La dama de oro. Comentario.





Ficha técnica, sinopsis y críticas: 

Comentario:

El film que dirige Simon Curtis es, desde el propio título, importante, porque aborda una cuestión de la mayor trascendencia en la actualidad, un periodo de crisis más profunda que la que condujo al holocausto y la Segunda Guerra Mundial, razón por la que ha levantado más de una ampolla. Como ya ocurriera en otras dictaduras como la española, se cambió en la posguerra el nombre de obras de arte  emblemáticas y que algunos sitúan en el ADN de las naciones, de tal forma que al retrato de Adele Bloch-Bauer, realizado por Gustav Klimt,  se le denominó, por la orfebrería ornamental que caracterizaba la obra del pintor austriaco,The Woman in Gold/La dama de oro. Esta obra pertenecía a una familia judía notable, en cuyo hogar se juntaba lo más distinguido de la intelligentsia del país, entre otros el inventor del psicoanálisis, el checo Sigmund Freud, lo que permite imaginar que provocaría más de una suspicacia, cuyas consecuencias fueron de extrema gravedad . Algo similar ocurrió con una pintura negra de Francisco de Goya, a la que se llamó 'La lectura' para obviar las connotaciones políticas que tenía la reunión de unos obreros en torno a uno que lee un periódico.



El film no abunda tanto en torno a exhibiciones militares o torturas de los nazis, desmontando algunos de los argumentos que se han dado, sino en la colaboración entusiasta de amplios sectores de la población, en este caso austriaca, insistiendo en la transversalidad de los clases sociales que participaron en la humillación pública de los judíos  y en el expolio que padecieron, no sólo de sus propiedades de valor, sino de objetos tan íntimos como la ropa que colgaba de los armarios, asunto que han denunciado otras películas, como 'El otro Sr. Klein' (Joseph Losey, 1976); de todos es conocido que se llegó a comerciar  con los dientes de oro de las víctimas, hecho que está en la génesis de un personaje de cine fantástico y de aventuras como 'Magneto' de la saga X-Men. Partiendo de una realidad constatable de que los juicios que se celebraron tras la derrota de Hitler y la caída de su régimen, (La conspiración del silencio, Giulio Ricciarelli, 2014), que fueron más que nada ejemplares y afectaron a muy pocos torturadores y colaboradores de las SS, Simon Curtis extiende la sospecha sobre los cachorros de los nazis, que hoy ocupan el poder, visualizando la existencia de dos Austrias, la que confunde sus intereses con los de la totalidad, entre la que se hallan muchas de sus víctimas, judíos o no (algo en lo que insiste 'La ladrona de libros', Brian Percival, 2014), y la que no vende su dignidad por cuatro cuadros, por muy importantes que sean. Daniel Brühl interpreta a un personaje, Hubertus Czernin, quien, al descubrir la militancia nazi de su padre, dedica su vida a ayudar a las víctimas de la limpieza en la que participó su progenitor. Todas estas historias, basadas en muchos casos en la realidad, demuestran que son alemanes y austriacos los más interesados en demostrar que hubo dos Alemanias y dos Austrias, que abarcan a una población más amplia que la que ejerció el poder, y sigue de alguna manera en él, exigiendo cantidades millonarias a quien intenta acceder a la justicia en el pequeño estado austriaco.



Cuando un exiliado regresa a un país, en el que sus padres han sido asesinados en un campo de exterminio, y del que han huido dejando detrás de sí a toda su familia,  ha superado el duro control de la isla de Ellis (frente a la Estatua de la Libertad), convertida en 1890 por el Presidente Harrison en la Aduana de la ciudad de New York, a la que llegaban miles de emigrantes que eran examinados no sólo legalmente, sino sujetos a controles médicos exhaustivos, ( la realidad de este lugar fue examinada en profundidad por James Gray en 'El sueño de Ellis', 2013) , es lógico que se vea sometido a sentimientos muy encontrados, en los que se mezclan los recuerdos felices, como el día de la boda con toda la familia rodeando a los recién casados, con las humillaciones a las que eran sometidos sus vecinos por hombres de uniforme, coreados por masas de todas las clases sociales. Pero también entra dentro de lo comprensible que evoque a su tía, Adela Bloch-Bauer, mujer elegante, de la que guarda un idealizado recuerdo infantil, algo que cualquier ser humano puede comprender. Algunos, al parecer, lloran cuando ven estas imágenes, por otro lado muy frecuentes en el cine de todos los géneros.



La película jamas roza el melodrama, aunque si compara a los habitantes de 'Disneylandia', como llama a los norteamericanos el representante del gobierno austriaco, con los de la vieja Europa,  a la que se supone más madura y culta, pero a la vez más cínica e incapaz de entender que no puede formar parte del patrimonio de un país el expolio y el latrocinio y que se debe  compensar a los propietarios legítimos por aquello que se les arrebató con violencia. Ésto es lo legal y lo correcto y, una vez restituido el derecho y aplicada la justicia,  es legítimo intentar negociar con los afectados las compensaciones para que ciertas obras permanezcan en un país, y no al revés, presionar cuando se ha perdido una batalla legal en otros país, en concreto Estados Unidos. Algunos debían preguntarse por qué hay un loby judío estadounidense, señalando con el dedo a los propios productores, (se han elaborado códigos para detectar todas las posibles variantes de los apellidos judíos), y no existe este mismo poder en Europa, de donde salieron corriendo hacia un país que los acogió. No es extraño pues que la familia de María cambiara el apellido por otro menos sospechoso, Altman, aunque el propio abuelo del famoso cineasta, Robert Altmann, de origen alemán, tuvo que quitar una n a este 'nomen' que designaba a su familia, dando buena cuenta del martirio a que fue sometido este pueblo, fuese judío, sindicalista, comunista u objeto de las iras de un ciudadano ambicioso, e iluminan a quienes no fuimos testigos de estos acontecimientos, sobre el hecho que no hacía falta mucho más que el simple nombre como indicio de culpabilidad, sin necesidad de ser portador de la barba, las patillas y el sombrero característico de los ortodoxos o leer el torá.





En este contexto no es extraño, por mucho que moleste a algunos, que las cámaras nos ofrezcan una visión idílica de Norteamércia, la Casa Blanca y la Corte Suprema de los Estados Unidos. Para los que huían fue el paraíso; unos momentos antes Europa gozaba de la presencia de judíos notables, y en poco tiempo peligraba la vida de quienes habían colaborado con ellos. Ahora se acusa a la industria hollywoodiense, de defender sus intereses, olvidando que el mismo día, al anochecer, que el Ministro de Propaganda nazi Joseph Goebbels ofreció a Fritz Lang, máximo exponente del expresionismo alemán, de ascendencia judía por parte de madre (Paula Schlessinger; la judeidad se transmite por vía materna, según la ley hebrea), ponerse al frente del cine alemán, se auto-exilió a Estados Unidos, y dedicó lo que le quedaba de vida a trabajar para Hollywood. La protagonista se debate entre lo que significa para ella la tierra que la vio nacer, y aquella en la que ha transcurrido casi su vida entera, en la que tiene su hogar, un  bungalow, y una boutique  pequeña de ropa que jamás abandonó.




La deslegitimación del cine americano es habitual, e ignoro si habría que situarla, según sus detractores,  en el propio George Stevens, que se alistó en el ejército americano durante la Segunda Guerra Mundial y fue el primero en filmar un campo de exterminio, el de Dachau. Estas imágenes, que han inspirado el film de Martin Scorsese 'Sutter Island', (2010),  cambiaron la propia orientación cinematográfica de su autor, e hicieron que Charles Chaplin se arrepintiera de no haberse tomado en serio a Hitler en 'El Gran Dictador' (1940). Este asunto es objeto de tratamiento por miles de blogs, como clásicoseternos.blogspot.com, que inciden en lo que todos saben: " Gran parte de las horribles imágenes documentales de los campos de exterminio nazi que aún se conservan fueron filmadas por la cámara de George Stevens. Este hecho supuso que tras su incorporación a la vida civil, una vez concluída la Gran Guerra, el cine de Stevens evolucionará hacia un tono más sombrío y pesimista. Las comedias costumbristas dejaron paso a películas de tono nostálgico y a profundos y negros dramas humanistas, en los cuales Stevens dejaba poco resquicio para la esperanza."

Todo ello sin olvidar que Goebbels,  junto con su esposa Magda, erigiéndose en demiurgos, asesinaron a sus seis hijos para que no vivieran en una sociedad sin nazismo, pobres e inocentes víctimas a las que había bautizado con nombres que empezaban por H en honor de Hitler: Helga Susanne, Hildegard "Hilde" Traudel, Helmut Christian,  Holdine "Holde" Kathrin, Hedwig "Hedda" Johanna, Heidrun "Heide" Elisabeth (Wikipedia) . Él mismo como Ministro de Propaganda fue el encargado de divulgar las puestas en escena, el decorado de las macromanifestaciones que organizaba el partido, y otras acciones que  hablan más del nazismo que estas películas, que según Javier Ocaña  pasan por encima de los temas problemáticos (¿?) y  suponen un 'maguffin' para hablar de nostalgia, raíces, justicia, tolerancia y redención, cuando el verdadero motor es el dinero.; nos hubiera gustado que nos ilustrara sobre los temas problemáticos.




Lo que se olvida es que la vida de una persona es, al menos, tan importante como la de un cuadro, y si esta persona se vio obligada a exiliarse a un país, que la acogió y la trató como a uno de los suyos, pueda aspirar a que cuelgue de las paredes de un museo neoyorquino, la ciudad más emblemática  del país que la acogió siendo casi una niña, aunque le embargue el dolor de no volver a su patria, la tierra donde descansan los huesos de sus mayores. Acierta,pues,  Jordi Batlle cuando afirma que : " Si hoy Adele Bloch-Bauer, el famoso cuadro de Klimt de 1907, está en Nueva York es gracias a la batalla legal emprendida por Maria Altmann, judía austriaca emigrada y superviviente de la persecución nazi, sentimentalmente implicada en la obra, que permanecía en Viena. El filme reconstruye la causa escrupulosa, académicamente, alternando flashbacks ambientados en los tensos años del nazismo... " (La gran batalla legal. Diario 'La Vanguardia', 10 de abril de 2015). "Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan", decía Goebbels, que, al parecer, tiene muchos más seguidores de los que creemos. Y más detractores como la figura de 'el buen alemán' que interpreta Daniel Brühl, que busca los mejores contactos a las víctimas, guiado por una culpa heredada de un padre nazi.




El divorcio entre las valoraciones de los críticos y  la sentencia del público es ostentoso, además en una película poco atractiva para los adolescentes, a cuya llamada acude un público no precisamente ignorante, con el objetivo de informarse de asuntos áridos para las masas, como la restitución a sus antiguos propietarios de lo que les fue arrebatado ilegalmente en  tiempos muy revueltos. No se nos pasa por alto que, en este caso,  la historia gira en torno a un cuadro de Klimt, muy popular por el tratamiento fantástico que caracterizaba sus obras, que fomentaba y fomenta la imaginación del público por su apariencia de enorme joya, hasta el punto de que incluso Simon Curtis no ha podido evitar la tentación de representar en una breve secuencia cómo aplicaba el artista una lámina de oro a un lienzo previamente tratado. La página americana Rotten Tomatoes muestra una brecha, que cada vez se hace mayor, y que separa a la crítica de sus lectores, que  debe soportar la competencia de blogs independientes, a cuyo frente se sitúan especialistas de múltiples materias, y que en este caso reflejan un criterio escandaloso por su disparidad: 53% de aceptación de la crítica, 88% de un público que asiste a la sala sin palomitas. Mientras para unos apenas supera un corto aprobado, para otros es un sobresaliente claro. Si la prensa pierde su carácter de referente, que no significa imparcialidad, puede estar a punto de perderlo todo y desaparecer.


Comentarios

  1. Respuestas
    1. Es una película adulta que demuestra que los europeos están comenzando a enfrentarse a ideas totalizadoras y a exigir responsabilidades. Que los austriacos aplaudieran un veredicto que devolvía un cuadro muy emblemático a su legítima propietaria, rebelándose ante quienes asociaban el retrato de una judía a la esencia austriaca, a su ADN, un proceso de restitución que amigos nacidos en este país recuerdan, me parece un paso adelante importante. Y no es el único. Un abrazo.

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