Besar el cielo. Roger Young



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Ficha técnica:

Título original: Kiss The sky
País: Estados Unidos
Año: 1998
Duración: 105 minutos

Dirección: Roger Young
Guión: Eric Lerner
Director de Fotografía: Donald D. Morgan
Música: Patrick Williams
Director artístico: Joey Luna
Decorador del set: Boyet Ocampo

Responsable de maquillaje y peluquería: Kelvin Trahan

Productores
Productor manager: Romulo Ramos
Compañías: Metro Goldwyn Mayer

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Intérpretes:

William Petersen: Jeff
Gary Cole: Marty
Sheryl Lee
Patricia Charbonneau: Franny
Season Hubley: Beth
Terence Stamp: Kozan
Ivana Milavich: Ilse
Ernie Ortega: Otero
Cris Daluz: Otero

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Sinopsis:


Dos profesionales, Jeff y Marty, realizan un viaje de negocios a Filipinas. Sienten una profunda insatisfacción en sus vidas, que los lleva a abandonar a sus amigos y familia, buscando revivir las andanzas de su juventud en el alcohol y las drogas.

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Comentario:

Entre los canales que se integran en una televisión de pago  se encuentra uno de la Metro Goldwyn Mayer, que realiza una constante exhibición de  películas de todos los tiempos que hacen incomprensibles los criterios que impulsaron a esta compañía hollywoodiense a financiar semejantes proyectos, que no han logrado interesar ni al público, ni a la crítica, ni a otros sectores para la ilustración de sus propios fines. Pero más aún, Besar el cielo logra que incluso el público se enfade ante una propuesta paternalista, casposa, reaccionaria y maniquea.

Un film que intenta engañar a algún que otro incauto, pero no lo consigue. Por muy escabroso que parezca el tema del trío amoroso entre una mujer y dos hombres, con escenas de cama que desvirtúa totalmente mediante fundidos en los que las imágenes se montan de tal manera que prácticamente no se puede ver nada, el diálogo entre los tres amantes es toda una prueba de cómo intenta el realizador manipularnos con máxima irrefutables sobre los roles del hombre y la mujer, -el de ella proporcionar placer, el de él mantenerla, lo que resulta increíble en un universo plagado de mujeres libres e independientes económcamente-, para al final no plantea la cuestión de la imposibilidad de la pareja trascendida a cualquier tiempo y lugar, sino que  eleva el matrimonio a los altares, ya que cualquier alternativa siempre se resuelve no sólo igual, sino incluso peor..

Las imágenes, las actitudes, los diálogos, insensatos y reaccionarios, te ponen contra la mujer que se ha prestado a jugar al sexo con los dos amigos. Este festival de los disparates gira en torno a un monje budista, que ni tiene fe ni encuentra su lugar en el monasterio tibetano, pero que ya no puede hacer otra cosa que dejarse llevar por la inercia, como el personaje más débil del trío. La música de Leonard Cohen intenta legitimar un discurso que no se sostiene, la historia de dos hombres y una mujer de un estatus económico elevado, que se liberan de ataduras y convenciones materiales, pero que están mucho más condicionados por las reglas que rigen la sociedad patriarcal a la que pertenecen de lo que ellos creen. Jeff, (William Petersen), el personaje más fuerte del trío, del que se enamora finalmente la mujer, siempre ha tenido claro lo que quería: tener una aventura extraordinaria (sexo, exotismo,  budismo y libertad durante un tiempo) y volver rápidamente a su hogar.

Películas como ésta demuestran que no es fácil dar al público gato por liebre. Vende ideología, como cualquier otra película, pero su propuesta es rechazada por la mayoría del público, que le da la espalda.

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