinopsis:

Un hombre, Layne (Lee Tergesen), vuelve a su pueblo natal y allí le espera su pasado, una gamberrada de juventud de funestas consecuencias,  a las que deberá hacer frente.

Comentario:

La creatividad de guionistas y realizadores para ir actualizando la iconografía cinematográfica y seguir generando terror no tiene límites: ahora, gracias a John Harris y Tom Holland, vamos a tener miedo a los helados y a los niños que los toman. Todos los que han crecido y se han desarrollado moral e intelectualmente en una comunidad pequeña saben que cargan con los sentimientos de culpa propios y ajenos, de padres y antepasados, y deben conjurar los deseos de venganza de miembros de la comunidad por hechos del pasado, que responden a todo tipo de situaciones que en ocasiones se traducen en motes que arrastran familias enteras. Si alguien opta por marchar a la ciudad en busca de un futuro mejor y una vida más independiente, cuando regresa le espera el mismo o parecido tratamiento que a un foráneo; supone un modelo con el que se van a medir los que no han osado a abandonar la tierra,  que miran con recelo a quien ha alcanzado un mayor estatus, una mujer o un marido más altos o más guapos,  un coche más caro o una ropa  y formas  mas cult.

El cine norteamericano ha tratado con frecuencia este tema, especialmente en el cine de terror; si  como afirmaba  Begoña  Piña en su crítica a Elysium de Blomkamp, el cine de ciencia-ficción norteamericano se está convirtiendo en el género de los pobres, el cine de terror constituye una fuente inagotable de información sobre los traumas que arrastra la conciencia americana, entre los que ocupa un lugar de privilegio la xenofobia u odio al extranjero y la discriminación del diferente por su orientación sexual, su discapacidad o cualquier otra razón que lo distinga del grupo. 

Tom Holland nos trae la historia de una pandilla de amigos, autodenominada  Grupo del West-End  en homenaje al film de  Samuel Peckinpah  'Grupo salvaje', capitaneado por el más desaprensivo,  Virgil Constance (Colin Cunningham). Actuando como grupo y no como individuos con conciencia incian una gamberrada contra el discapacitado del pueblo, Buster (William Forsithe), que hace felices a los niños vestido de payaso  vendiendoles helados; la acción se les irá de las manos y quedará impune. Pero, como ocurre en ocasiones, la venganza busca encarnarse en los hijos de quienes realizaron en el pasado una fechoría y dependerá del más inteligente reparar el daño y frenar la desgracia, cosa que sólo conseguirá parcialmente.

Hay quien ha querido ver en la película de Tom Holland una parodia del género shlaser y del splater, al sustituir los cuchillos y cualquiera tipo de arma horripilante para descuartizar a la víctima, por unos helados que muerden otros elementos cortantes, los dientes de los hijos resentidos con los padres por cualquier niñería. Puede que no les falte razón y el choque generacional, que existe en mayor o menor medida en  todos nosotros, se haya convertido en el motor de unos crímenes que usan procedimientos letales nada sangrientos. Sólo en una ocasión la cámara nos permite ver entre las ropas de una víctima unas sustancias viscosas que incluyen sangre. La naturaleza incruenta de la película ha defraudado a quien disfruta de las situaciones extremas llevadas a la pantalla.

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