Amenazados. Comentario.





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Comentario:

El film está realizado por el cineasta de origen australiano de 47 años Gregor Jordan, un realizador muy comprometido con su tiempo, cuyas películas hemos comentado en este blog, - Two hands, 1999, Buffalo Soldiers, 2001 o Ned Kelly, 2003, un magnífico biopic de uno de los forajidos más 'infames' de todos los tiempos,  perseguido por la policía y acosado por todo un imperio, por cuya cabeza se ofreció la recompensa más elevada del mundo. Obligados a esconderse mientras sus amigos y su familia eran ilegalmente encarcelados, la injusticia, el desprecio por el ser humano y la miseria no tardaron en convertir a Neil y su banda no tardarán en una leyenda popular, como ha ocurrido a otros bandoleros de su calaña en Estados Unidos, como 'Billy el Niño', Jesse James, deudores del legendario Robin Hood. Two Hands y Ned Kelly fueron protagonizadas por el desaparecido Heath Ledger, actor también australiano, y Buffalo Soldiers por Joaquin Phoenix, estadounidense de origen portorriqueño. Ahora encabeza su reparto el carismático, para bien o para mal, Samuel L.Jackson.

Un joven enciende la luz y nos deja que lo veamos en un espacio sórdido, filmado en tonos sepia, un lugar que tiene la apariencia engañosa de los creados para someter a torturas a los sospechosos de actos terroristas y que conocemos gracias al papel de chivato que realizan las cámaras cinematográficas, capaces de ilustrar como nada y como nadie cómo son estos lugares: "Me llamo Steven Arthur Younger. Soy ciudadano estadounidense." dice este joven, que muestra pelo largo y ensortijado, e inmediatamente apaga la luz. Tras la introducción de los créditos de las compañías vuelve a encenderla y continúa su discurso: "Tengo algunas reivindicaciones,-con voz entrecortada-. En nombre de Alá  misericordioso y su profeta Mahoma, que la paz le acompañe,  Me llamo Yusuf Atta Mohamed. Antes me llamaba Steven Arthur Younger."

Tras este prolegómenos y la inserción del título del film,  un letrero nos anuncia el nombre de la película y nos presenta a una agente de la unidad antiterrorista del FBI, una mujer cualquiera, bien parecida y aparentemente normal, que sonríe y saluda a un niño, mientras esconde el arma que asoma por debajo del abrigo. A modo de transición entre secuencias un voz en off, a la que pronto se pondrá cara la pone al corriente de los casos en marcha y desliza una información: cualquier hombre de etnia árabe que resida en Estados Unidos y tome clases de vuelo es objeto de investigación por esta unidad.En medio de la reunión salta la información en torno al individuo que hemos visto en el vídeo y sus amenazas.

Yusuf Atta Mohamed informa  de que está en uno de los tres lugares de tres ciudades americanas donde ha colocado tres armas nucleares, en zonas urbanas concurridas, y que las hará estallar provocando entre 6 y 10 millones de muertos. El ejército americano informa al FBI que este individuo ha podido fabricar armas nucleares porque es uno de los suyos, un especialista perteneciente a una unidad antiterrorista, experto en desactivación de explosivos, en particular armas nucleares en Irak; finalizada una misión en Rusia, para comprobar instalaciones nucleares, y tras su marcha los rusos echaron en falta entre 7 y 8 kilos de material, que permite calcular unos dos kilos por bomba y la capacidad destructiva de cada artefacto. Este hombre que ahora parece tener la sartén por el mango había vivido, siendo niño,  en Islamabad, lugar al que se trasladó con su familia, cuando su padre fue destinado por los norteamericanos para realizar funciones propias de la diplomacia en Pakistán, por lo que el individuo habla perfectamente árabe y persa con fluidez.

Presentados los personajes más importantes, incluído el que representa Samuel L.Jackson, al que llaman H, (nadie necesita saber más),  en una operación de exceso de celo que llega a las cloacas del estado, surge la gran pregunta: ¿Qué hacer? Gregor Jordan no va a dar la respuesta, sino los elementos necesarios para que su público juzgue y reflexione sobre esta cuestión y llegue por sí mismo a la conclusión de por qué los norteamericanos, en cuyo país reside ahora el cineasta australiano, condenaron al ostracismo al film. La última imagen de la cinta deja al público conmocionado, noqueado, sin aliento, y lo que es peor, sin respuestas si uno se encuentra en el bando de los que aún tienen algo de empatía con el resto de la humanidad , como la agente del FBI que representa la canadiense, nacida en la columbia británica,  Carrie-Ann Moss.

Gregor Jordan no deja espacio para la evasión, que se ha materializado en la actitud de no querer ver un film que excava en lo más profundo de nuestras conciencias, proporcionando al espectador todos los datos, sin olvidar uno solo: la tortura, explicita en la pantalla, realizada por el ejército dentro de los Estados Unidos sin la coartada de Guantánamo con la complicidad de los Servicios de Inteligencia; la política exterior de Estados Unidos que no ha hecho ascos a las dictaduras, pero también las matanzas que realizan a diario las diferentes etnias, que no paran cuando acceden al poder, en las que se masacran familias enteras y se generan odios eternos entre los diferentes pueblos, en este caso musulmanes, cuyas consecuencias vemos en la televisión todos los días. El gran oximorón dice H, al referirse al respeto de los derechos humanos que practica la agente, ante un preso que no puede acogerse a la Convención de Ginebras, no disfruta del habeas corpus, ha sido declarado apátrida, a pesar de ser norteamericano y se le han arrancado las huellas dactilares; pero la gran contradicción que invade a todos los actores no favorecerá un resultado satisfactorio para ninguno, a no ser que espere morir como un mártir y ser recompensado en el más allá. Pero Jordan también cierra este camino, pues el fanático que tiene estas creencias, sólo actúa cuando ha vencido psicológicamente, que no éticamente, a sus contrarios y ha puesto a salvo a sus hijos en esta vida y no ha querido para ellos la condición de mártires.

Todos practican, como se viene haciendo desde los tiempos más primitivos, el axioma de Maquiavelo: 'El fín justifica los medios'. Tanto Yusuf que cree necesario que mueran diez millones de personas con el objetivo de que triunfen sus principios que él cree más justos, como el torturador que lucha con él,  cuya esposa ha visto cómo se asesinaba a toda su familia en Albania y más tarde, ella misma, se ha vengado de la forma más cruel, que es consciente de que no hay justicia ni injusticia, sólo victoria o derrota; los que  ganan escriben la historia. El problema de unos y otros está en los límites y aquí gana la batalla el terrorista. Pero no acaba la cosa aquí, sino que el director la deja abierta y nos demuestra algo que ya dijo Tarkovski: "Toda elección impone un sacrificio" ¿Cuál sera el de la Agente Brody? ¿Qué ha sacrificado a cambio de ser coherente con su propia conciencia? Cada espectador deberá decidir, si puede; en Norteamérica han decidido mirar hacia otra parte.

Yusuf Atta se deja coger a sabiendas de que cada vez que el estado practica la tortura, y sabe que lo van a hacer con un detenido que amenaza con matar a diez millones de personas, el estado de derecho occidental se debilita, las libertades se recortan y las partes en conflicto se dirigen con mayor rapidez al enfrentamiento final, la madre de todas las batallas, de la que habló Sadam. Pero también tiene sus límites, que se harán manifiestos en la película, aunque es consciente de que la pluralidad ideológica debilita el frente frente a los que, en un lado y otro, no les tiembla el pulso para llegar a la victoria. Así lo pone en evidencia H cuando sostiene con convencimiento, y muchas veces lo hemos oído decir a líderes políticos: Sólo hay dos palabras: victoria o derrota.


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