El sonido del trueno. Peter Hyams
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Ficha técnica:
Título original: A Sound of Thunder
País: Estados Unidos
Año: 2005
Duración: 103 minutos
Dirección: Peter Hyams
Guión: Thomas Dean Donnelly, Joshua Oppenheimer, Gregory Poirier, basado en una historia de Thomas Dean Donnelly y Joshua Oppenheimer, adaptación de un relato corto de Ray Bradbury
Casting: Sue Jones (UK); Anja Dihrberg (Ger)
Edición: Sylvie Landra
Música: Nick Glennie Smith
Director artístico: Richard Holland, Stephen Dobric, Vaclav Vohlidal, Jiri Zavadi, Keith Pain
Decorador del set: Richard Roberts
Diseño de criaturas: Crash McCreery
Productor efectos visuales George Merkert
Diseño de Vestuario: Esther Walz
Maquillaje: Zoltan Elek
Estilista de peluquería: Linda Mooney
Productores: Moshe Diamant, Phil Anschutz, Karen Baldwin y Howard Baldwin, Renny Harlin, Frank Hübner, Elie Samaha
Co-Productores: Frank Hübner y Jan Fantl
Productores ejecutivos: Elie Samaha, Howard Baldwin, Romana Cisarova, Breck Eisner, John Hardy, Jonet Lazare, Rick Nathason, Andrew Stevens, Jörg Westerkamp, William J. Immerman
Productores asociados: Steve Cantor
Diseño de Producción: Richard Holland
Productor en Línea: Guy Louthan
Warner Bros.Pictures, Franchise Pictures, Scenario Lane/Jericho Production, asociada con Crusader Entertainment, ApolloMedia, Baldwin Entertainment, Dante Entertainment, ETIC, Forge, Qi Quality International, MFF (Sound of Thunder) Limited, Film Group III, Coco Films; distribución: Aurum
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Intérpretes:
Armin Rhode: John Wallenbeck
Heike Makatsch: Alicia Wallenbeck
Edward Burns: Travis Ryer
Catherine McCormack: Sonia Rand
Sir Ben Kingsley: Charles Hatton
William Armstrong: Ted Eckles
Jemina Rooper: Jenny Krase
David Oyelowo: Payne
Corey Johnson: Christian Middleton
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Sinopsis:
Basado en un relato de Bray Bradburi y protagonizada por Edward Burns y Ben Kingsley, esta intrigante película de ciencia-ficción nos traslada a un futuro cercano en el que los viajes en el tiempo son una realidad. La empresa Safari Time es la única que posee la tecnología necesaria para organizar expediciones y ofrece la oportunidad, a quien pueda permitírselo , de viajar al pasado. En uno de estos viajes algo falla y provoca terribles y desastrosas consecuencias para la tierra y su existencia.
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Comentario.
Así comienza el film de Peter Hyams: "En el año 2055 se inventó una nueva tecnología capaz de cambiar el mundo...o destruirlo. Un hombre llamado Charles Hatton la utilizó para ganar dinero." La cinta no supone una crítica al desarrollo científico y el avance de la tecnología, que tienen detractores ideológicos poderosos, sino a su uso espurio, con fines crematísticos que conlleva el desvío de fondos públicos hacia bolsillos particulares. Este uso bastardo, que une al espíritu de enriquecimiento personal la supresión de elementos de seguridad para reducir los costes y aumentar los beneficios, actuación fraudulenta que se descubre siempre que se desata una tragedia constituye el subtexto del film. Inspectores del gobierno y empresarios sin principios alteran el equilibrio ecológico en el pasado, lo que tiene su reflejo en el presente, trastocando las especies animales y vegetales que hoy conocemos.
Para hacer este alegato ha optado, como es usual cada vez que que se tratan en el cine los desastres medioambientales, por el género de ciencia-ficción, muy adecuado para los relatos distópicos, y es aquí, en la parte estética del relato donde Hyams ha pinchado y ha decepcionado a los fans del género, que si bien han aprobado con buena nota los bichos del pasado que, transmutados invaden las calles de Chicago, esos orangureptiles y los murcierdos, nacidos de la imaginación del creador de las bestias, Crash McCreery, han rechazado todo el planteamiento de los viajes al pasado, los decorados de feria, que se repiten en cada expedición, con el mismo dinosaurio feneciendo, las macromutaciones que viajan por ondas temporales y la causa definitiva del desastre. Lo cierto es que somos muy contradictorios. Nos quejamos de los grandes presupuestos que exigen las películas del género, pero también de que "maquetas y efectos especiales den sensación de pobreza" (Francisco Marinero. Diario 'El Mundo') y de algo mucho más curioso, de los diálogos decididamente trekkies (Javier Cortijo, Diario ABC).
El film es bienintencionado, advierte de las repercusiones de la más pequeña alteración del medio natural, cuando ya sabemos que el hombres es responsable de la mayor parte de su deterioro; denuncia las manipulaciones de la industria, en este caso del ocio, y de su complicidad con funcionarios corruptos de los diferentes gobiernos liberales que fomentan la supresión de todas las trabas al desarrollo de los negocios. No está mal planteada y entretiene, aunque puede defraudar a los amantes de la ciencia-ficción que tienen magníficos referentes, frente a los cuales la película de Hyams queda bastante disminuida, no sólo por las metáforas que utiliza, sino por la ejecución material de un mundo alternativo, no siempre verosímil. A la vista de los títulos de crédito no parece que la financiación y la producción se caractericen por su pobreza de recursos, y el castigo que se infringe a los empresarios corruptos no admite dudas.
Así comienza el film de Peter Hyams: "En el año 2055 se inventó una nueva tecnología capaz de cambiar el mundo...o destruirlo. Un hombre llamado Charles Hatton la utilizó para ganar dinero." La cinta no supone una crítica al desarrollo científico y el avance de la tecnología, que tienen detractores ideológicos poderosos, sino a su uso espurio, con fines crematísticos que conlleva el desvío de fondos públicos hacia bolsillos particulares. Este uso bastardo, que une al espíritu de enriquecimiento personal la supresión de elementos de seguridad para reducir los costes y aumentar los beneficios, actuación fraudulenta que se descubre siempre que se desata una tragedia constituye el subtexto del film. Inspectores del gobierno y empresarios sin principios alteran el equilibrio ecológico en el pasado, lo que tiene su reflejo en el presente, trastocando las especies animales y vegetales que hoy conocemos.
Para hacer este alegato ha optado, como es usual cada vez que que se tratan en el cine los desastres medioambientales, por el género de ciencia-ficción, muy adecuado para los relatos distópicos, y es aquí, en la parte estética del relato donde Hyams ha pinchado y ha decepcionado a los fans del género, que si bien han aprobado con buena nota los bichos del pasado que, transmutados invaden las calles de Chicago, esos orangureptiles y los murcierdos, nacidos de la imaginación del creador de las bestias, Crash McCreery, han rechazado todo el planteamiento de los viajes al pasado, los decorados de feria, que se repiten en cada expedición, con el mismo dinosaurio feneciendo, las macromutaciones que viajan por ondas temporales y la causa definitiva del desastre. Lo cierto es que somos muy contradictorios. Nos quejamos de los grandes presupuestos que exigen las películas del género, pero también de que "maquetas y efectos especiales den sensación de pobreza" (Francisco Marinero. Diario 'El Mundo') y de algo mucho más curioso, de los diálogos decididamente trekkies (Javier Cortijo, Diario ABC).
El film es bienintencionado, advierte de las repercusiones de la más pequeña alteración del medio natural, cuando ya sabemos que el hombres es responsable de la mayor parte de su deterioro; denuncia las manipulaciones de la industria, en este caso del ocio, y de su complicidad con funcionarios corruptos de los diferentes gobiernos liberales que fomentan la supresión de todas las trabas al desarrollo de los negocios. No está mal planteada y entretiene, aunque puede defraudar a los amantes de la ciencia-ficción que tienen magníficos referentes, frente a los cuales la película de Hyams queda bastante disminuida, no sólo por las metáforas que utiliza, sino por la ejecución material de un mundo alternativo, no siempre verosímil. A la vista de los títulos de crédito no parece que la financiación y la producción se caractericen por su pobreza de recursos, y el castigo que se infringe a los empresarios corruptos no admite dudas.
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