Once (Una vez). John Carney.




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Ficha técnica:

Título original: Once
País: Estados Unidos.
Año: 2006.
Duración: 83 minutos.

Dirección: John Carney.
Guión: John Carney.
Casting: Maureen Hughes.
Dirección de Fotografía: Tim Fleming.
Música: Glen Hansard y Markéta Irglová.
Edición: Paul Mullen.
Mezcla de sonido: Robert Flanagan.
Diseño de Vestuario: Tiziana Corvisieri.
Director artístico: Riad Karim.

Producción: Martina Niland.
Productor ejecutivo: David Collins.
Diseño de producción: Tamara Conboy.
Summit Entertainment y Samsons Films, asociados con Bord Scannán na hÉireann/The Irish Film Board y RTÉ

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Intérpretes:

Glen Hansard: Guy,
Markéta Irglová: chica,
Hugh Walsh: Baterista,
Gerry Hendrick: Guitarrista,
Alaistair Foley:  Bajista,
Bill Hodnet: Padre de Guy
Danuse Ktrestova: madre de la chica,
Mal Whyte: Bill,
Niall Cleary: Bob,

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Sinopsis:

Él, cantante y compositor que interpreta sus canciones por las calles de  Dublín, aunque trabaja en la tienda de su padre. Ella una inmigrante que vende flores para sacar adelante a su hija y a su madre y que también hace canciones, pero no las interpreta en público.

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Comentario: 

Estos días el cineclub de ONO ha seleccionado esta entrañable película de John Carney, un film de comienzos del siglo XXI, que refleja los cambios que se están operando en el mundo de la creación y que empezaron 'disparando contra el músico', el sector más vulnerable, al que se le puede arrebatar no sólo el excedente, sino incluso aquello que necesita para su propia subsistencia. Por otra parte queda en evidencia el refrán popular que dice que 'lo ignorado, ni agradecido ni pagado': la gente apenas si echa al protagonista una moneda para apaciguar su mala conciencia; los músicos que tocan en la calle, como él mismo, saben que grabar un disco no es ninguna garantía ni de éxito, ni de conseguir pequeños recursos para pagarse un alojamiento, suministros básicos y comida.

Hoy el tema ha empeorado incluso en relación con lo que vemos en el film, y la figura del manager se va diluyendo a favor de las autoproducciones, que buscan un sponsor con todo el trabajo ya hecho y a costa, generalmente, del propio músico. Ver la cara de satisfacción ante el producto acabado con la intervención del técnico del estudio de grabación es el mejor pago que reciben quienes han dedicado su vida a la música; las imágenes que va generando la producción del disco se van intercalando  con las de los familiares y seres queridos, de aquellos que han padecido con ellos y les han apoyado para que alcancen sus sueños, que al fin y al cabo son los de todos. Lo que supo ver Bertrand Tavernier en 'Todo comienza hoy'/ Ça commence aujourd'hui' (1999), que nos narra una triste historia en la que, perdida toda esperanza material y espiritual, sólo queda por hacer algo importante: llevar al colegio todo tipo de artistas para que niños desahuciados puedan disfrutar de los aspectos positivos de la vida.

Carney recoge muy bien ciertos momentos: el final de la grabación y la satisfacción que embriaga a todos los que han participado en ella, músicos y técnicos, el momento entrañable en el que el joven se somete al veredicto del padre, inseguro y tembloroso, su alejamiento de casa para buscar oportunidades en Londres, la separación de sus seres queridos y de la joven de la que se ha enamorado, que ha echado determinadas raíces que le impiden seguirlo, a pesar de ser ella quien ha pagado la grabación. Estos y otros momentos acogedores y entrañables, sin planos aberrantes y con un predominio de las tonalidades cálidas, a lo que contribuyen las calles de Dublin, son elementos característicos del género indie, caracterizado por películas que buscan esta estética tranquila, sin altibajos, ni dramas excesivos. Ni Guy ni la chica están en una situación económica extrema y ambos reciben la ayuda de sus progenitores, aunque a la pianista, más joven que el cantante callejero, la ata a la tierra en la que habita un marido y una hija pequeña. La cámara se aleja, teniendo en el centro del foco a Markéta Irglová, sentada ante una ventana y atrapada por el edificio del que no puede escapar.

Juan Roures capta la esencia de esta película indie y profundiza hasta su esqueleto en el análisis de la obra de este realizador irlandés de películas de bajo presupuesto:" Además de tratarse de un musical poco convencional, Once es una historia de amor atípica entre una pianista sin piano y un músico sin audiencia. Así, los protagonistas no necesitan besos o abrazos para transmitirse cariño, siendo los momentos románticos memorables precisamente por su sutileza y calidez. La maravillosa química entre la pareja protagonista estuvo claramente influida por el hecho de que los propios intérpretes vivieron su propio romance durante el rodaje. Éste duró el tiempo suficiente para verse reflejado en pantalla, pero, probablemente influido por la gran diferencia de edad (los 37 de él frente a los 19 de ella), no llegó muy lejos. Aún así, mantuvieron la amistad y han seguido colaborando musicalmente desde entonces." (La estación del fotograma perdido)."



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